Vivimos en una sociedad que compite por todo. Competimos por ver quien es mejor en el colegio, en casa, en el trabajo, y como no, en el deporte. Y es algo normal, el deporte es competición, pero ¿hasta qué punto? ¿Dónde está el límite?
Actualmente los niños/as pequeños empiezan a competir cada día más jóvenes, en muchos clubes, sobretodo en fútbol. Ejemplo de ello es que hay equipos de niños de 4 años. Con esa edad lo más que pueden hacer tanto los peques como los entrenadores es trabajar aspectos psicomotores sin entrar en ningún concepto técnico o exclusivo del deporte que se practique.
¿Por qué actualmente existe esta tendencia? ¿Por qué ahora los niños/as que empezaban a jugar con 6 o 7 años (cuando ya hay un desarrollo que lo permite) comienzan con 3 o 4? ¿Quién lo decide?
La respuesta es bien fácil y todos la sabemos; los padres. La familia es quien decide que el/la peque de la casa que apenas está aprendiendo a conocer el mundo y a sí mismo, está capacitado para empezar a jugar a fútbol u otro deporte y no solo a esto, en algunos casos (más de los deseados) se enseña al niño a competir antes que a jugar. Y esto en bastantes casos viene de complejos y exigencias de los progenitores. Muchos de estos, son niños/as frustrados por expectativas o circunstancias de la vida, que ven en sus hijos/as una prolongación de ellos, que por supuesto no tienen la libertad de poder decidir sino que se ven obligados a seguir el camino que los padres le marquen.
Y aquí empieza un problema que convierte a algunos niños/as felices que solo quieren jugar, en futuros adultos con una frustración que no saben ni gestionar ni apartar de sus hijos/as.
Cuando un niño o una niña empieza a jugar a cualquier deporte, siempre tiene que ser porque él o ella, lo decida y en el momento en que esté medianamente desarrollado para poder disfrutar y no someterse a exigencias, piropos o expectativas que no son propios ni adecuados de su edad, talento o capacidad cognitiva y motora.
El viaje de un niño o niña que empieza a jugar puede ir por dos caminos: jugar con ilusión y sin exigencias y disfrutar de su deporte favorito con sus amigos y amigas sin fijar o esperar un objetivo. O por el contrario estar sometido a una presión latente por parte de su familia o incluso de su club (que se aprovechan para hacer caja construyendo equipos en edades inapropiadas), para poder llegar a un nivel o un objetivo muchas veces fuera del alcance por motivos deportivos, de preparación psicológica o simplemente por que no es lo que el niño desea sino lo que desea su entorno para poder llegar a una meta que esta inundada de billetes y de frustraciones.
Dejemos que los niños disfruten, se encuentren, hagan amigos, desarrollen sus capacidades físicas y cognitivas, aprendan que es el respeto, que es la autoridad de un entrenador, que aprendan los valores que da el deporte, que aprendan y sepan gestionar emociones como la frustración. Todo esto siempre decidiendo desde el punto de vista de la felicidad, de lo que de verdad quiere hacer el niño o niña. Ayudémosles a ser felices y a crecer adecuadamente, no a cumplir expectativas que solo le llevarán a jugar con presión, y a sentirse frustrado por no conseguir lo que de pequeño le prometían.
Imagen vía: Mama psicóloga infantil
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