Análisis Tenis WTA

Una nueva Naomi Osaka

La temporada 2019 fue una de altibajos para Naomi Osaka. Inició el año con un impresionante triunfo en el Abierto de Australia, pero luego, la presión de ser la mejor tenista del momento, probó ser demasiado fuerte. Sin embargo, el final del año fue sólido. Sus triunfos en el Toray Pan Pacific, celebrado en su ciudad natal, y en el Abierto de China, donde venció a jugadoras de la talla de Bianca Andreescu y Ashleigh Barty, presagiaban que llegaría al 2020 con el impulso necesario para defender el “major” australiano, y consolidarse como una de las mejores tenistas de su generación.


En su primer torneo de la nueva temporada, el cual se celebró en Brisbane, lució en buena forma. Sus primeras tres victorias del año, ante Maria Sakkari, Sofia Kenin y Kiki Bertens confirmaban su buen estado físico. Y aunque cayó en las semifinales ante Karolina Pliskova en un reñidísimo partido, partió hacia Melbourne con buenas sensaciones.

Sus primeras dos rondas en la primera parada del Grand Slam, transcurrieron sin contratiempos. En la tercera ronda se enfrentaría a la juvenil Coco Gauff, a quien había vencido de forma contundente meses antes en el Abierto de Estados Unidos. Y aunque la estadounidense es de esos talentos especiales que en pocos meses son capaces de desarrollar su juego, pocos se habrían atrevido a pronosticar que vencería a Osaka. Y menos de la forma que lo hizo, en sets consecutivos. La derrota provocó que la japonesa bajara a la décima posición del ranking, y que volvieran las dudas que marcaron buena parte de la pasada temporada.

Un periodo lleno de incertidumbre

A los dos días de este inesperado traspié, ocurrió una desgracia que impactó al mundo entero. La trágica muerte de la estrella del baloncesto Kobe Bryant, a quien Osaka reconocía como un mentor, la sumió en una profunda tristeza que se hizo evidente, cuando cayó desastrosamente ante la española Sara Sorribes Tormo, en la fase clasificatoria de la Fed Cup.

Como si la situación no fuese ya complicada para la ex número uno del mundo, la llegada de la pandemia del covid-19, abrió un nuevo periodo de enorme incertidumbre. Sin embargo, la cancelación en cadena de los torneos programados, incluyendo los Juegos Olímpicos de Tokio, donde Osaka figuraba como principal atracción, sirvió para reenfocarse y reflexionar sobre su propósito en la vida, no solo como jugadora, sino como figura pública.

Una nueva motivación

Para el mes de mayo, tras un proceso de introspección, expresó públicamente su intención de ser más vocal, algo que iba en contra de su naturaleza introvertida. Este compromiso, coincidió con el asesinato de George Floyd en manos de la policía de la ciudad de Minneapolis. La pérdida de este ser humano, junto a decenas acontecidas durante los pasados años, movió a Osaka a asumir una posición y convertirse en una portavoz del movimiento Black Lives Matter.

Cuando el tenis regresó durante el verano, Osaka tomó la arriesgada decisión de no jugar su partido de semifinales en el Western & Southern Open, para forzar la discusión en torno al grave problema de violencia que la comunidad negra de los Estados Unidos sufre en manos de los cuerpos policiacos. Sin duda, la movida resultó exitosa ya que los organizadores del evento decidieron no celebrar partido alguno durante ese día. La discusión a partir de ese momento, giró en torno al problema racial, lo cual era la meta de la japonesa de padre haitiano. Al día siguiente, Osaka pudo jugar su partido, el cual ganó. Y aunque no pudo presentarse a la final, por una incipiente lesión, llegó al US Open como una de las favoritas a ganar el torneo.

Su nueva vida como activista no se detendría con esta acción. Osaka anunció que en cada partido que jugara en el US Open, llevaría una mascarilla con el nombre de una persona negra asesinada por la policía durante intervenciones en las que no se siguieron los protocolos establecidos.

 

Partido tras partido, Osaka hacía entrada al Arthur Ashe Stadium, y los ojos de todo el mundo se dirigían a su rostro. ¿Quién fue esa persona cuyo nombre estaba impreso en su mascarilla? ¿Cómo fue asesinada? Fueron algunas de las preguntas que Osaka logró generar con este simbólico acto.

Estas acciones traerían a su vez un nivel de presión nunca antes sentido por ella. Ya no jugaba solamente para ella. Lo hacía por toda una comunidad históricamente marginada. Osaka estaba consciente que debía ganar para el movimiento, para las víctimas y para toda aquella persona que sufría por el racismo. Una derrota a destiempo, pararía la discusión. Y eso no lo podía permitir.

En el transcurso de dos semanas, Osaka llevó su mensaje en cada uno de los siete partidos que enfrentó. El triunfo en la final, catapultó a esta chica de raza híbrida y potente juego, a un nivel de reconocimiento al que muy pocos deportistas han podido llegar.

Una nueva etapa

Al finalizar la temporada, no solo lo hizo como la campeona del US Open y con su ranking de vuelta al top 3, sino que fue una de cinco atletas reconocidos por la revista Sport Illustrated, como deportista del año.

Sin duda, el 2021, aun con toda la incertidumbre que persiste a raíz de la pandemia del covid-19, pinta positivo para Osaka. Su juego y condición física lucen muy sólidos. Pero quizás, más que esto, lo que impresiona, es su nueva fortaleza mental.

A veces en la vida, uno tiene que mirar más allá de lo conocido y de lo seguro, para encontrar una nueva motivación. Osaka la ha conseguido, y esto, la podría llevar a ser la tenista más dominante de su generación.

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Fuente de la foto principal: @naomiosaka

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