Cuando arrancó el Mundial de Colombia 2016, todos los expertos vaticinaban un gran duelo entre España y Brasil. No en vano eran las únicas selecciones que habían ganado el título (5 para la Canarinha y 2 para la Roja). Este sábado uno de octubre se disputa la final soñada por todos. Y sí, habrá un representante europeo y otro sudamericano. Pero no los que todos esperaban, sino que el nuevo campeón del mundo saldrá del choque entre Rusia y Argentina.
Lo que algunos han llamado “el nuevo orden mundial” no es más que un hecho que se venía constatando tiempo atrás: el futsal ha crecido en países donde históricamente no tenía tradición, como Argentina, o donde sí lo tenía pero sus equipos adolecían de alma y terminaban por estrellarse en las rondas previas pese a su favoritismo, como Rusia.
Es un duelo de opuestos donde lo único que tenían en común es que ambas partían en el segundo escalón de los favoritos. SI los de Sergey Skorovich representan el juego clásico de la Europa del Este, con jugadores muy fuertes que abusan de físico y adolecen de la técnica depurada de otras escuelas, los de Diego Giustozzi son el alma, el conjunto por encima de las individualidades, el equipo del pueblo.
Ambas son justas merecedoras de la final. Los rusos presentan un currículum inmaculado, donde ni siquiera España pudo hacer frente, cayendo por un rotundo 6-2 en cuartos de final. Únicamente la otra revelación del torneo, Irán, puso en ciertas dificultades a los rusos. Mientras, los argentinos llegan habiendo cedido únicamente un empate en fase de grupos contra la sorprendente Costa Rica, pero habiendo demostrado gran solvencia en las rondas eliminatorias, incluyendo un 5-2 contra Portugal en la que el entramado defensivo anuló por completo a Ricardinho.
Skorovich ha dado con la tecla que buscaba años atrás, en la que los brasileños nacionalizados poblaban las convocatorias. La afición se quejó, y la federación escuchó y dictó sentencia: sólo los jugadores nacionalizados que entendiesen lo que significaba jugar para el país, vestirían la casaca nacional. Actualmente sólo cuatro jugadores son no nacidos en Rusia: Rómulo, Gustavo, Éder Lima y Robinho, todos ellos con una dilatada carrera en el país del vodka. Ha encontrado una generación de jugadores jóvenes como Chiskhala o Abramov que funcionan casi tan bien – si no mejor – que su primera unidad.
En el otro extremo, Giustozzi. Un ex jugador que conoce al jugador, que sabe lo que siente y que explica con pocas palabras lo que sus pupilos necesitan oír en cada momento. La dupla que ha formado con Mati – en su papel de discreto segundo entrenador – se ha ganado el afecto del mundo del futsal, quienes consideran que este deporte le debe algo al argentino después de que una entrada le retirase del futsal en activo con sólo 30 años tras luchar durante los tres últimos con una fractura de tibia y peroné jugando, precisamente, en un partido del Mundial.
Rusia es potencia. Éder Lima imparte lecciones magistrales desde su posición de pívot, Chiskhala crece a pasos agigantados, Abramov parece tocado por una varita y todo lo que toca lo convierte en golazo, Robinho – aún siendo poco destacado en este campeonato – sigue siendo el jugador desequilibrante de siempre, y Shayakhmetov aporta serenidad atrás.
Argentina es orden. Wilhelm es la prolongación de Giustozzi en la cancha, el hombre de referencia al que todos miran cuando las cosas van mal dadas. Borruto se ha convertido en ese goleador que toda selección necesita si quiere ganar un torneo como éste. Brandi está siendo determinante en el juego de espaldas a portería, y la recuperación de Rescia es fundamental para frenar a los gigantes rusos.
Un partido que decidirá quien se establece como nuevo campeón mundial, el primero que conocerá este deporte más allá de españoles y brasileños. Todo ello en un pabellón con capacidad para 12.000 personas y con el arbitraje de Gutiérrez Lumbreras como árbitro principal, quien no podía poner un mejor broche final a su carrera. El partido comenzará a las 21:30 hora española y podrá verse en directo por Eurosport.
¡Qué comience el espectáculo!
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