Opinión

Carreras que hacen afición: GP de Catalunya 1998

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Hay grandes premios o carreras que te marcan y que fomentan tu pasión por el motociclismo. Son aquellas carreras que perduran en la memoria de cada uno y que por muchos años que pasen siempre te llegan flashes que te transportan a aquel momento pasado, siempre el preciado pasado; y te hacen sentir esa melancolía, esa emoción que te eriza la piel al recordar viejos tiempos.

Para mí el Gran Premio de Catalunya es el gran premio de casa. Vivo a escasos 15 minutos del Circuit de Barcelona-Catalunya. Y salvo en dos ocasiones, he asistido regularmente desde 1998 al gran premio.

Precisamente quería hablar del año 1998, y de esa primera carrera mundialista que pude presenciar en la tribuna F del Circuit.

Yo tenía por aquel entonces 9 añitos recién cumplidos. Recuerdo como ese año fue de los primeros años que tuve conciencia de lo que era el mundial. Obviamente esa fiebre mundialista iba ligada al primer gran nombre propio motero que recuerdo, Álex Crivillé.

Recuerdo desde que salí de casa el sábado para asistir a los entrenamientos, con un casco 3 tallas más grande, y recuerdo subiendo a duras penas a la Honda CBR 600 que por aquel entonces tenía mi padre. Recuerdo mi emoción en el trayecto de casa al circuito y recuerdo mi asombro al ver por primera vez en vivo aquellas preciosas, ruidosas e indomables motos de 500cc.

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Mundial apretado

Por aquel entonces el Gran Premio de Catalunya se disputaba en la fase final del campeonato. Crivillé llegaba con opciones de disputarle el mundial a Mick Doohan y eso se notaba en el ambiente. Las gradas estaban llenas, la gente animaba y cada vuelta rápida que hacía, aquel año el número 4, del equipo HRC. La gente taconeaba en el suelo de las gradas metálicas provocando un estruendo inmenso.

Así llegaba el mundial al GP de Catalunya 1998

Llegó por fin el domingo, el día de la carrera, y la emoción aún era mayor. “Crivi” se había hecho con la pole con un tiempazo, aventajando en medio segundo a Doohan, su máximo rival por el título y compañero de equipo, sin olvidar a un joven Max Biaggi, que llegaba líder después del GP de Imola y de su victoria en Brno con caballito imposible incluido (otro de los momentos que me marcaron y no olvidaré jamás, ese caballito).

Parrilla de salida del GP de Catalunya 1998 (500cc)

Recuerdo llegar a mi asiento en final de recta y ver folletos con Crivillé en la portada, “Crivillé hace la pole y bate el récord” como título. Las carreras fueron pasando, a decir verdad, recuerdo algo de emoción en la carrera de 125cc con Emilio Alzamora, varias caídas, en concreto una de Jeremy McWilliams en plena recta saliendo por orejas y como no, un joven y descarado Valentino Rossi en 250cc que ganó la carrera y se le ocurrió sacar a pasear de paquete a una gallina gigante como celebración.

Rossi celebra el triunfo en el GP de Catalunya en 1998

Día de carreras

Pero ya de bien pequeño yo esperaba el momento estelar, esperaba ver a mi primer ídolo haciendo algo grande, el ambiente lo pedía, y al fin llegó la salida. Crivillé salió mal y se quedo algo retrasado en la complicada primera frenada del trazado catalán. De repente alguien entró colado, tocó a Jean Michel Bayle y éste tiró a Álex Crivillé nada más arrancar la carrera. La gente se levantó, se echaban las manos a la cabeza, mientras yo veía como mi primera desilusión motera cogía forma demasiado pronto. Crivillé se levantó pero poco había que hacer.

En ese momento yo no era consciente de lo que estaba perdiendo Crivi, solo sabía que esperaba ver ganar a mi ídolo y me habían arrebatado la ilusión en la primera curva. Pensé que ya no tenía sentido estar allí, pero a la vez que recibía mi primer varapalo, recibí también la primera lección motera.

Momento de la caída de Álex Crivillé en el GP de Catalunya 1998

Pasaron las vueltas y Max marchaba en cabeza, virtualmente, porque recuerdo aquel ataque de delirio que le dio al italiano al no querer parar para cumplir su sanción (stop&go) por adelantar con bandera amarilla, y que provocó que le enseñaran bandera negra.

La carrera cada vez me despertaba más interés, y entonces apareció un piloto brasileño haciendo unas apuradas de frenada tremendas, Álex Barros, jugándose cada frenada con Doohan y Biaggi. Lástima que al brasileño también le hiciesen parar para cumplir sanción. Él si que paró, a diferencia de Biaggi que entró en meta en primera posición, incluso celebró la victoria ficticia. Rocambolesco.

Al fin, Doohan ganó esa carrera y sentenció el mundial. Pero yo viví ese momento clave, el momento en que el favorito está contra las cuerdas, en que el héroe local puede arrebatarle el trono, ese momento en que tu piloto favorito se juega mucho, en resúmen, viví una de esas carreras que hacen afición, y desde entonces cada semana de gran premio siento ese cosquilleo que jamás dejaré de sentir.

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Barros (9) y Biaggi (6) disputan la frenada en el Circuit de Catalunya 1998

Las carreras son así

No vi ganar a mi ídolo, pero salí del circuito medio contento, tarareando la canción que sonaba en megafonía (The final countdown – Europe) y entendí que las carreras son más que seguir a un piloto, entendí el significado de la frase “las carreras son así”. Las carreras son emoción, pasión, adrenalina, adelantamientos, alegrías, desilusiones y también segundas oportunidades.

Al año siguiente volví, y vi ganar a Álex Crivillé, esta vez desde la zona del estadi, donde adelantó a Okada para ganar. Y desde donde ahora, cada vez que vaya a esa zona, también tendré un recuerdo para el Mexicano, Luís Salom, que en esa misma zona del circuito nos partió el corazón.

Amadas, bonitas y duras carreras.

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imagen destacada: motogp.com

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