Análisis Opinión

Daños colaterales

Extraño comienzo de año el que hemos vivido en el fútbol español. Aunque no sea novedad o algo insólito, ya que lo vivimos todas las temporadas, sí es sorprendente que no haya aguantado ni una semana en este recién estrenado 2017.

¿De qué estamos hablando? De las míticas conspiraciones arbitrales, bolas calientes, piques extradeportivos y compañía. Todos estos asuntos que empañan lo que es el fútbol,  que hacen que las peleas se extiendan más allá del campo y que estas no tengan como objetivo común el perforar la red rival.

Como suele ser habitual, estas peleas tienen su origen en los dos “grandes” del fútbol español, que se manejan como pez en el agua en estas batallas. Que si en tal partido a nosotros no nos pitan un penalti y a ellos sí, que si nos anulan un gol que era legal y al rival le dejan meter con el tiempo cumplido… enésimos argumentos de poco valor que vemos, tal y como hemos dicho, cada temporada.

La expresión de estas premisas puede tener diferentes canales de comunicación: un jugador, el entrenador, algún directivo, e incluso podría generarse una polémica a nivel nacional por un recogepelotas o un utillero (sin ánimo de ofender a los encargados de ambas tareas). Lo declarado por alguno de estos sujetos tendrá eco y repercusión inmediata, y más que lo tendrá con todo el jugo que artículos como este podrán sacar. Es curioso el modo en el que temas como este, tan perjudicial y antideportivo, pueda ser tan relevante y no se trate de dejarlo de lado  tal y como lo recomendaría cualquier receta médica en una enfermedad como la que asola este país en este mismo mes.

Todo comenzó con la ida de los recién finiquitados octavos de final de la Copa del Rey, con la victoria y derrota respectivas del Real Madrid y del FC Barcelona. Ambos partidos tuvieron su polémica, pero eso no hubiera levantado tanto revuelo de no ser por las declaraciones de Gerard Piqué. El central catalán, tras la derrota sufrida contra el Athletic de Bilbao en un partido en el que los blaugranas llegaron a jugar contra 9 jugadores, declaró a las cámaras su disconformidad con el arbitraje recibido y mandó una indirecta no tan indirecta refiriéndose al partido que su gran rival disputó frente al Sevilla.

Si bien es cierto que los blancos se vieron beneficiados por los “errores arbitrales”, los catalanes tampoco es que tengan poco que reclamar, con su superioridad numérica frente a un equipo que tuvo que defenderse como león panza arriba para conservar un resultado que, aun valioso, a la postre no sería suficiente para pasar de ronda. Sin embargo, el dardo ya se había lanzado, y el daño estaba hecho. ¿Pero quienes fueron los que sufrieron ese daño? ¿A qué clubes nos referimos como perjudicados? Pues aunque a primera vista no lo parezca, no lo son ni madridistas ni culés.

Bien es cierto que los dos clubes son los principales beligerantes, pero como en muchas guerras, otros que no pintan nada en las mismas son los que sufren las más duras consecuencias. Los mencionados Athletic, Sevilla e incluso el Villarreal en liga son los que se vieron en medio de esta contienda, al más puro estilo western, en la que ni siquiera ilustres como John Wayne, James Stewart o Terence Hill se atreverían a meterse de por medio. Puede que directamente no sean el blanco de la descarga de artillería, pero si son algo que comparten todas las batallas de la historia: daños colaterales.

Leones, hispalenses y tripulantes del submarino amarillo se vieron enzarzados en las teorías conspirativas creadas por Madrid y Barcelona que al parecer, y cambiando de temática momentáneamente, profesan un amor platónico el uno por el otro que ninguno quiere reconocer, ya que ninguno de los dos puede pasar una semana sin pensar en el otro.

Una historia de corazones rotos en la que tuvieron que incluir a secundarios con los que acusarse recíprocamente. Es divertido como todos esos actores secundarios se ven zarandeados a merced de los principales, mientras los productores y directores del filme miran hacia otro lado o se lavan las manos. La verdad es que ellos también son utilizados, pero si hay alguien que pueda ponerle freno a esta situación son ellos, pero claro, de valientes están los cementerios llenos. O la cola del paro, ¿verdad?

¿Qué supone acusar de un partido de tongo, amaño o atraco? Pues supone insinuar la posibilidad de que los rivales tengan algo que ver con el asunto. Supone soltar por la cara que Athletic, Sevilla y Villarreal (por ahora) pueden estar inmiscuidos en asuntos turbios que, como no, solamente favorecen al contrario y perjudican absolutamente a los nuestros. Menudos mercenarios dirán, menudos sinvergüenzas. Bueno, puede que alguno de ellos lo sea, pero si hay dinero de por medio, ya sabemos quiénes son los primeros en acudir como moscas a la miel.

En fin, lo único bueno de este asunto es que, es tan repetitivo y monótono, que todos los clubes ya son inmunes a sus efectos, inmunes a cualquier disturbio que puedan ocasionar y por lo tanto, capacitados para salir adelante y no darle bola al asunto, tal y como diría un argentino.

De todos modos eso no les quita su condición de perjudicados, ni su condición de participantes de un conflicto que no les interesa en absoluto, ni su condición de marionetas utilizadas para fines ajenos. Su condición de, en definitiva, daños colaterales.

Imagen vía: Freepik, El Tiempo Latino

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