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El baloncesto como medio de salvación

Muchas veces nuestro destino en la vida depende del azar. La suerte de haber nacido en una ciudad o en otra; más al norte o al sur; en una familia u otra. Aunque luchemos por cambiarlo, gran parte de nuestras posibilidades futuras están marcadas por dónde comencemos nuestras vidas. David nació en una familia complicada. Una familia muy conocida en su barrio, más bien temida y conocida por sus «malas artes». El negocio de la droga y gran parte de los robos que se producían en su ciudad les señalaban a ellos.  Aún no le habían quitado los pañales cuando ya le habían retirado la custodia a su familia. De un centro de acogida a otro, algunos más estrictos, otros menos. Así transcurrió toda su infancia. Y cambiando de colegio cada varios meses, ya que sus actos de indisciplina y violencia no encajaban en ningún centro.

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Centros de acogida. menoressolos.blogspot.com

Así llegó a otro pueblo, una nueva oportunidad de encajar. O no, eso dependía de muchos factores. En el centro de acogida, las condiciones eran distintas. La idea era ir consiguiendo que formara hábitos para ser más autónomo: le daban responsabilidades como comprar, arreglar su habitación… Pero él esas labores no las aceptaba muy bien. Simultáneamente, comenzaba en un nuevo colegio.

Tenía sólo 11 años, pero sus vivencias no tenían nada que ver con la de sus compañeros y compañeras. Y rápidamente marcó terreno; se peleó con varios de los alumnos mayores, siempre en las horas de recreo, delante de todos los niños y niñas del colegio, para que su sensación de superioridad fuera visible ante todos.

Uno de los días, un maestro fue a reprocharle un conflicto que tuvo en el colegio y su respuesta fue saltar varios muros del colegio y escapar a la calle. Lo que David no esperaba era que ese maestro iba a reaccionar de la misma forma. El maestro Miguel corrió, saltó el muro y lo alcanzó en la calle. Hubo muchas charlas en el colegio, qué hacer con este niño, qué castigo imponer… Lo que sí era evidente era que la relación con este maestro iba a ser distinta: se había ganado su respeto.

Esa imagen, esa potencia de salto para escapar del colegio, quedó marcada en la retina de este profesor de Educación Física. ¿Podría ser el deporte una vía de escape, una tabla de salvación para este niño? Era muy difícil que encajara en una actividad con sus antecedentes y pautas de comportamiento. En primer lugar pensó en el atletismo. Pero él era un enamorado del baloncesto y creyó que este podía ser su deporte. Además, los valores de compañerismo y cooperación que se logran en los equipos de baloncesto podían venirle muy bien a David. El maestro convenció al director del centro de acogida y lo llevaron a entrenar al equipo de minibasket de la localidad.

Las peripecias escolares de David habían llegado a oídos de mucha gente del pueblo, por lo que cuando entró en el pabellón, todos los jugadores y padres del equipo minibasket se quedaron en silencio. En el ambiente, la tensión se cortaba. El maestro y el director se acercaron al entrenador. Hablaron con él, se ofrecieron a pagar la inscripción en ese momento. Las reticencias iniciales cambiaron en un instante…. Ese instante en que un balón de baloncesto rodó por la pista y llegó junto a David. David con una furia contenida, por la incomodidad de la situación, agarró el balón con fuerza y de un gran salto hundió el balón en la canasta de minibasket que tenía más cercana. Fue un mate tremendo. Los niños que estaban en la pista se quedaron impresionados. Y todos los padres que observaban la escena empezaron a aplaudir.

baloncesto.jgbasket.com
baloncesto.jgbasket.com

No había dudas. Entraba en el equipo, y por la puerta grande. Nunca le habían ovacionado así. Con el ego por las nubes, repitió la acción. Fue un momento increíble. Lo celebró y el resto de los niños se acercaron a felicitarlo. Y así comenzó esta nueva aventura.

Evidentemente hubo momentos duros, no todo iba a ser bonito en esta primera experiencia con compañeros. Pero, lo que es evidente es que David encontró en el baloncesto una vía de escape, una forma de inserción con niños y niñas de su edad.  El final de la historia será el que David y las circunstancias le vayan marcando.


Esta historia está basada en una de las experiencias más complicadas que he encontrado como maestro. El final de la historia está aún por escribir. Espero que el final sea un final feliz, y que el deporte sea realmente una vía de escape, para alumnos como David que están pasando una infancia que no le desearía ni al mayor de mis enemigos. Entre todos, desde los políticos hasta los adultos que están a su alrededor, tenemos que pensar en los niños y niñas cuando se toman decisiones que repercuten en menores, ya que les dejarán marcas para toda la vida.


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