Cine y deporte

Ruedas de fuego (The Fireball, T. Garnett, 1950)

Sucede en ocasiones, que grandes tramas se envuelven en películas estéticamente mediocres, cuyos defectos de producción cristalizan y se evidencian de forma constante y, sin embargo, mantienen cierto atractivo una vez es posible desviar la atención de sus defectos y centrarse en los aciertos. La película representa una clásica composición de estudio, en la que se repiten los gags y los diseños de fotografía prediseñados que estéticamente son fácilmente reconocibles por el espectador.

Quién es quién

Mickey Rooney encabeza un reparto formado por Beverly Tyler y Pat O’Brian al que se suma como secundaria Marilyn Monroe, en su octava aparición cinematográfica. Por contentar la mitomanía en torno a Monroe, baste decir que, a pesar de contar con un personaje meramente testimonial, este mismo año tiene apariciones en dos grandes producciones como Eva al desnudo y Jungla de Asfalto, ambas muy por encima en calidad y recepción que la que se trata aquí y que sí contribuyeron decisivamente al despegue de su carrera.

Buscando el relanzamiento

El carismático Mickey Rooney interpreta a un acomplejado huérfano –Johnny Casar– protagonista de esta historia. Se encontraba en este momento en un punto de inflexión en su carrera, alejado del temprano éxito de su personaje de Andy Hardy en la serie de películas de MGM y habiendo renovado a la baja su relación con la productora.

Tay Garnett por su parte se trata de un director ortodoxo, siempre ligado a producciones menores de estudio especializado en comedias. En este género volcó buena parte de su carrera, con cortometrajes principalmente en la década de 1920 y cuyo desempeño subyace a lo largo del montaje, impregnando el estilo visual de la comedia muda.

El primer acto de la película es la que presenta mayor similitud en cuanto al género anteriormente citado, pudiendo distinguir gags que nos retrotraen necesariamente al cine de Keaton y Chaplin y que compensa cierta pátina melodramática en lo relativo al argumento.

La forja del huérfano

Johnny Casar se presenta al espectador a través de una sucesión de fotogramas. Allí aparece quemando distintos utensilios deportivos, pero será a partir de un truco de guión por el cual se conozca realmente al personaje. El reverendo encargado de la dirección del orfanato -Pat O’Brien- explica cómo se trata de un muchacho acomplejado por su físico. Busca un lugar en la vida que no acaba de encontrar, razón por la que se escapa en sucesivas ocasiones y siempre acaba volviendo.

Tras una sucesión de acontecimientos, Casar comienza a practicar el patinaje gracias a una joven instructora -Beverly Tyler- quien parece compadecerse de él. Este es el primer punto de inflexión, cuando encuentra una amiga que le aporta confianza, compañía y protección, amén de cierta atracción sexual.

Bien podría este momento de la película compararse con la llegada al nivel de afiliación de la pirámide de Maslow. En este momento también empieza a desarrollarse una actitud altanera, briosa, que llama la atención del público y los medios de comunicación. Vuelca la balanza del patrón del equipo para concederle una oportunidad en base a la legión de seguidores que consigue hacer con su actitud. Decide enfrentarse al capitán del equipo y campeón Mack Miller -Glen Corbett- al que consigue vencer tras varios intentos y a partir de ese momento se convierte en miembro del equipo y, posteriormente sprinter y principal estrella del mismo.

Acontece la desgracia: el eterno retorno

Conforme se suceden los éxitos deportivos del protagonista, se confirma su tendencia autodestructiva por medio de los excesos, tanto físicos como psicológicos. El Casar del segundo acto de la película se muestra violento, narcisista y ególatra que le separa de sus referencias positivas de antaño.

Consigue enemistarse con el equipo, que sigue permitiendo que compita en tanto que los trofeos y los éxitos se suceden, pero guardándole profunda antipatía. Hasta este punto, subyace la idea del deportista de éxito cuya vida disoluta o formas altaneras aúpa a una profunda masa social hacia actitudes semejantes a la idolatría.

Sin embargo, el espectador, es testigo de la propia degradación del personaje, y he ahí la importancia de la narración visual. Podemos observar las distintas reacciones de los personajes ante la actitud del personaje de Rooney. La instructora define muy bien el personaje de Casar cuando en un momento dado al empezar a patinar dice: es como si en una sola temporada, quisiera desquitarse de los golpes de toda una vida, se trata de una suerte de exceso por compensación.

Desenlace sorprendente

Un suceso inesperado va a precipitar el desenlace, rompiendo en cierta forma la tónica general de la película. A Johnny Casar le detectan poliomielitis. Tuvo una larga estancia en el hospital con la única compañía del reverendo y de la instructora. Consigue recuperarse y rehabilitarse incluso hasta el punto de volver a formar parte del equipo de patinaje cuyo desenlace equivale al final de la película. Finalizaba el párrafo anterior con las palabras de la instructora que cobran sentido una vez se visualiza el desenlace de la película, el desgraciado Casar es golpeado de nuevo por la vida, obligándolo a reflexionar, a retornar a su origen para comprender mejor sus circunstancias.

 

Síganme en @kapy_95 y sigan toda la información y actualidad deportiva en @SextoAnillo, en www.facebook.com/sextoanillo o en nuestro Instagram @sextoanillo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *