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Talentos precoces en la cantera. Un desafío para los adultos

Cuando se planifican procesos formativos deportivos se manejan principios, reglas y criterios que se sostienen en generalizaciones respecto al desarrollo y a la franja etaria. Lo cual resulta correcto inicialmente, pero que es puesto en jaque cuando un talento irrumpe “rompiendo el molde o las reglas establecidas”. Esto implica un desafio para los adultos responsables, sean entrenadores, clubes, asociaciones e incluso a los padres.

La aparición de un talento precoz, es una gran noticia, pero requiere que sus formadores tengan en cuenta, tanto el proceso de todos los que integran el grupo como la individualidad que ha aparecido. Es decir, se trata de equilibrar las generalidades que sostienen el programa de formación con el diamante en bruto hallado. Por lo tanto, un talento precoz siempre pone en cuestión al mundo adulto que planificó, pensó y diagramó el programa de formación de la cantera. Y necesita, que quienes están a cargo estén capacitados para pulir ese diamante sin perder la continuidad con la formación de los integrantes de la cantera.

Condiciones, circunstancias y situaciones

Para trabajar en la individualidad que, con su aparición se posiciona por encima de lo esperado es importante tener en cuenta ciertas orientaciones. En primer lugar, se trata de tener en cuenta el contexto, la edad del adolescente, su desarrollo personal y deportivo y su realidad familiar. En segundo lugar, ir aumentando progresivamente la exigencia deportiva en los entrenamientos y competiciones para que encuentre nuevos obstáculos para aumentar su necesidad de desarrollo; a su vez, que se van bajando los niveles de presión en orden a las expectativas sobre el mismo. Ya que siempre resulta esencial evitar cargar la mochila de expectativas que si no llegan a cumplirse puedan generar frustraciones desmedidas. Como lineamiento general se puede proponer, mayor exigencia deportiva en el desarrollo con menor presión en las expectativas del mundo adulto sobre el mismo.

En este texto se analiza la intervención de cinco actores principales en la formación. Y se mencionan cinco acciones fundamentales para que el proceso formativo sea efectivo y equilibre las generalidades con las apariciones de los talentos precoces.

Cinco actores claves en la formación:

  • Padres: el acompañamiento a los niños y adolescentes de parte de los padres es esencial para la vida de los mismos. Especialmente cuando su hijo o hija es un talento deportivo precoz, por lo que suele resonar dentro de lo familiar.  Por proyección, pueden caer en la tentación de cargarle presiones que no son acordes para la edad. Por lo tanto, es necesario no esperar que el hijo crack salve la economía familiar o cargar de críticas sobre el entrenador que sabe cómo guiar el desarrollo deportivo. Pues ser padres de un o una deportista que se destaca precozmente requiere de padres que dejen que su hijo sea formado. Y sean capaces de sostener el proceso sin adelantar los tiempos. No cargar con presiones y confiar en los formadores y sus criterios es primordial.
  • Entrenadores: encontrar un talento que “rompe el molde” es una alegría y una responsabilidad para quienes les toca entrenarlos. Se trata de equilibrar los principios generales con la necesidades específicas de estas individualidades. Se trata entonces de no perder de vista que la formación es para un desarrollo a futuro y no para el resultado inmediato. Es decir, evitar caer en la tentación de poner todo el tiempo el peso del equipo sobre “la estrella”, pero sin desconocer sus cualidades. Subir la exigencia de entrenamientos pasándolo a edades superiores, ponerles defensas más exigentes, darle ejercicios novedades que impliquen frustraciones posibles de generar crecimiento son decisiones que pueden ayudar a pulir el diamante.
  • Dirigentes: acompañar el proceso formativo institucional, consiste en, diagramar, apoyar y sostener el mismo con independencia de la inmediatez de los resultados. Apoyar y sostener lo proyectado, implica pensar a largo plazo en el desarrollo de los deportistas. Sin encandilarse con el brillo fugaz de una victoria esporádica. Por lo tanto, el talento precoz encontrado no será el encargado, es decir, el cargado de presiones, de mostrar el éxito de las formativas. Sino un integrante más, con características deportivas destacadas de una institución que forma a largo plazo, personas y deportistas. Se trata de evaluar el proyecto formativo no por las victorias a edades tempranas sino por el desarrollo a posteriori de sus integrantes.
  • Clubes: además de los entrenadores y los dirigentes, a un club lo integran los socios y los aficionados. Si bien no tienen grandes responsabilidades pueden influir sobre jóvenes y adolescentes, mediante comentarios, exigencias, halagos o críticas. Se trata de que dentro de la institución se tenga claro que el objetivo formativo no es desarrollar una mega estrella. Sino el de practicar un deporte y, a través del mismo, formar personas y deportistas a futuro. No cargar de presiones a quienes se destacan ni criticar ferozmente cuando las victorias no aparecen es fundamental. Ya que implica comprender edades, situaciones y momentos, dentro de un proceso formativo más amplio.
  • Federaciones: quienes ponen las reglas generales de competencia han de pensarlas favoreciendo el desarrollo de quienes hacen el deporte, pero con la flexibilidad suficiente para no coartar el crecimiento de quienes tienen un nivel superior de juego al esperado. Se trata de pensar reglamentaciones en categorías formativas que promuevan y estimulen la adquisición de habilidades, técnicas y conocimientos propios del período de formación, sin las presiones del profesionalismo o el exitismo  temprano.

Cinco acciones formativas esenciales:

Dentro del proceso formativo, los actores pueden realizar acciones que propicien o coarten el mismo, por eso es importante ponerle un sentido adecuado a cada una de ellas.

  • Desarrollar: muchas veces el niño o adolescente viene con ciertas habilidades deportivas, psicológicas y/o sociales que requiere que la formación no obstaculice el su desarrollo. Es decir, se trata de dejar espacio para que el mismo despliegue su potencial sin coartarlo.
  • Estimular: es fundamental que el objetivo principal de la formación del deportista sea ponerlo en posición de aprendizaje constante y continuo. Es decir, poner al deportista en situación de aprendizaje, incitarlo a explorar nuevas situaciones y enfrentar nuevos desafíos, ya que gran parte de su vida y carrera deportiva futura dependerá de su capacidad para aprender siempre.
  • Promover: así como hay habilidades previas que solo requieren generar condiciones para su desarrollo, hay otras que por carencias o por falta de estímulos previos han de promoverse. Es decir, se debe mostrar la necesidad de aprender nuevas destrezas generando situaciones de frustración o desafío que marquen la importancia de las mismas. Para lograrlo suele ser de utilidad el hecho de subirle al talento precoz el nivel de confrontación o de competencia, para que ante nuevos grados de dificultad pueda ponerse nuevos objetivos de mejora en su juego.
  • Orientar: gran parte de la tarea de un club formativo consiste en orientar a quiénes concurren. Para orientar es necesario saber de dónde se parte y hacia dónde se quiere llegar, es decir, requiere de acciones coherentes y consistentes que marquen un rumbo. Se trata de apuntar a la vida del deportista y no solo de lo técnico. Poner objetivos de crecimiento personales, psicológicos y sociales a través de distintos trabajos que lo orienten en un sentido integral. Ya que orientar el crecimiento personal y no solo el deportivo, implica comprender que detrás de un deportista siempre hay una persona. Y que la carrera del deportista no se agota en la competición, sino que requiere del desarrollo integral de su personalidad, su capacidad de establecer relaciones significativas, de sobreponerse a cambios y situaciones propias de la vida personal y deportiva.
  • Acompañar: es esta la acción más importante de todas para el mundo adulto, siempre hay que estar acompañando a los niños, adolescentes y jóvenes en su etapa formativa. Esto implica estar cerca sin invadir, invitar al crecimiento sin saltar procesos, rodear sin apañar y permitir la frustración como parte del aprendizaje. Se necesita un acompañamiento de todos los actores mencionados, con presencias e intervenciones justas y certeras en las canteras. Para que un talento precoz pueda alcanzar el máximo del potencial posible es fundamental que el mundo adulto lo acompañe sin cargarlo de presiones ni consagrarlo antes de que suceda. Ya que no debemos de olvidarnos que todo deportista que se destaca precozmente, es un niño, niña o adolescente, que comenzó la actividad por el mero placer de jugarla.

Pues, propiciar el mejor desarrollo posible de un talento precoz, consiste en acompañar su deseo de crecer en pos de lo que él proyecta ser y hacer.

 

@Gustavoemena

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