Balonmano Entrevistas

Edgar Penón: “Quiero encontrar mi sitio en el mundo” (II)

Continuamos con la entrevista a Edgar Penón, jugador de balonmano y luchador infatigable. Valores del deporte que le han servido para aferrarse a la vida cuando más difícil se lo puso esta.

Lucha continua

SA: Comentabas que el deporte te ha ayudado mucho y en concreto el balonmano. Cuando empezaste el tratamiento, ¿esperabas poder jugar de nuevo?

EP: No. Cuando me diagnosticaron el cáncer me explicaron que me dejaría la pierna tocada y que nunca iba a ser como la derecha. No me aconsejaban el deporte de contacto. Todo lo que tenía que hacer en balonmano ya lo había hecho, no me la quería jugar. Caminaba con dos piernas, siendo que al principio no sabía si me tendrían que amputar o poner una prótesis. Entonces, mucha gente me decía que estuviese tranquilo, que había tenido suerte. Sin embargo, otra poca gente me proponía intentarlo a ver hasta dónde llegaba. Y ni de broma entraba en mis planes.

Tras el confinamiento, en junio de 2020 me tuvieron que hacer una pequeña operación para quitar un granuloma que quedaba. En julio salió el equipo de Ademar Zaragoza y yo tenía una espinita clavada, me había retirado un cáncer y yo quería retirarme por mí mismo. Se lo comenté a un amigo que estaba en el equipo y el club se puso en contacto conmigo, me dieron todas las facilidades del mundo. Accedí a estar con ellos, pedí que no me metieran prisa, lo iba a intentar, pero quizás no tuviese buenas sensaciones. En agosto empecé a trabajar muy duro con el preparador físico para poder volver. Y el resto, como se dice, es historia.

Vuelta al 40×20

SA: El 28 de marzo volviste a ponerte las zapatillas de jugar y a pisar el 40×20. ¿Qué sentiste al entrar en el terreno de juego?

EP: Fue muy bonito, se me eriza la piel de recordarlo. No pude tener un regreso mejor. Yo no esperaba nada, estaba concentrado en el partido, pensaba que era un partido más como si no hubiera pasado el tiempo. Salí a calentar y estaban todos los compañeros con camisetas de ‘Bienvenido Edgar’, los amigos me hicieron una pancarta con una imagen mía. Fue muy emotivo, se lo agradezco muchísimo, esa fecha me la llevo para el resto de mi vida. Todavía no soy consciente de lo que sentí ese día. Conforme se acercaba no me lo creía, recordaba las palabras del médico cuando no me recomendaba jugar. De hecho, esa misma semana tenía revisión y le comenté que iba a volver, él se sorprendió para bien y me dijo que era un valiente. Su aceptación me impulsó enormemente. Fue un día de mucha felicidad, fui feliz como hacía mucho que no era. El poder volver a pisar el 40×20 es algo que todavía me cuesta creer porque en mi cabeza era imposible. Estoy aún en una nube.

 Falto de ritmo

SA: Has jugado los últimos 9 partidos de la temporada, anotando en casi todos ellos. ¿Cómo recuerdas ese tramo final?

EP: Fue una montaña rusa de emociones. Empecé con muchas ganas y el equipo estuvo bien. Mis compañeros me decían que conmigo iban más motivados. Cada partido trataba de darlo todo para que tuvieran lo mejor de mí y yo esperaba lo mejor de ellos. Me decían que no parecía que hubiera estado tres años sin jugar, aunque yo notaba que los movimientos me costaban. Ponía todas las ganas del mundo, pero no me salía tan bien como quería, tenía esa presión, me exigía el máximo y me frustraba. Me tranquilizaban diciéndome que no volvía de una lesión, sino de algo mucho más grande. Sabía que tenía que cambiar ese chip porque no tenía ritmo de competición y tenía que tener paciencia. Luego sí que veía que marcaba goles y estaba satisfecho, al menos me acordaba de cómo meterlos. 

 

SA: Son muchos entrenamientos y partidos, ¿cómo te has sentido físicamente, has notado molestias en la rodilla?

EP: Obviamente tenía alguna molestia, aunque nada que hiciese saltar las alarmas. Simplemente valía con estirar y ponerme hielo. Me he dado cuenta de que el balonmano en estos años ha cambiado bastante, la Primera Nacional te exige mucho más físicamente, corríamos mucho y las piernas se cansaban. Era normal, venía de no poder ni correr a la parada del bus…, las rodillas aún tenían que hacerse. La edad también se notaba, ya tengo que cuidarme.

 

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