Cine y deporte

Nadie puede vencerme (The Set Up, R. Wise, 1949)

En la secuencia de apertura, un travelling muestra un reloj que marca las 21.05. Bill “Stoker” Thompson –Robert Ryan– y su esposa Julie –Audrey Totter– discuten en un hotel sobre la presencia de la cónyuge en la velada pugilística que está a punto de acontecer. Julie, intransigente por los años de sufrida expectación, rehúsa volver a asistir nunca a un combate de Stoker quien cabizbajo abandona el hotel camino al pabellón.

Una historia de perdición

Robert Wise (West Side Story,1961; Sonrisas y Lágrimas, 1965 o Torpedo, 1958 entre otras) adapta un largo poema narrativo de Joseph M. March sobre un boxeador de mediana edad habituado a perder. La película no deja de ser precisamente una elegía de la derrota. El matrimonio protagonista ha sido derrotado innumerables veces, bien por las lesiones del boxeador, eternos planes de futuro incumplidos, y una relación desgastada por su contexto. El conjunto de boxeadores que arropan a Stoker, son deportistas de medio pelo que eternamente buscan una victoria que les permita abrirse camino en el circuito profesional, pero que acaban conformando una espiral de fracaso y mediocridad.

Wise se ayuda de una clásica composición noir para relacionar el mundo del boxeo semiprofesional con los bajos fondos y los siniestros sujetos que alevosamente aparecen al caer la noche poblar las calles de los más penosos vicios. La cámara enfoca a los boxeadores como un grupo comprometido entre ellos, en actitud distendida a pesar de ser tratados como masas de carne sin sentimientos y, de hecho, se puede observar en un fotograma como apuntan los resultados y horarios de los combates como si se tratase de ganado.

Los presenta, en definitiva, como víctimas inconscientes. Esto se ejemplifica cuando mánager de Stoker, acepta un soborno de un conocido gángster sin revelarle nada al personaje de Ryan porque da por hecho que no es necesario, da por hecho que se trata de un pobre diablo acostumbrado a perder.

El boxeo como recurso asociativo

El boxeo como un recurso narrativo se aduce idóneo a la hora de construir grandes tramas líricas y prueba de ello es el buen puñado de obras maestras que se socorren en él como hilo conductor. Se trata de una disciplina que hace brillar como ninguna otra la tan apreciada épica individual que se proyecta en el imaginario del espectador como ejemplo de superación y se alza como prototipo heroico de cuantos golpes es capaz de aguantar.

El diseño de la película se presta, por otra parte, a la identificación del boxeo como un submundo trágico. La consecuencia de tratarse de un deporte de contacto, otrora provisto de una violencia singular, propicia un diseño de la contextualización propenso a enfatizar en la desnaturalización de los boxeadores.

Crítica al boxeo

Wise se descuelga en este sentido con un primerísimo primer plano de varios integrantes del público que se desgañitan con un mátalo en los momentos finales de uno de los combates de la velada. La secuencia culmina con un plano medio en que se muestra a un Stoker -que previamente se había presentado al espectador como un personaje vulnerable- con una mueca de desagrado, probablemente meditando si vale la pena haber desestimado los consejos de su esposa.

No es, por supuesto, el único atisbo de crítica al boxeo que ofrece la película. En un momento dado, uno de los boxeadores, tragicómico, que sirve de personaje de reposo del protagonista, sufre una fuerte conmoción después de un combate -que también tenía perdido- y se le sigue animando a participar en futuras veladas. Este personaje no es más que un pobre diablo, con una edad considerable y un físico bufonesco, que sueña irremediablemente con ser campeón del título mundial. Hay, por tanto, cierta deshumanización del deporte y de su alrededor.

Influencias

El epílogo de la película resulta muy interesante. Si el lector acepta la sugerencia, encontrará familiaridades con películas tan dispares como The Quiet Man (J. Ford, 1952), Pulp Fiction (Q. Tarantino, 1994), Raging Bull (M. Scorsese, 1980) o The Wrestler (D. Aronofsky, 2008) lo que confirma que no se trata de una película menor y que ha servido de inspiración al imaginario de otros grandes directores. Más allá de la escena del combate propiamente dicho, el final de la película se precipita a un ritmo vertiginoso.

La última escena, verdaderamente atroz tras empatizar en cierta forma con el personaje de Robert Ryan, da cuenta de lo que será el futuro de Stoker. Y si la película comenzaba con un reproche de la esposa afirmando que siempre te quedas a un solo golpe, termina atestando un último golpe, un golpe maestro que el espectador puede contemplar con templanza mientras la cámara realiza un travelling inverso que muestra un reloj que marca las 22.15, el tiempo real en el que disfrutará la película.

 

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