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Toda lucha es contemporánea

Lo que ahora pasamos a contar sucedió en un marco taurino, como si se tratara de un ancestral ritual cretense que buscara representar la virilidad del hombre en su afrenta con el toro, la pasada noche del 16 de octubre tuvimos el privilegio de disfrutar de un combate de boxeo por el título europeo mínimo, entre Joana Pastrana (30 años con 16-3, 5 KOs) y Catalina Díaz (40 años con 6-4, 1 KO), en la plaza de toros de Moralzalzar (Madrid).

Combate goyesco

Ese ruedo fue, durante una hora aproximadamente, la representación postmoderna de los grabados sobre tauromaquia de Goya, porque, gracias a la retransmisión en directo de GOL TV, las imágenes de semejante escenario boxístico bien pudieron trasladarnos hasta las primeras décadas del s.XIX español, la época de las conocidas “corridas goyescas” en plena Guerra de la Independencia.

Toda recreación espacio-temporal recoge aspectos del pasado y del presente, porque como decía el ilustre historiador italiano Benedetto Croce: “toda historia es contemporánea”. Por eso, como ya hemos constatado anteriormente, a lo largo de nuestra narración se adivinan sensaciones que recuerdan pinceladas de tiempos pasados.

Pastrana se impone

Sírvanos el cuadrilátero a modo de lienzo para contar el conflicto entre las dos excampeonas europeas del peso mínimo, Joana Pastrana y Catalina Díaz. Éste se resolvió a favor de la primera. Joana, una madrileña residente en el intercultural barrio de Tetuán, impuso su técnica y táctica, además de su mayor envergadura, ante una rival, la gaditana Catalina Díaz, que derrochó pasión encima del ring y a quien poco le podemos reprochar. Ésta dejó todo su boxeo, se vació física y mentalmente entre las dieciséis cuerdas. Pero su noble empuje no fue suficiente para desarbolar a la asentada Pastrana, quien controló el combate de “campana a campana”. Así lo manifestaron las puntuaciones de los jueces de la contienda (99-91, 100-90, 100-90).

El dominio de Pastrana sobre Díaz fue la pauta que marcó los diez asaltos. Sin embargo, eso no significó que, como podría darnos a entender el resultado final, asistiésemos a una velada soporífera, donde la monotonía de los golpes se apoderó de la atmósfera. Nada más lejos de la realidad. Catalina Díaz demostró su casta de auténtica gladiadora, dejando claro que, en su diccionario particular, la palabra “rendición” no tiene cabida. Por eso, Pastrana al término del combate, en la habitual entrevista a la campeona, dijo: “Ha salido todo perfecto. He visto que mi rival se ha desestabilizado en algún momento, pero Katy (Catalina Díaz) es muy dura y no ha caído, es una guerrera”.

Grandes momentos

La victoria fue clara, pero la pelea nos regaló instantes –pinceladas- de enorme intensidad e impacto visual. Unas situaciones de máxima tensión, como en el quinto round, cuando Pastrana tuvo acorralada entre las cuerdas a Díaz, o también, en el octavo, con el directo de derecha de Díaz al rostro de la madrileña y la correspondiente contestación, a modo de contragolpe, de Pastrana con un upper.

Ambas púgiles evidenciaron, en la excepcional velada de un solo combate debido a la situación de pandemia, ser dos ejemplos admirables de la evolución histórica del ser humano. Durante su conflicto boxístico, nos permitieron comprobar cómo, en un ejercicio de abstracción mental posmoderna pasada por el filtro del paradigma cultural histórico (basándonos en la teoría del sociólogo Alain Touraine), la sociedad, en este caso española, ha transitado de la representación pictórica “Duelo a garrotazos” (Francisco Goya, s.XIX) a la proyección digital del combate entre dos practicantes del noble arte del pugilismo (s.XXI).

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