Cuentan las crónicas de historia que hace 2500 años en una península bañada por las aguas del mar Mediterráneo, existió una sociedad dominada por portentosos guerreros conocidos como espartanos a raíz del nombre de su lugar de procedencia, Esparta (polis de la antigua Grecia).
Desde una perspectiva de colectivismo elitista, los antiguos espartanos tenían una mentalidad corporativa con respecto a la sociedad. En ella los hoplitas (soldados-ciudadanos) fueron la punta más elevada de la jerarquía piramidal que estructuró las relaciones entre los habitantes de Esparta.
Desde una edad temprana los hijos de la polis eran educados en las distintas facetas de la guerra. Así, los soldados más experimentados eran los encargados de adiestrar a los jóvenes, quienes eran arrancados del regazo maternal para pasar a convivir con sus iguales hasta el final de sus días.
Cuba y selección deportiva
La herencia de sociedades fundamentadas en el orden marcial, en pleno siglo XXI, bien pudiera apreciarse en países como Cuba. En base a esos ancestrales planteamientos sociales, los hijos de la patria cubana son educados específicamente por el Estado (antigua polis griega) para aquellas habilidades deportivas o profesionales en las que muestran mejores condiciones (genéticas, actitudinales, aptitudinales,,…).
Uno de esos prototipos estatales fue el ahora boxeador profesional Yuriorkis “El ciclón de Guantánamo” Gamboa. Éste fue oro en la Olimpiada de Atenas 2004, haciendo valer esa reflexión de Marx (s. XIX) que dice: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”, ya que, en época clásica (s. VI-IV a.C.), Atenas y Esparta protagonizaron algunos sonados enfrentamientos bélicos (Guerras del Peloponeso, s. V a.C.) y también políticos. Atenas fue la cuna de la democracia y Esparta buscó la excelencia militar.
Potencia olímpica
Cuba es una potencia olímpica a pesar de sus limitaciones demográficas y económicas. Uno de sus deportes más laureados es el boxeo. La escuela de boxeo de Cuba otorga a sus pupilos una genuina forma de boxear. Los boxeadores cubanos son técnicos, poseen un gran juego de piernas, son escurridizos en el ring, y todo ello combinado con una astucia casi innata y una destacada inteligencia. Muchas de esas cualidades pudieran explicarse por el abultado número de combates de amateur que todo boxeador cubano está obligado a realizar.
El pupilo Gamboa formó parte de un engranaje político-social donde cada pieza tiene una función determinada. Una visión del éxito como colectivo, donde el todo oculta las partes. Pero, desde ese oasis o infierno político y social del siglo XXI que representa la isla de Cuba, Gamboa terminó emigrando, primero a Alemania, y más tarde a los Estados Unidos de América (USA). Hizo honor a su apodo, el ciclón se trasladó de Cuba a Florida.
Paso a los pros
Comenzó su andadura profesional de la mano del reconocido entrenador, también de origen cubano, Emilio Salas. Éste fue su “Leónidas” particular, porque le ayudó a realizar el complicado camino del boxeo amateur al profesional. Son dimensiones del boxeo que transcurren paralelas pero que están alejadas la una de la otra.
Los primeros años fueron exitosos, se vio a un Gamboa dominador en tres divisiones diferentes: pluma, súper pluma y ligero. Todos los sacrificios pasados le estaban dando pingües beneficios, algo que Cuba le había negado.
Sin embargo, el ocaso del guerrero acaba llegando y un día, sin previo aviso, fue noqueado. Gamboa perdió su primer combate como profesional en 2014 contra un “guerrillero de la vida” de depurados principios boxísticos, Terence Crawford.
Más recientemente (hace once meses), vimos, tristemente, como Gamboa se lesionó en el segundo asalto de su pelea contra Gervonta Davis (el boxeador más de moda en la actualidad debido al nocaut bestial que provocó a Santa Cruz la pasada semana), condicionando una nueva derrota del cubano.
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