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Regreso al futuro

El sábado Huerta del Rey volvió a vibrar como hacía tiempo. Con 3.000 personas en las gradas y, como si de un déjà vu se tratase, el Valladolid puso contra las cuerdas al todopoderoso Barcelona. Los tiempos son muy distintos ahora pero las sensaciones vividas fueron muy similares.

Como en la mítica película Regreso al Futuro, los chicos de David Pisonero -los Gladiadores Azules– viajaron al pasado el sábado para tratar de cambiar el futuro. Los Camino, Serdio, Javi Díaz y compañía se enfundaron la casaca amarilla de los Chema Rodríguez, Muratovic o José Manuel Sierra para disputar un partido al invencible Barça.

Por momentos recordamos aquellos años, sí. En los que el equipo blaugrana temblaba solo con el mero hecho de nombrar a Valladolid porque sabían que allí iban a sufrir, que iban a tener que poner toda la carne en el asador para sacar los dos puntos que en varias ocasiones se quedaron las entonces huestes de Pastor.

Salvando las distancias -que son muchas- con los partidos del pasado, lo cierto es que el Atlético Valladolid volvió a rememorar aquellas tardes de gloria y Huerta del Rey se convirtió de nuevo en “la caldera” que antaño fue. Los pucelanos dominaron de cabo a rabo el partido con una excelsa defensa y un ataque preciso, sin errores ni pérdidas que permitieran al Barça goles fáciles de contraataque. No bajando nunca los brazos y elevando al máximo la propuesta de aquel equipo de ir, ya no partido a partido, sino ataque a ataque, defensa a defensa, peleando hasta la extenuación y no dando una balón por perdido. En una primera parte perfecta, los de Pisonero se fueron al vestuario desatados y con cuatro goles de ventaja.

La segunda comenzó como se esperaba, con la reacción del Barça y con la sensación de que el líder pondría las cosas en su sitio y se marcharía en el marcador hacia una nueva victoria; la 144 en 145 partidos. Sin embargo, el Atlético siguió concentrado y trabajando, sin modificar un ápice el planteamiento inicial y sin dejar que el cansancio hiciera mella en su balonmano, hasta el punto de que (también como antes) los azulgrana tuvieron que echar mano de alguna pequeña “ayudita”.

La historia terminó, como no podía ser de otra manera, de manera dramática. Terminados los 60 minutos, el empate estaba en el bolsillo pero el Barça contaría con un último lanzamiento a tiempo cumplido. Entonces apareció el hechizo de un mago llegado de la fría Islandia y llamado Aaron Palmarsson para, con una genialidad, dar la victoria a su equipo.

Piña de los azulgrana en la pista y desolación en jugadores y aficionados vallisoletanos; se había escapado la gran oportunidad de sus vidas, como en los viejos tiempos, ¿o no?. La realidad es que, pese a toda la emoción vivida, la sensación final es (sin quitar una pizca de mérito a los jugadores de Pisonero) que el Barça sigue estando igual de lejos y camina por la liga sesteando, lo que provoca que, de vez en cuando, esto pueda pasar si el rival se lo cree y tiene el partido perfecto. Estoy muy feliz de que mi equipo haya estado a punto de poner fin a la hastía racha del Barcelona, sin embargo, minutos después vuelves a la triste realidad de una liga carente de objetivos más allá de lograr la permanencia. Ni siquiera el poder luchar por puestos europeos supone una motivación real porque seguimos a años luz del nivel medio del viejo continente hasta el punto de que cada final de temporada tenemos que mendigar una plaza más en la Champions. De todos modos, disfrutemos de momentos como este que suponen un pequeño aliento de vida para una liga que agoniza día tras día y creamos en que el futuro lo cambian los pequeños detalles como nos hicieron pensar Marti McFly y su inseparable Doc Emmet.

Imagen destacada: www.atleticovalladolid.es


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