Sin categoría

El sueño de Marta: cuando las prisas no son buenas consejeras

Esta es la historia de una niña, cuyas prisas y el mal asesoramiento por parte de sus padres y de un entrenador, hicieron que se frustrara su sueño de jugar al baloncesto. Seguro que como entrenadores habéis tenido niños y niñas que han fichado por otros equipos por querer crecer muy rápido.

Marta era una niña de 11 años, aunque por su altura todos pensaban que era mayor. Nunca había practicado baloncesto,  hasta que un día descubrió por casualidad un deporte que la enamoró.  Estaba en un centro comercial haciendo lo que más les gustaba a su madre y ella, que no era otra cosa que comprar. De repente, frente a ella fijó su mirada en dos mujeres muy altas, vestidas de rojo y en pantalón corto. Las siguió junto a su madre. Iban a un pabellón cercano al centro comercial.  Empezaron a entrenar, se quedó sus nombres grabados: Laia Palau, Amaya Valdemoro…. Nunca los olvidaría,  sus sueños estarían basados en ellas durante mucho tiempo.

foto: gettyimages.com
foto: gettyimages.com

Se apuntó en un club de baloncesto.  Estaba en la categoría minibasket y era la más alta del equipo. Su entrenador llevaba varios años entrenando, pero en el club había entrado una nueva junta directiva que quería obtener resultados y éxitos deportivos rápidamente. Esta presión y la configuración del equipo hacía que fuera fácil resumir los encuentros del equipo de Marta. Como ella era la más alta y destacaba físicamente, su entrenador hacía que se colocara cerca del aro rival y la indicación al resto de las jugadoras era clara, en cuanto se pudiera, balón para Marta. Así, partido tras partido la máxima anotadora era ella.

Dibujo: es.123rf.com
Dibujo: es.123rf.com

Esto hacía que el ego de Marta creciera y creciera, y empezó a creerse más de lo que era. Repetía frases como que ella era la mejor de su equipo y que sus compañeras eran muy malas. Estas frases además se reforzaban con la opinión de sus padres que le inculcaron la idea de que lo mejor era irse de este equipo a otro, al que siempre ganaba las competiciones mini femenino.

Marta había empezado a jugar con amigas de su barriada, pero eso le importaba poco. Iría a otro equipo, y ganaría a sus amigas. Demostraría que era la mejor y lo demás le importaba poco. Así, ese verano se despidió de sus compañeras y les emplazó a verse en las pistas la próxima temporada. Como es de suponer su salida no gustó mucho en el club porque se pensaba que aún tenía mucho que aprender, además de que no se veía positivo que una niña fuera cada tarde a entrenar a otra localidad, con el trastorno que esto suponía a nivel de estudios, cansancio y amistades. Pero era su decisión y la de sus padres y contra ello nada se podía hacer.

El verano fue pasando. Marta entraba en el instituto este curso, pero estaba segura de que podría aguantar el ritmo de entrenamientos y estudio. Así empezaron los entrenamientos de la temporada. Lo primero que chocó a Marta es que ya no era la más alta, aquí era una más, así que ya no destacaba tanto. Además, observó que el resto de jugadoras botaban mejor y sabían hacer más cosas con el balón que ella. Es verdad, tenía mucho que aprender, pero el aprendizaje no iba a ser fácil. Ya era infantil y de primer año, y en los primeros partidos jugó mucho menos de lo que estaba acostumbrado. El nuevo entrenador quería que hiciera más cosas, que botara, que jugara por fuera, pero ella no estaba acostumbrada. Además, ese ego que tenía y su poca humildad le hacían que no fuera fácil de enseñar. Sus padres empezaron a protestar. Tantos viajes para no jugar o jugar muy poco, “este entrenador nuevo no sabe”, “ganan porque tienen a las mejores, pero de enseñar poco”.

Llegó su partido más deseado, volvía a jugar contra sus compañeras del año pasado. La llegada fue un poco tensa, porque durante toda la semana en el instituto ella había comentado entre su grupo de amigas que iban a ganar de paliza. Su antiguo entrenador la saludó afectuosamente y le preguntó qué tal le iba. Comenzó el partido. Fue curioso, ella jugó muy poco y cuando lo hizo destacó poquito, un sólo tiro a canasta y fallado. Sus antiguas compañeras habían mejorado muchísimo, habían crecido, pero además el hecho de no tener que jugar para ella, hacía que todas aportaran. El resultado fue una victoria para su antiguo club. No era una venganza, pero sí una enseñanza para ella.

Además el año se estaba haciendo muy largo. Llegaba agotada a casa. Por las mañanas instituto, luego viajes, entrenamientos, vuelta a casa para hacer los deberes y a dormir. Y así un día tras otro. Sus padres pasaban por una mala racha económica, pero seguían gastando gasolina yendo y viniendo a los entrenamientos. Marta se daba cuenta, se estaba cansando muy pronto del baloncesto, su sueño se estaba rompiendo por correr tanto.

No acabó la temporada. Al verano siguiente, se acercó a su antiguo club. Pidió volver, pero quería empezar de cero, aprender a hacer mucho de lo que no había aprendido. Sus antiguas compañeras la recibieron con los brazos abiertos. Compañeras de instituto, de barriada y de club de baloncesto. Todo era mucho más fácil así. El tiempo pondría las cosas en su lugar.

 

Síganme en @zecarlosperez y sigan toda la información y actualidad deportiva en @SextoAnillo, en www.facebook.com/sextoanillo o en nuestro Instagram: sextoanillo.

One Response

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *