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Saúl “El Canelo” Álvarez (“El Cid” del boxeo actual)

Canelo, el campeador de los rings modernos:

“De los sus ojos tan fuertemente

Llorando,

Tornaba la cabeza y estábalos

Cantando.

Vio puertas abiertas y postigos

Sin candados,

Alcándaras vacías, sin pieles y

Sin mantos,

Y sin halcones y sin azores

Nudados (fragmento de “El Cantar del Mio Cid”)”.

Éstos son los versos iniciales del poema dedicado a la gesta del más famoso y legendario guerrero del reino de Castilla, Rodrigo Díaz de Vivar, quien fue apodado “El Cid” (Sidi o Sid, una palabra de origen árabe que significa “señor”).

¿Cuál es el sentido de estos versos en una crónica sobre “El Canelo”? podría resultar extraño a los aficionados al noble arte que se compare a la estrella del boxeo actual con un caballero medieval, pero existen innegables similitudes entre ambos.

Canelo y el Cid, dos guerreros de su tiempo

“El Cid” y “El Canelo” comparten experiencias vitales –por supuesto, la lengua castellana- que son propias de la mística del guerrero; tanto es así que los diez siglos de distancia temporal no logran desmentir a Benedetto Croce: “Toda historia es contemporánea”. El caballero y el boxeador forman parte del imaginario épico del pueblo, del burgo como dirían tiempo atrás. Estos son la representación alegorizada del triunfo de los “de abajo”, y son éstos los encargados de convertirlos en leyenda, apoyándose en la figura transmisora de los juglares (s. XII) y en los medios de comunicación y redes sociales (s. XXI).

La propaganda acerca de sus proezas es esencial para construir su mito. Por consiguiente, los narradores sólo retocamos el contexto, porque, aunque los escenarios de las batallas sean diferentes, la manera de contarlo no varía. En el caso que nos ocupa, sustituimos el campo embarrado por el cuadrilátero enmarcado entre las dieciséis cuerdas, la “Tizona” (la espada de “El Cid”) por unos coloridos guantes que están adornados con el logo de la marca “Canelo” y el caballo (Babieca) por la coquina (protector genital). Y comprendidas esas diferencias únicamente nos queda ensalzar sus logros:

“El Campeador (“El Canelo”) está en Valencia (MGM de Las Vegas) descansando

Con él Minaya (Eddy Reynoso), que no se separa de su lado.

Sus vasallos más antiguos (familia de “El Canelo”) de riqueza están cargados.

A todos los que al salir del reino (Guadalajara, en México) le acompañaron

El Cid (“El Canelo”) casas y heredades en Valencia (San Diego) les ha dado”.

Miami, la ciudad ideal

Anoche la ciudad de Miami fue testigo de la escritura de una nueva estrofa en el poema de Saúl Álvarez. El rival no estuvo a la altura deseada por el público, el turco Yildirim (21-2, 12Kos) tardó cuatro episodios en rendirse ante la aplastante superioridad de su oponente. El otomano subió derrotado al cuadrilátero. Una prueba evidente de que el mito de Saúl “El Canelo” Álvarez (54-1-2, 38kos) le había vencido antes de comenzar la lucha. Esa capacidad de persuasión para imponerse en la contienda, sólo es apta para un selecto grupo de bendecidos con el don de la victoria.

También se cuenta que “El Cid” ganaba sus batallas debido al temor que infundía entre sus enemigos. “El Canelo”, pelea a pelea, demuestra esa fuerza mental del ganador. El campeón tiene que creerse el mejor, no sólo debe serlo, además debe aparentarlo antes, durante y después del combate. Y el mexicano cumple sobradamente con ese requisito, ahí está el secreto de su majestuoso dominio dentro del ring.

Desde este momento, por nuestra parte y a nuestra cuenta y riesgo, nombramos a Saúl “El Canelo” Álvarez como leyenda viva del noble arte del pugilismo, deseando algún día – ¡ojalá y sea más tarde que pronto! – poder terminar su poema con palabras similares a las dedicadas a Rodrigo Díaz de Vivar, “El Cid”:

“Estas fueron las hazañas de Mio Cid Campeador

En llegando a este lugar se ha acabado esta canción”.

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