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¿A quién quieres más a mamá o papá? (I)

¿A quién quieres más a mamá o papá? Ese conocido e inapropiado dilema se nos planteó este sábado a los amantes del boxeo. Pusieron en juego sus apreciados cinturones de campeones mundiales la irlandesa Katie Taylor (campeona de: WBO, IBF, WBA y WBC en peso ligero) y el estadounidense Terence Crawford (campeón del WBO en peso welter).

De Londres a Las Vegas

A pesar de que, a priori, semejante coincidencia pudo obligarnos a elegir entre mamá (Taylor) y papá (Crawford). En esta ocasión, la alineación de los astros resolvió tan irracional tesitura. La velada que protagonizó Katie Taylor transcurrió en la nocturnidad londinense y la de Crawford tuvo lugar en la deslumbrante noche de Las Vegas; así, la distancia existente entre las dos urbes permitió a la luna y a los aficionados al pugilismo disfrutar de las virtudes boxísticas de mamá y papá.

Siguiendo la lógica del movimiento de rotación terrestre, iniciamos la crónica contando lo que acaeció en la disputa entre la maga del cuadrilátero Katie Taylor (16-0, 6KOs), de 34 años, y la española, de 37, Miriam “La Reina” Gutiérrez (13-0, 5KOs) por los cuatro títulos de los campeonatos mundiales del peso ligero y el “más uno” de la revista The Ring.

Molly Malone se reencarna

Si el pueblo irlandés profesase la religión budista convertiría a Katie Taylor en la reencarnación de la Molly Malone del siglo XXI. Esta boxeadora es merecido icono de la mujer irlandesa actual: infatigable y triunfadora. Tanto es así que, probablemente, sus hazañas boxísticas tienen una épica digna de Hollywood, porque estamos convencidos de que, incluso, el hijo de irlandeses John Ford estaría encantado de transformarla en su heroína cinematográfica. El Mesías del cine explotaría esas características inherentes, como la bondad y la compasión, a los “protagonistas fordianos” del séptimo arte que, también, atesora Katie Taylor.

Por otro lado, sería de justicia señalar que las peculiaridades citadas en el párrafo anterior son muy valoradas en sociedades católicas como la irlandesa. Y anoche llegó a darse la paradoja de que su rival, Miriam Gutiérrez, también comparte esa identidad cultural religiosa. Una (Taylor) de Irlanda con San Patricio como gran celebración nacional y la otra (Gutiérrez) de España con Santiago Apóstol como estandarte simbólico. Y aunque la raigambre cultural no se perciba normalmente de manera nítida, es innegable que se encuentra en todas las acciones del sujeto-inconsciente. En el combate estelar de la velada celebrada en Londres, pudo verse la capacidad de sufrimiento de Gutiérrez y la caridad de la campeona, cuando al final de la contienda posó junto a la perdedora con todos los cinturones.

Katie Taylor, algo más que favorita

El combate entre Katie Taylor y Miriam Gutiérrez se anunció, desde la prensa y el mundo del boxeo en general, como un mero trámite en la carrera profesional de la irlandesa. Las apuestas no otorgaron ni el más mínimo beneficio de la duda a la boxeadora española.

Cuando todavía retumbaba el sonido de la campana inicial, Taylor acorraló a Gutiérrez en la esquina. El ritmo que impuso la irlandesa fue eléctrico. La española no se relajó hasta el quinto asalto. Fue a raíz de una caída sufrida en el cuarto, cuando Miriam Gutiérrez superó su comprensible miedo escénico y despertó de su letargo inicial. Pero, la velocidad de golpes de la irlandesa y el devastador crochet de izquierda trituró la mandíbula de la española durante todo el combate.

La estrategia de Katie Taylor se repitió round a round. El primer minuto era un torbellino de golpes como el Pacquiao de sus mejores momentos y el minuto final de cada asalto se dedicó a contragolpear y esquivar los ataques de una esforzada Miriam Gutiérrez.

El conflicto asistió al campanazo final, y con ello se hizo oportuno felicitar a Miriam Gutiérrez por su aguante y tesón en la lucha, y mostrar la debida admiración hacia “la más grande” (Katie Taylor). Ésta ganó por decisión unánime: 99-91, 100-90 y 100-89.

Boxeo de alta escuela

El boxeo de Katie nos puede transportar hasta experiencias místicas. Esa técnica depurada, ese ritmo frenético, ese golpe preciso y duro, ese baile de piernas a lo Fred Astaire, esas esquivas gatunas, …etc Todas esas capacidades pugilísticas logran persuadir al espectador provocándole sensaciones como las escenificadas en la obra escultórica de Bernini (s. XVII), “El éxtasis de Santa Teresa”. Lo cual nos reafirma en la manera de sentir el boxeo de Katie, tomando como guía aquella frase de Santa Teresa de Jesús: “Vivo sin vivir en mi”, que ahora con la irlandesa interpretamos como: “Disfruto sin disfrutar en mi”.

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