Análisis

El camino del hombre fuerte

Este lunes de la semana que, a pesar de hallarnos en fiestas navideñas, ha resultado ser la más fatídica del año para el club bilbaíno, nos abandonó Fidel Uriarte, afamado jugador de la década de los 60 y comienzos de la de los 70. Toda su carrera discurrió en el Athletic Club, y junto a otros ilustres como José Ángel Iribar e Iñaki Sáez fue pieza clave de un Athletic que consiguió 2 copas, un bagaje aparentemente pequeño para los clubes que se definen a sí mismos como grandes, pero que para clubes como el rojiblanco que valoran todos y cada uno de sus títulos resulta glorioso de recordar. En este sentimiento reside la verdadera grandeza.

Fidel Uriarte Macho nació en el 1 de marzo del año 1945, en la localidad vizcaína de Sestao. Fue precisamente en sus calles en las que comenzó el camino de patear esa pelota que ha llevado a muchos vascos al olimpo de San Mamés. Esa pelota que pateó oficialmente por primera vez en La Rosaleda el día que debutó en Liga con el Athletic, día que debería quedarse en la memoria de todos los aficionados rojiblancos, 23 de septiembre de 1962, día en el que también debutaba “El Txopo”.

Ese día comenzaba la carrera de dos grandes, siendo Fidel el prolífico goleador de esos años en el equipo. Sin ser un delantero nato, y tampoco con una posición definida, fue capaz de anotar 120 goles en casi 400 partidos como león. Su gran habilidad en el remate, así como su facilidad a la hora de sortear rivales y generar peligro, le convirtieron en la referencia ofensiva de la plantilla, y en el hombre más temido para la defensa rival.

Conforme iban pasando los años, las gestas se iban acumulando, y entre las que consiguió el sestaoense se puede destacar la conseguida frente al Betis. En la temporada 1967-1968, en el que ya es próximo día de Nochevieja, anotó 5 goles en La Catedral, estableciendo un registro al alcance de muy pocos futbolistas en la historia, siendo uno de ellos el actual jugador del que fuera su equipo, Aritz Aduriz. Esa temporada fue precisamente en la que obtuvo el trofeo Pichichi, trofeo que hace referencia a otro ilustre vasco, al anotar 22 goles en unos escasos 24 partidos. Cabe destacar que su inmediato seguidor fue el que hace no mucho también nos abandonó Luis Aragonés, también referente de otro gran club rojiblanco.

Tras toda una vida en el club de su corazón, Fidel abandonó Bilbao en una nueva aventura en el club de la ciudad que precisamente le vio debutar, el Málaga Club de Fútbol. Allí estuvo tres temporadas, en las que, fruto de su gran polivalencia, llegó a jugar de defensa central. En el año 1976, tras 14 años de profesional, puso punto y final a su carrera como futbolista.

Por su parte, su periplo con la selección española no fue muy extenso. Tan solo llegó a disputar 9 partidos con la elástica nacional, en los que solamente consiguió marcar un gol, en un partido frente a Italia.

Una vez colgadas las botas, también tuvo una experiencia como entrenador. El Sestao Sport Club, el Bilbao Athletic e incluso el hoy potencia futbolística Villarreal tuvieron al ya leyenda del Athletic en su banquillo. Sin embargo, no estuvo mucho más tiempo ligado al mundo del fútbol, y decidió vivir su vida alejado de toda la estructura mediática que incluso en aquellos años ya estaba implantada en el fútbol español.

Fue en esa vida en la que llegó el Alzheimer. Una enfermedad que degenera incluso al hombre de mayor entereza, que agota al más fuerte y enérgico, y que borra los recuerdos de las personas que más cosas tienen para recordar. Puede que el recuerdo de su afición le abandonase, pero para toda la afición de San Mamés el recuerdo de nuestro jugador jamás lo hará. Por toda su carrera, por lo que fue, es y será. Descanse en paz Fidel.

Imagen vía: Mundo Deportivo

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