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De Splitter a Iguodala, o cómo las defensas ganan campeonatos

Los Cleveland Cavaliers son los flamantes campeones de la NBA, curso baloncestístico 2015/2016. Se coronan ante el mejor equipo de la historia en temporada regular siendo la primera franquicia que remonta un 3-1 adverso en la serie final.

Pero para entender cómo se ha llegado a este momento cumbre en la carrera del inclasificable LeBron James, hay que echar la vista atrás. En el verano de 2010, se convertía en agente libre y llevaba sus talentos (sic) al sur de Florida, a los Miami Heat. Como siempre a lo largo de su carrera, habría en su etapa bajo al caluroso sol de Miami luces y sombras. Sombras en las Finales de 2011 contra los Dallas Mavericks del baloncesto total de Nowitzki y el mejor equipo en el juego estático que se recuerda a cargo de los San Antonio Spurs, y luces en los anillos de 2012 contra Oklahoma City Thunder y el de 2013 contra los mismos Spurs.

Es en este último en el que hay que posar la mirada y el recuerdo. Antes del celebérrimo triple de Ray Allen desde la esquina para forzar el Game 7 tuvo lugar, durante el segundo partido, una de esas acciones que significan más de lo que puede parecer en el marcador. Faltaban ocho minutos para el final del Game 2, y Miami ganaba 86-67 después de haber perdido el primer partido de la serie en el American Airlines Arena, en casa. Tras un pick and roll entre Parker y Splitter, este se quedaba solo ante el aro para romperla, y quizás dar esperanzas al equipo del Álamo. Cuando ya se relamía ante la acción que estaba a punto de acometer, apareció una sombra que bloqueó el mate con la palma de la mano entera sobre el balón. Este salió rechazado y provocó un contraataque del equipo de Florida. Pero LeBron sabía de la importancia de lo que acababa de hacer y se quedó celebrando tan brutal acción, estaba cambiando el rumbo de la eliminatoria. Después llegarían las jugadas en ataque de sobra conocidas en aquellas Finales, el triple de Allen y la canasta de dos puntos de LeBron para poner el 92-88 final en el séptimo partido tras un fallo incomprensible de Tim Duncan debajo del aro. Era el segundo anillo de LeBron en Miami y, a la postre, el último.

De aquella tremenda acción pasamos a lo acontecido de vuelta en Cleveland. El Elegido, tras ser vilipendiado, insultado y tratado no menos que de un Judas moderno, volvía a establecer comunicación con Dan Gilbert, el dueño de los Cavs, para volver a casa. El regreso se consumaba tras las Finales perdidas contra San Antonio en 2014.

El primer año y medio con David Blatt fue un quiero y no puedo, encontrándose completamente solo en las Finales sin Love ni Irving. Pero cuando Gilbert (o el propio LeBron) sentaron a Tyronn Lue en el banco, todo cambió. Siempre se ha echado en cara a LeBron que hacía y deshacía a su antojo en sus equipos, si no, ¿por qué James Jones tiene los mismos anillos y las mismas participaciones en Finales que él? Este año se ha demostrado que es un entrenador en la pista. No quería a Mozgov, pues Tristan Thompson ha hecho unas Finales tremendas. Quería de vuelta a otro amigo, Mo Williams, que ha terminado jugando minutos más importantes que Dellavedova en estas series. Quería un equipo con tiradores alrededor, y ha tenido a Love, Irving y JR Smith con él. Y ha triunfado.

Es tan importante en la historia los vencedores como los vencidos. Y si el año pasado y el anterior los que se llevaban la gloria eran los que lo pararon (entre comillas), este año se vengó del último guerrero que le robó la gloria: Andre Iguodala. El genial alero de Golden State llegó renqueante a los últimos dos partidos, y su equipo lo notó. Llegó tan tocado que únicamente anotó cuatro puntos en el Game 7 y pudieron ser seis, pero esta vez no lo conseguiría.

Quedaban dos minutos de temporada cuando Kyrie Irving erraba una penetración y el balón salía rebotado. Iguodala salía con bote de la cueva por la derecha, soltando el balón al otro lado de la cancha para Stephen Curry, formando un dos contra uno con Smith enfrente. Devolvió el balón para Iggy. Smith hizo lo que se tiene que hacer, cruzarse por delante de Iguodala sin hacer falta, porque venía por detrás el alero de Akron que, poniendo su enorme zarpa sobre la pelota, hacía que esta rebotara y no volviera a besar la red de su equipo en lo que restaba de partido. Mucho más decisivo este tapón que el anterior, pero igual de importante.

El resto es ya historia. El triple de Irving. La falta sobre LeBron. La celebración. Las lágrimas. Curry marchándose y Green volviendo para felicitar al Rey. Porque para los que aprenden, saben, interpretan, quieren, adoran y viven el baloncesto, los ataques ganan partidos, pero las defensas ganan campeonatos.

Fotografía: vía as.com

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