Ciclismo Giro de Italia

Los tres que no fueron

Era inevitable afrontar la etapa sin recordar el ascenso magnífico de Quintana en 2017 en lucha frontal en los últimos 5 kms contra Pinot y Nibali. Tres o cuatro acelerones le tomó para descolgarlos y coronar en solitario el Blockhaus y vestirse de rosa.

 

Mientras seguía con interés la fuga, que estaba condenada desde la salida pero en la que los “underdogs” prueban la gloria buscada u obligada, mi mente re-corría ese ultimo ascenso imaginando quienes llegarían y quienes serían los tres elegidos para la batalla final. ¿Por qué tres? Porque si, porque así mi memoria lo quería.

El arranque de los 191 kms de hoy desde Isernia –la cuna del fuego– nos mostró esa ciudad romana que los americanos inmediatamente relacionamos con Italia, con sus calles estrechas y empinadas llenas de rosa y de aficionados felices de ya no tener que guardar distancias. El día de la primera cita con la alta montaña llegaba con la ilusión de Juan Pedro Lopez de aguantar y con la ambición de los favoritos de vestirse de líder. Todos los ojos y los corazones en Carapaz, Almeida, Landa y Yates. El destino ya estaba trazado, nos faltaba verlo.

La fuga y la fuga de la fuga

La belleza del verde de la región del Abruzzo acompañó los intentos de formar la fuga en la que ya a falta de 187 kms estaban Diego Rosa y su infame hamburguesa, Tesfazion de Eritrea y Mathew Holmes y en la que durante los largos kilómetros el landismo se sobresaltó cuando Pello Bilbao se fue a tierra. Y Mikel? Bien, afortunadamente. Este es el año. O no.

La escapada contaba también con hombres que brillaron en Italia en temporadas pasadas como el Cubanito Caicedo o Dombrowsky, el pelotón ya a más de 2 minutos les dejó hacer. ¿Hasta cuándo? Ojalá no hasta el último ascenso.

Probablemente hasta el último ascenso.

Es fácil en estas escapadas tan largas perderse en la belleza del paisaje y olvidarse que aunque no pase mucho y los comentaristas deportivos echen mano de su cultura general, de sus notas, de los invitados especiales para llenar los kilómetros, allá en la carretera hay sueños y luchas de aquellos que saben que no van a ganar pero que igual se la juegan para que los vean los patrocinadores, los jefes, sus seres amados y por eso los aficionados que no sabemos mucho los vemos sin criticarlos, sintiendo que los acompañamos y animamos para que nadie nos los cuente.

El paso por Filetto no fue muy peleado cruzando Sepúlveda de primero. Hora de recuperar, hidratar y prepararse para el descenso antes del Passo Lanciano. En el pelotón que rara vez mostraron las cámaras se veía al gran Castroviejo al frente a pesar de su caída, siempre en la lucha.

Las vistas magnificas preparaban el ataque al Macizo de Maiella: el Passo Lanciano y el Blockhaus, esperando.

Los primera categoría

El inicio del ascenso al primer puerto de primera categoría del día marcaba una diferencia sobre los 2 minutos con el pelotón, la fuga ya decimada a ocho corredores entre quedados y recuperados y en la que aprendimos que a Jonathan Caicedo le gusta la música de Pastor Lopez (otro motivo para quererlo aún más, aunque los amigos de Europa no estén familiarizados con la referencia). El pelotón en bloque tomándosela suave y las imágenes del majestuoso monte Amaro recordándonos la belleza de la montaña cuando se viste de blanco. Peters, Tesfazion y Sepúlveda tomaron la iniciativa en la escalada, aunque el eritreo no dio ningún relevo permitiendo que Rosa les llegara para pasar de primero por el Passo Lanciano y apoderarse de la azurra. 3.21” sobre el pelotón.

El descenso en el que los árboles regalaron sombra y frescura a los corredores y en el que el pelotón empezó de una buena vez a acelerar empezó a cobrar a las primeras víctimas siendo el primer damnificado Tefazion con una caída aterradora en el primer intento de ir a la iniciativa. A pie de Roccamorice la diferencia ya era solo de 1.56” gracias al ritmo de Narváez.

En el pelotón todas las cámaras con Richard Carapaz que lucía tranquilo pero pálido, dando instrucciones e ilusionándonos con un ataque lejano, con otro día de gloria. De aquí en mas se acabó la epopeya de la escapada. Dombrowsky, el ultimo sobreviviente, fue engullido a falta de 16 kms y la verdadera batalla empezó, la montaña se fue cobrando uno a uno a los más débiles o a los que tuvieron un mal día. Entre Tullet y Costa despacharon a Ciccone, a Yates con otro blancazo y a Buitrago antes de Roccamorice y sus calizas disueltas por aguas milenarias.

El paisaje empezó entonces a parecerse a la tundra americana y una vez más me permití soñar con una 4ta Gran Vuelta en estas tierras y en estas montañas mientras Omen, Carthy, Sosa y Poels se quedaban. Es entonces cuando llegó Richie Porte, el ultimo del treno (como siempre) y en la zona de mayor gradiente, esa en la que Anacona despejó el camino de Quintana hace ya un lustro. Con Porte al frente el carismático líder Juanpe Lopez tras sufrir un atracón mecánico empezó a perder y a perder y a luchar y a luchar y a ganar nuestros corazones como lo hizo Almeida hace dos temporadas. Ya empezaba a perfilarse la batalla de los tres en donde el único repitente era el tiburón y en donde el landismo empezaba a levantarse de la emoción al ver a su trágico ídolo ahí, con buenas piernas, entero y con ganas.

Porte marcó un ritmo a lo Porte como si el tiempo para el no pasara, como si siempre fuera el mismo: confiable, entregado, leal a su líder y dispuesto a hacer su trabajo igual de bien todos los días. Parecía que llegaran a las sabanas del altiplano desde el que escribo y pude imaginarme –otra vez– a mí misma corriendo al lado de los ciclistas insuflándoles animo y “berraquera”.

A falta de 4.5 kms arranca Carapaz y forma el grupo de tres tan esperado con Landa y Bardet. Parecía que empezaba el baile calcado a la coreografía de hace 5 años. Ninguno de los tres fue mezquino en el esfuerzo o las ganas pero tampoco ninguno fue superior. La época Quintana no se repetiría, la montaña hoy igualó a tres ciclistas muy queridos por la afición, con caminos muy diversos pero con la impronta del escalador puro, esa que tanto gusta y que tan pocas oportunidades tiene de ganar una gran vuelta.

No hubo ganadores. El Blockhaus se resolvió hoy en un sprint de montaña en el que hasta Pozzovivo intentó y que nos dejó –que me dejó– un sabor a poco, que movió la general, que identificó a los más débiles, pero no a los fuertes, que coronó a Hindley –otro Bora, vaya temporadón– y que nos dejó un líder que siguió aguantando por muy poco pero que se quedó en nuestros corazones con su combatividad y sencilla alegría.

Los llamados no fueron, no pudieron o no quisieron y nos quedaron debiendo a todos.

One Response

  1. Un relato que hacía falta: histórico, ameno, relajado pero lleno de bellas e inolvidables anécdotas, ¡que memoria la de esta chiquilla! se nota y se siente su corazón palpitando al ritmo de los ciclistas, cómo ama y cómo los ama, un escrito diferente, demasiado atractivo. Una prosa hecha paisaje.

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