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El Zinedine jugador, amor a primera vista

El Zinedine jugador, amor a primera vista

Los amantes del fútbol viven con una pasión distinta al resto de personas. En realidad, es muy complicado explicar ese sentimiento a quienes no ven más allá que 22 jugadores y un balón de por medio. Esa manera de disfrutar de este deporte no surge simplemente por casualidad, sino que siempre hay un detalle, un hecho o un momento que da pie a comenzar una historia de amor con el fútbol. Hay quienes empiezan a “enamorarse” con un equipo, un himno, unos colores, un estilo de juego… Y como suele ser normal, se mantienen fieles toda su vida a ese sentimiento. Sin embargo, muchas personas se introducen en el mundo del fútbol gracias a un jugador. Aunque puede parecer poco común, el estilo de juego, los movimientos dentro del campo, la elegancia, la filosofía de un futbolista y un largo etcétera pueden maravillar al espectador en todos los sentidos. Y lo más curioso de ello es que no se suele tener en cuenta el equipo para el que juega o su nacionalidad, ni siquiera su edad.

Si se ponen encima de la mesa todos estos aspectos, es fácil encontrar numerosos ejemplos de estos futbolistas tan carismáticos en el panorama mundial. Sin embargo, uno de los jugadores que mejor ha representado la figura de “ídolo de todos” en las últimas décadas es Zinedine Zidane.

El actual entrenador del Real Madrid deslumbró en su etapa como jugador vistiendo la camiseta de la Juventus de Turín y, posteriormente, en el conjunto blanco con su brillante estilo de juego. Su elegancia a la hora de correr, su conducción fina con el balón, la manera en la que leía el juego, sus controles de fantasía, sus increíbles regates, la manera de asociarse con los compañeros, sus goles para el recuerdo y, sobre todo, su humildad y su nobleza, calaron en todos aquellos aficionados que tuvieron la suerte de ver jugar al fútbol a “Zizou”. Un auténtico funambulista dentro del terreno de juego. La grandeza del mediocentro era y es indiscutible, puesto que ha dejado su huella en importantes e inolvidables momentos de la historia del fútbol. Es inevitable no echar la vista atrás y recordar esa volea mágica que trajo el noveno título continental a las vitrinas del coliseo blanco.

Un error que no manchó su imagen

Cuando se habla del Zidane jugador, la memoria de los aficionados tiende a recordar todo lo bueno que sucedió en su carrera profesional y en el fútbol de fantasía que asombraba a todo el mundo. Pese a ello, como todo ser humano, también se equivocó. Imposible olvidar el desacierto más mediático de la estrella francesa. El revuelo formado en el panorama futbolístico se debió al autor de tal acción. El famoso cabezazo que le propinó a Materazzi en la final de la Copa del Mundo de 2006 ante Italia tuvo una repercusión mundial.

Tras un desafortunado comentario del italiano, “Zizou” reaccionó de una manera tan violenta como inesperada. Este es un claro ejemplo en el que queda constancia de que se trata de un jugador vistoso que enamoró al público con la pelota. Nadie le achaca esta agresión en su carrera. Los verdaderos amantes del fútbol prefieren quedarse con ese futbolista que hacía cosas distintas, fascinantes y asombrosas. Es por eso que Zinedine Zidane tiene un hueco en el corazón de aquellos que saben apreciar la belleza y elegancia de este deporte.

El francés es historia viva. Pocos futbolistas pueden decir que han despertado tanta ilusión, carisma y admiración como Zidane. Una muestra del amor y la simpatía del mundo del fútbol por el talentoso “5” del Real Madrid quedó plasmada el día de su retirada en el Santiago Bernabéu. El 7 de mayo de 2006 ponía fin a una carrera envidiable, coincidiendo con los llamados “galácticos” en su última temporada en Chamartín. El público y sus compañeros lo despidieron con una tremenda ovación con la que Zinedine no pudo contener las lágrimas.

 

Puede que aquellos que tuvieron el privilegio de verle en el equipo de su corazón no sean conscientes todavía de la talla de este icono mundial. Sin ningún tipo de dudas, cualquier espectador desearía haber visto a Zidane vistiendo la camiseta de su equipo preferido. Sin embargo, muchos de ellos tuvieron que conformarse con la ilusión y la emoción que despertaba su juego con unos colores con los que no se identificaban. Aun así, disfrutaban del placer de verle actuar en un estadio distinto cada fin de semana. Es lo que tiene el amor, no entiende de circunstancias y es caprichoso por naturaleza. El mundo del fútbol no iba a ser menos en este sentido. Cuántas gracias hay que darle a este deporte por brindarnos la oportunidad de sentir tanto amor hacia unas personas y unos colores.

 

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Autor: Jaime Martínez Fernández

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