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La reminiscencia del éxito condena al Everton en el presente.

Pocas cosas hay más peligrosas que la ambición desmedida. Si bien es cierto que el deseo de mejorar diariamente debe estar presente para poder llegar a la élite en cualquier ámbito, también se debe valorar lo que se va consiguiendo durante el proceso, porque de lo contrario la frustración propia del que está luchando contra el cronómetro es probable que lleve a una toma de decisiones que le haga retroceder dos pasos en vez de avanzar uno. Y esto es lo que le ha sucedido al Everton en la última década.

ELECCIONES SIN CRITERIO

Después de 12 años con muchas más luces que sombras en los que la autoridad de David Moyes era prácticamente incuestionable, la parroquia del lado azul del Mersey ya estaba acostumbrada a quedar en el top 7 de la tabla (lo hicieron en 8 de las 12 campañas mencionadas, llegando incluso a finalizar la 2004/2005 en la cuarta posición). Cuando finaliza una etapa de semejante duración, suele haber dos caminos posibles a seguir de cara al futuro: continuar con una línea parecida a la anterior con ciertos matices, o empezar un periodo nuevo de manera disruptiva dando por cerrada la época anterior. En el caso de los toffees, optaron por la segunda opción, contratando a Roberto Martínez para liderar el proyecto, un técnico en las antípodas futbolísticas a Moyes.

Roberto Martínez, actual seleccionador de Portugal.

Fuente: Buteramaddle

Lo lógico en estas circunstancias era darle el tiempo y la confianza suficientes a un preparador que llegaba con un estilo completamente diferente, pero ni siquiera el quinto puesto alcanzado en la 2013/2014 fue suficiente para que no le destituyeran el verano siguiente por acabar en una ahora valorada undécima plaza. 

Desde ese momento, la directiva del Everton ha ido dando palos de ciego a diestro y siniestro, contratando a entrenadores de ideas contrapuestas en años alternos, mostrando una preocupante  ausencia de coherencia y convicción en los planes realizados. Ronald Koeman, Sam Allardyce, Marco Silva y Carlo Ancelotti, poco o nada tienen en común futbolísticamente entre sí, pero a ojos del mandatario iraní que se hizo con el 49’9 % del club en 2016, estas decisiones sí parecen ser las adecuadas para volver a pisar Europa.

FARHAD MOSHIRI SÍ HA PUESTO LA PASTA

Aunque el criterio del principal dueño de la entidad ha sido cuestionado, con razón, por aficionados y prensa, no se puede dudar de que sí ha proveído el respaldo económico que prometió cuando adquirió su parte de la propiedad. Hasta 12 jugadores han desembarcado en Goodison Park con un precio de traspaso superior a los 25 millones de libras, mientras que otros 6 efectivos se han incorporado por un valor situado entre los 20 y 25 millones cada uno, para sumar un total de gasto bruto en fichajes de 475´6 kilos.

Farhad Moshiri, inversor mayoritario del Everton.

Fuente: The Mirror.

Algunos de ellos como Richarlison (37 mill) o Pickford (25 mill) han rendido a un gran nivel y se han revalorizado considerablemente, pero por otro lado nombres como André Gomes (22 mill) o Moise Kean (22 mill) hacen que el balance entre aciertos y errores quede bastante equilibrado.

LA MUTACIÓN DEL LAMPARD ENTRENADOR

La apuesta por Frank Lampard hace dos cursos apuntaba a que el equipo se organizara alrededor del balón, como era característico en su Chelsea, pero desde su llegada a la ciudad de Liverpool su librillo ha cambiado por completo, refugiándose ahora en crear un equipo sólido en defensa para salir al contragolpe con jugadores de gran velocidad como Anthony Gordon y Demarai Gray.

La pareja de centrales es la idónea para defender cerca de Pickford, pero ni a Tarkowski ni a Coady se les puede exigir sacar el balón jugado por abajo, y en los laterales ni Mykolenko ni Coleman pueden aportar ese apoyo extra para facilitar el esquivo de las presiones rivales. Siguiendo con esta tónica, el medio del campo está huérfano de organizadores e Iwobi, Doucouré y Onana sufren para ser capaces de hilvanar tres pases seguidos.

Frank Lampard, actual entrenador del Everton.

Fuente: news.ladbrokes.com

Con la prolongada ausencia por lesión de Calvert-Lewin en punta, los balones en largo para que el delantero los bajara al verde dejaron de ser una opción, y casi el único arma con el que el equipo ha podido amenazar al rival ha sido la velocidad y el desequilibrio de los mencionados Gray y Gordon.

La permanencia de la leyenda del Chelsea en el banquillo de Goodison Park solo se explica por el inesperado carácter competitivo que sacan los suyos en los choques contra los grandes de la liga. Cuando el Everton está inmerso en una mala dinámica y parece que la derrota contra un “Big-6” le puede sentenciar, llevan a cabo actuaciones heróicas como la vivida hace 11 días en el Etihad, para darle una vida extra a Frank.

LA REMINISCENCIA DE UN PASADO EXITOSO

El público general se preguntará por qué no ejecutan más a menudo estos planteamientos si tan buen rendimiento les da, pero la respuesta se encuentra en el primer párrafo del artículo. La afición del Everton aún sigue considerando a su entidad como una de las más grandes del país, por, entre otras cosas, las 9 ligas con las que cuenta en su palmarés (más, de momento, que el Manchester City) y por tanto no admite salir a encerrarse atrás en los partidos en casa contra rivales de la parte media o baja de la tabla, pese a que ese modo de juego es el que más resultados le ha dado a los suyos.

La hinchada Toffee sigue anclada en un pasado glorioso y mientras no asimile que en este momento no se encuentran entre los gigantes del Inglaterra, seguirán decapitando entrenadores ya sea por sus “insuficientes” resultados o por la forma de conseguirlos.

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