Ningún celtista podía imaginar hace un mes que en este mercado de fichajes de invierno tendría que decir adiós a uno de los mejores jugadores de su plantilla. Y mucho menos, que sería de esta forma.
Fabián, te vas por la puerta de atrás, pero haciendo ruido. Con más o con menos culpa, merecido o no. Nadie puede saber eso, nadie más que el entrenador y tú. Pero no sería justo que tu paso por este club quedase eclipsado por este incendio. No sería justo, porque lo nuestro viene desde muy atrás. Desde antes de Berizzo, desde antes de Primera, desde antes de llegar a semifinales de Copa del Rey y clasificarnos para la Europa League en la 2015/16. Lo nuestro, poeta, es una larga historia.
Tras ser uno de los protagonistas del ascenso del Granada a la máxima categoría, tras ser el culpable de que el Celta se quedase a las puertas con ese gol que llevó a la tanda de penaltis en aquella fatídica noche para el celtismo, llegaste a Vigo. Llegaste en la temporada 2011/12 para repetir lo hecho en Granada. Pero nadie se podía imaginar que un cedido podía llegar a significar tanto.
Esa temporada devolvisteis la ilusión perdida en Los Cármenes al celtismo, y devolvisteis al club a su casa. Primera División. Todos, tanto entrenador, cuerpo técnico, como jugadores, sois los culpables de que hoy estemos aquí. Pero a ti, junto con Iago, os debemos una mención especial. Por vuestras botas pasa medio ascenso, o incluso más.
13 goles, 11 asistencias en 33 partidos. Esa fue tu aportación individual. Todo ello sumado al respeto por el club, la buena sintonía con la ciudad y la afición, y lo mucho que aportabas al equipo en su conjunto. Daba gusto verte jugar. Siempre supimos la suerte que teníamos de tenerte.
Al acabar aquella temporada, objetivo cumplido, te tuviste que ir. El Celta no pudo pagar lo que pedían por ti en el mercado de verano, y regresaste a Granada. Parecía una pesadilla, de la que todos queríamos despertar. Pero desde Vigo nunca dejamos de luchar por recuperarte, y después de media temporada en tu ausencia y un interminable y agónico mercado de invierno, a un día del cierre del mismo, se hizo oficial tu vuelta.
Y así, continuó nuestra historia. La despedida de Paco Herrera aquel mismo año, la salvación del 4,01%, la ilusionante temporada de Luis Enrique y Rafinha, la primera de Berizzo y el “casi”, y la última temporada con la guinda de la clasificación para la Europa League. Y tú seguiste ahí durante todo ese tiempo.
Llegaron caras nuevas, entrenadores y jugadores nuevos. Otros se fueron. Pero tú, tú te quedaste y viviste con nosotros todo este sueño. Se dice pronto, pero has defendido esta camiseta durante cinco temporadas – cuatro enteras y dos mitades, contando con esta que ya no vas a poder acabar.
Has crecido con el club, y el club ha crecido contigo. Nos has dado todo lo que podías dar. Hoy nuestros caminos se separan. Por un error, fuera cual fuese, ya no volverás a vestir la celeste. Ya no volverás a defender estos colores, a llevar este escudo en tu pecho, a salir a Balaidos, donde siempre fuiste un héroe. Ya no estará el pequeño gran poeta corriendo con el balón en los pies. Hoy se acaba todo. Pero pese al dolor que dejas y la rabia que da que tu marcha sea de esta forma, hoy solo puedo decirte gracias.
Gracias por la ilusión, por los goles y las asistencias. Gracias por las sonrisas. Gracias por aquel ascenso y por la permanencia. Gracias por cada carrera, cada regate, cada vez que hiciste vibrar Balaidos con tu fútbol. Gracias en nombre del celtismo, de los que de verdad sabemos que no has sido uno más. Has sido uno de nosotros; “un de nós”. Y que, a pesar de respaldar al míster y apoyarlo hasta el final, no nos olvidaremos jamás de todo lo que fuiste.
Porque, Fabián, que no lo pregunte nadie. Que no lo duden. Fuiste poesía.
Imagen vía marca.com
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