Si hay un atleta olímpico con una historia detrás digna del mejor guion de Hollywood ese es sin duda Abebe Bikila (Etiopia, 1932 – 1973).
Su popularidad llega a nuestros días incluso como marca comercial de tiendas de atletismo. Y no es para menos, su biografía daría para una película de esas en que un joven de origen humilde consigue a base de entusiasmo y fortuna, llegar a ser un héroe para varias generaciones.
Pocos podrían pensar que el hijo de un pastor de cabras, que solo consiguió aprender a escribir a los 14 años, llegaría a convertirse en el héroe nacional de uno de los países mas pobres del mundo. Como cualquier chaval de sus tiempos, a los 17 años busca fortuna en la guardia imperial de Haile Selassie (si, el mito religioso del movimiento rastafari, muy popular en Jamaica gracias a Bob Marley) y se engancha al atletismo casi de casualidad al ver a sus compañeros portando camisetas con el nombre de Etiopia.
El golpe del destino vino cuando uno de los maratonianos seleccionados para la cita de Roma 1960 se lesiona y eligen a Abebe para sustituirle. Tan de improviso fue la llamada que hasta tuvieron que hacer esperar el avión para llevarle a Roma, donde nadie creyó como reales las marcas que sus entrenadores decían (2h 21 min a 2000 m de altitud).
Bikila pasa a la historia el 10 de septiembre de 1960. El día de la prueba no se siente cómodo con el calzado deportivo que le proveyeron desde la marca Adidas (proveedor olimpico) y decide correr descalzo, ante el estupor del publico romano que pensaron, casi con algarabía, que aquel africano desconocido no llegaría demasiado lejos.
En un dia caluroso, no empieza a acercarse a las posiciones de cabeza hasta el km 10. En el km 20 se une al favorito, el marroquí Abdessalem Rhadi para empezar una pelea mano a mano por la medalla de oro. Y si había un sitio especialmente emotivo para que Bikila diera su ataque final, ese era el paso por el obelisco de Axum, monumento etíope expropiado por Mussolini en los años de ocupación italiana. Ante una multitud tan sorprendida como enloquecida, cruza el primero bajo el Arco de Constantino para colgarse la medalla de oro y establecer el por entonces record del mundo (2:15:16).
Se trataba de la primera medalla de oro de Etiopía en su historia, un país pobre que como muchos otros países de Africa luchaba por su independencia y por mostrar su potencial. Y lo hacía de manera orgullosa, con un atleta desconocido, de origen humilde y que decide correr descalzo. Y como guiño del destino lo hace en la ciudad que simbolizaba el sometimiento y saqueo colonial que sufrió su país. Imposible encontrar mas emotividad en un acontecimiento deportivo.
Pero no acabó la historia ahí. Cuatro años mas tarde Bikila acude a Tokio’64 dispuesto a revalidar su titulo olímpico. Esta vez con zapatillas, eso si. Pero de nuevo el destino le iba a poner a prueba con una operación de apendicitis 6 semanas antes de la cita, para darle otra vez el carácter heróico a su victoria y nuevo récord del mundo (2:12:11). Hasta aquel momento nadie había conseguido ganar 2 maratones olímpicos de forma consecutiva. Como anécdota, el bueno de Abebe espera a sus rivales en meta haciendo una tabla de gimnasia.
El declive le viene en Mexico’68 cuando tiene que abandonar en el kilometro 17, lejos de su mejor estado de forma por una lesión. Pero una historia como la de Bikila no podía acabar de forma ordinaria, retirado y feliz con sus triunfos, sino de forma dramática: un año después de su ultima carrera en Mexico, sufre un accidente de coche en el que queda parapléjico. 5 años mas tarde, con tan solo 41 años de edad, muere de una hemorragia cerebral como consecuencia de las complicaciones de su enfermedad. A su funeral acudieron 65.000 personas que le despiden como un héroe, ante el emperador Selassie.
Bikila ha pasado a la historia como leyenda y héroe no ya de un país, sino de todo un continente, ejemplo impagable para generaciones futuras de atletas africanos que vieron en el un ejemplo de superación y origen humilde, todo era posible tras Abebe Bikila.
Imagen: marca.com
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