Francia y Portugal se jugarán la corona de Europa este domingo a las 21:00 en Saint-Denis, un lugar en el que los galos ya saben lo que es levantar un trofeo de mayor valor como fue aquel Mundial de 1998.
En la vida existen momentos hechos para triunfar. Generalmente, encontramos momentos en los que tenemos que dar un poco de nosotros para mantenernos en una posición o para demostrar que podemos mantenernos. Sin embargo, existen otros en los que hay que dar cada porción de tu cuerpo, de tu mente, de tu físico… Existen otros en los que no importa quién esté enfrente, porque lo que viene tras él es la gloria. Existen momentos así, y lo que se verá en París este domingo será uno de ellos.
Francia, la mágica anfitriona, la señora educada que ha cabalgado por la Eurocopa dejando algún que otro susto en el camino y cierta controversia entre sus futbolistas: esa selección, será la primera de las elegidas. Habiendo superado la Fase de Grupos de manera impecable, ha sabido sobreponerse a las adversidades y llegar a eliminar a la revelación (Islandia), y a la actual campeona del mundo (Alemania). Este equipo es un bloque perfectamente organizado por Didier Deschamps que ha conseguido olvidar por completo a Karim Benzema (no convocado por el caso de extorsión a Valbuena).
Desgraciadamente, no todo lo bueno tiene solo partes buenas. Y es que, los franceses luchan contra algo más que contra ellos mismos. Tienen un gran peso sobre sus espaldas de tener que salir victoriosos, y este hecho ha sido algo negativo como se ha podido observar durante la historia. Como ejemplo sirven dos decepciones de la talla de aquel histórico baño de los alemanes ante los brasileños en 2014 y del Maracanazo de Ghiggia en 1950 y un canto a la gloria como el de aquella Alemania de 1974 que derrotó a portentosa y renovada Holanda en la final. Pero esto no repercute en nada en el resultado que vaya a tener lugar, tan solo sirve para hacer creer a los naturales de la antigua Galia que el destino puede o no estar con ellos.
Por contra, si de algo se va a servir este apasionante encuentro no va a ser precisamente de destino, sino de fútbol en sí. Los dos líderes de sus equipos en la final de la Copa de Europa serán los protagonistas. Antoine Griezmannn como pichichi de este torneo, y Cristiano Ronaldo como máximo goleador en su historia, intentarán liderar a sus selecciones para guiarlas hacia la mayor victoria posible a día de hoy.
El planteamiento será claro: el balón correrá a cargo de Francia, la cual buscará mover de lado a lado el juego hasta que un hueco surja, siendo el peso de la contra para unos lusos que ya están habituados a verse en este tipo de situaciones y que han demostrado que no tienen falta de paciencia. Hasta semifinales, no habían conseguido la victoria en un enfrentamiento en los noventa minutos reglamentarios, quedando como premio para Gales, otra de las revelaciones, un 2-0 que sirvió para reafirmar su candidatura de cara al título.
A groso modo, lo que hace grande a ambos bloques no es el que tengan dos estrellas, sino un cúmulo de pequeños satélites que acaban formando una galaxia curiosamente ideada. Desde Kanté hasta Pogba, desde Lloris hasta Payet, pasando por Matuidi o por Giroud, los franceses disponen de un arsenal que nada tiene que envidiar al de los portugueses. Carvalho, Pepe, Gomes, Renato Sanches, Moutinho y demás, son grandes jugadores con experiencia capaces de desmontar al rival en poco menos de cinco toques.
Lo que sí parece quedar claro es que la finalidad viene a ser la misma. Unos pueden buscar en exceso controlar el tiempo y los compases del partido, y otros tan solo la sorpresa, sin embargo, detrás de cada uno de ellos se encuentra en mayor sentimiento de todos, el de alzarse como campeones en el escenario mágico de Saint-Denis.
Imágenes del collage: www.goal.com y www.elespanol.com
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