Análisis

Un renacido Real Valladolid

Comenzando el mes de octubre, el Real Valladolid caía derrotado en el Ciudad de Valencia (3-2) y, aunque perder ante el líder indiscutible de la categoría podía considerarse un traspiés razonable, era la quinta derrota consecutiva y el joven conjunto vallisoletano se veía luchando contra una enorme losa, tanto en el aspecto anímico como deportivo. Una trayectoria que puso al conjunto de la ciudad del Pisuerga al borde de las posiciones de descenso a 2ª B y con media liga esperando un desenlace traumático.

Una semana después, sentado en la grada de Zorrilla, antes del inicio del partido frente a la A.D. Alcorcón, se respiraba un ambiente de calma tensa en una afición que sabía de la importancia de la victoria pero que, como ocurriera en su día con Jose Luis Mendilibar, había depositado una enorme confianza en un entrenador y una plantilla que empezaban a conectar con la fibra sensible de la ciudad. En los prolegómenos del encuentro, acostumbrado a los comentarios de los agoreros y pesimistas que suelen acaparar toda discusión en este tipo de situaciones, me llamó la atención el hecho de que los temas de conversación que predominaban en los clásicos corrillos previos al inicio del choque no se diferenciaban en exceso de los de cualquier otro encuentro. Quizá se trataba de  tranquilidad y optimismo, o puede que fuera solo la aceptación de una cruda realidad.

Rafa posando como nuevo juagdor y santo y seña de la campaña de abonados (Foto:as.com)
Rafa posando como nuevo jugador, santo y seña de la campaña de abonados (Foto:as.com)

Para entender este ambiente hay que remontarse a un verano muy intenso en las oficinas de la Avenida del Mundial 82, al que los socios y simpatizantes del Pucela llegaban desmoralizados, después de haber tenido que presenciar la peor temporada del club en más de 40 años. Así, en el momento de mayor desapego de la masa social, el club incorporó a 17 nuevos jugadores y a un entrenador de prestigio y sobrada experiencia en la categoría, lo que unido a una audaz campaña de abonados, logró evitar males mayores y mantuvo la fidelidad de la mayor parte de la afición.

Aún con parte de la ilusión recuperada, se daba por seguro un comienzo difícil y una campaña repleta de desafíos que, a pesar de los buenos resultados de las primeras jornadas, parecía tener al entorno preparado para una racha negativa. Y cuando está llegó fue el momento de hacer gala del consabido estoicismo castellano, hasta que pasara el temporal.

La afición apoyó desde el principio durante el vital partido ante la A.D. Alcorcón. (Foto: realvalladolid.es)
La afición apoyó desde el principio durante el vital partido ante la A.D. Alcorcón. (Foto: realvalladolid.es)

Y  a pesar de la gravedad de la crisis de resultados, en menos de un abrir y cerrar de ojos, la paciente parroquia blanquivioleta veía a su equipo pasar del borde del abismo a pisar los talones de los aspirantes al ascenso y, como si de un premio extraordinario se tratase, verse clasificado para dieciseisavos de final de la Copa del Rey, tras un vibrante encuentro en casa ante el C.D. Tenerife. Pero, ¿que ha ocurrido en el equipo que ha propiciado esta mágica recuperación? ¿Es realmente un cambio, un proceso o una mera casualidad?

La respuesta parece radicar en que los jugadores han comenzado a asimilar la machacona idea de juego propuesta por Paco Herrera. El manido rombo en el centro del campo ha dejado de parecer una quimera al alcance de equipos repletos de estrellas y ha empezado a acercarse al nivel que el veterano técnico barcelonés desea. Apoyándose en un André Leao renacido, Joan Jordán mostrando el gran potencial que atesora en sus botas y la esperada clase de Álex López y Michel Herrero, el centro del campo del conjunto castellano comienza a rodar.

Álex López durante el partido ante la S.D. Huesca (Foto: realvalladolid.es)
Álex López durante el partido ante la S.D. Huesca (Foto: realvalladolid.es)

Y si en la solidez de los primeros radica la estabilidad del equipo y la seguridad de una defensa cada día más sólida, es en los dos centrocampistas ofensivos donde reside la clave de la búsqueda de la excelencia. En ellos ve Herrera la diferencia entre jugar y manejar el encuentro, entre encontrar o crear las ocasiones de gol, entre querer y poder.

Pero aunque en el centro del campo esté el alma del proyecto, los goles siguen siendo la chispa del fútbol y ahí es donde ha aparecido la sorpresa más agradable de este inicio de temporada. Aprovechando el periodo de adaptación de los nuevos fichajes y el irregular inicio de otros compañeros, José Arnáiz ha tomado la titularidad al asalto y, habiendo conseguido ya cuatro goles, no parece que vaya a ser fácil apartarle de ella. Su aparición ha sido un soplo de aire fresco para la entidad y la grada que, desde la irrupción de Óscar González, allá por el lejano año 2000, había perdido la esperanza de ver llegar a un joven canterano al primer equipo.

José Arnáiz anotando el primero de sus dos goles al A.D. Alcorcón. (foto: realvalladolid.es)
José Arnáiz anotando el primero de sus dos goles al A.D. Alcorcón. (foto: realvalladolid.es)

A pesar de que ahora soplen vientos favorables para la escuadra albivioleta, no hay que olvidar que los pucelanos son un equipo en plena reconstrucción, que ha contado con tan sólo 4,1 millones de euros (18º presupuesto de la Liga 1|2|3) para construir la 4ª plantilla más joven de la competición (26,3 años de media) y a la que le queda aún mucho trabajo por delante, aunque también gran margen de mejora. Por lo que, con esta breve reacción el equipo ha devuelto la confianza depositada por la directiva y la afición, y ha recuperado la fe en sus posibilidades, dando la razón a la idea de juego de Paco Herrera, quizá sabedor de que en Valladolid, con el rombo, siempre nos ha ido sobre ruedas.

Fuente de la foto de cabecera: realvalladolid.es

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