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Super Bowl LI, una oda al fútbol americano

New England Patriots se alzó con el trofeo de la Super Bowl número 51 este pasado domingo 5 de febrero ante los Atlanta Falcons en un partido que será recordado como el más impresionante jamás presenciado en un evento como tal.

Ahora que recupero la conciencia después de un día de apenas haber sabido si seguía o no viendo a la defensa de Atlanta en las nubes o si yo era el que estaba en realidad allí, me percato de que lo que anoche presencié ante mi televisor fue historia, y como historia que es, antes de cualquier cosa, tengo que dar las gracias a su escritor: Gracias señor Bill Belichick, señor Tom Brady, señor Bennet, señor Chris Hogan, señor Amendola, señor Julian Edelman, señor Blount y señor White. Gracias a todos por escribir esta preciosa historia.

Sin embargo, si solo agradecemos y nos ceñimos a homenajear y alabar, vamos a quedarnos muy cortos. Y es que, esta Super Bowl se salió de los esquemas, contrarrestó lo soporífero, rompió los límites, derribó los muros colocados… nos hizo creer. Nadie dio nada por unos agazapados Patriots que, a falta de ocho minutos y veintiún segundos del tercer cuarto, se veían sumidos en una estrepitosa desventaja de 25 puntos (la mayor en una final de la NFL).

Quién iba a decir que unas horas más tarde Brady, con el récord de yardas y pases completados en una final, y después de haber ganado la primera prórroga de esta, iba a terminar portando el cetro más codiciado, aquel que el glorioso Vince Lombardi otorgó su nombre y que tantos, y tantos, y tantos astros han tocado, besado, abrazado y sentido cuando han saboreado la máxima gloria del deporte. Sí, sin pelos en la lengua hay que decirlo ya, el ganar una Super Bowl es equivalente a incluso alzarte con un Mundial de fútbol, o un oro en los Juegos. Es algo mágico, y más aún cuando se hace de esta forma.

Pasaré a ser noctámbulo si me firman en un papel que siempre será así el fútbol americano, ese deporte que juegan dos y que siempre ganan los Patriots. Pero si no me lo firman también me convertiré igualmente, porque la suma de valores que este deporte ha enseñado en cada una de sus jugadas del pasado domingo, queda fuera del alcance de cualquier disciplina en estos momentos. Desde organización táctica hasta control mental, pasando por orden, respeto, sabiduría, picardía y saber creer. Un despliegue espectacular al alcance de tan solo unos elegidos.

Por suerte o por desgracia, estos elegidos fueron, por quinta vez en la preciosa historia del óvalo con cuerdas, los Patriotas de Nueva Inglaterra, unos hombres que podrán reposar tranquilamente durante estos meses de descanso, porque han hecho el trabajo que todos esperaban que harían. Eso sí, teniendo que superar con su oda al ‘football‘ a unos Falcons que, a mi juicio, tendrán siempre en su haber la mitad del trofeo plateado en la Super Bowl más impresionante que el planeta deportivo nos regaló.

Imagen: thenet24h.com.

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