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Wawrinka da la campanada en Nueva York

El tenista suizo Stanislas Wawrinka ha derrotado al número uno del mundo, Novak Djokovic, en la final del US Open por 7-6(1) 4-6 5-7 3-6 en una final histórica para el tenis actual.

Quince años después de la eterna sombra que el 11 de septiembre de 2001 dejó en la piel de todos y cada uno de los estadounidenses, dos hombres se preparaban para adentrarse en la mayor pista de tenis de Nueva York. La Arthur Ashe se vestía de gala para una final antológica que no iba a decepcionar a nada ni a nadie. Dos chicos que sabían a lo que iban decidieron dejarse la piel para intentar hacerse un hueco en la historia de una competición a la que no le faltan anécdotas.

Novak Djokovic, acostumbrado a levantar trofeos en varias ocasiones cada año, dio comienzo al choque de forma espectacular. El serbio fue capaz de conseguir un 3-0 a las primeras de cambio con un frenético juego de tenis que hacía moverse demasiado a Stan. Poco a poco se fue cogiendo el ritmo, y con ello se dio lugar a un equilibrio mayor que desembocó en el 5-4, es decir, la rotura del de Lausana para empatar la puntuación.

En el momento clave cada uno hizo lo posible para mantener su saque y darlo todo en la muerte súbita. Con un magnífico 7-1 en el que tan solo hubo un tenista, ‘Nole‘ echó el cierre en el Tie-Break al primer parcial y se quitaba un peso de encima.

El dibujo de 9/11/01 que existía a la derecha de la pista central de Nueva York llamaba la atención y mostraba a todos los aficionados al deporte de raqueta que esta noche prometía ser histórica. Y es que, tal y como comenzó la segunda manga, se pudo predecir que iba a serlo.

En un juego en el que el nacido en Belgrado se había dejado dos dobles faltas, Wawrinka no desaprovechó la oportunidad y rompió su servicio. El problema era que se trataba del 1-3, y su ventaja era muy muy llevadera. Sin embargo, no saltas a ser profesional a menos que quieras darlo todo; y eso mismo pensaría Novak, quien planteó tres bolas de break en ese mismo juego, y terminó por romper en el siguiente turno de saque del suizo.

Cuando todo estaba en calma y la tormenta parecía haber pasado, Stanislas sacó a relucir su parte más tirana, consiguiendo de esta forma que Djokovic bajase los brazos y sucumbiese en el segundo punto de set del que gozó. Por 4-6, un jugador más activo y acertado que había hecho correr al número uno, empataba el partido y mostraba un nuevo camino.

Fue entonces el momento de salida de la tercera manga, una de las más importantes de un enfrentamiento de esta talla en un momento como tal. ‘Stanimal‘ lo supo, al igual que ‘Djoker‘, siendo el nivel de ambos perfectamente comparable a un encuentro de ‘Football‘, es decir, al de dar el todo por el todo.

Tan solo en el primer juego, Stan debió salvar dos bolas de quiebra en contra, algo que le dio el valor suficiente como para convertirlas a su favor. Velozmente, se colocó 0-3 con un amplio colchón de juego y de puntuación extremadamente complicado de igualar. A pesar de ello y de que no todo fuese como se desease por parte del de Europa del este, la magia surgió de su raqueta y pudo igualar de forma espectacular.

Al igual que en el set anterior, la igualada sirvió para bien poco, dado que Wawrinka tomaría su particular forma de jugar y terminaría 5-7 para colocarse 1-2 en cuanto a lo que respecta a parciales. Era el comienzo de una nueva era en un enfrentamiento que había tenido diferentes etapas de transición y dominio de cada uno de ellos.

La noche de la ciudad que nunca duerme brillaba por todo lo alto en un día muy especial en el que las luces de los edificios derribados hace quince años bañaban los alrededores de los rascacielos más impresionantes de los Estados Unidos. Pero no solo podían fijarse los presentes en aquellos pequeños detalles, sino también en un acontecimiento que iba a pasar a la historia.

Tal y como en la manga previa, el suizo pudo colocarse 0-3 con un break a su favor hasta chocar con el minúsculo instante de inspiración del número uno de la ATP, quien se apuntó el 1-3 con su servicio para dar paso al momento más polémico del torneo. Y este conviene explicarlo con atención.

Novak comenzó a pedir atención médica en el descanso del 1-3 del cuarto set, algo que provocó que el fisio del torneo se adentrase en pista y cortase el peloteo durante, al menos, siete minutos. El serbio ostentaba una herida en su pie derecho que no le permitía seguir desarrollando su trabajo como profesional. El exceso de carreras le había provocado una ampolla lo suficientemente grande como para hacerle venirse abajo. Esta era una parte de la moneda, sin embargo, también existía otra.

Stan era la otra cara, la del tenista que se sentía frustrado después de haber llegado a un punto tan dulce como este y perder el ritmo repentinamente. Por suerte, el cara a cara siguió su cauce y únicamente se vio obligado a defender una bola de quiebra antes de que el balcánico se sentase de nuevo en el descanso del 2-5, donde se pudo observar que la sangre brotaba de su dedo índice del pie.

Nole‘ fue capaz de mantener su saque, pero no de contrarrestar a un señor que deseaba cerrar su tercer Grand Slam de una vez por todas. El vestido de rojo esta noche debía jugar lo mejor que pudiese si quería sumar otra corona a su vitrina. A la primera no pudo ser, dado que su derecha se estrelló en la red; pero a la segunda llegó el colapso.

Era su momento, era su hora y nadie iba a quitarle ese instante de gloria que se había ganado paso a paso, pulgada a pulgada. Era el tercero, el tercero de un gran jugador que ya pasaba a la historia como un grande, como un icono.

Ambos se saludaban y se daban la enhorabuena por un partido estelar. Acto seguido, como si se tratase algo cotidiano, Wawrinka se sintió en una nube y se mantuvo frío y serio esperando a sentir algo especial, algo que solo pudo sentir él, algo que solo pudo, puede y podrá sentir alguien que se haya alzado alguna vez en las instalaciones de Flushing Meadows, el lugar más mágico del planeta.

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