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Todos somos las lágrimas de Carolina

Todo parecía encaminado a ver a Carolina Marín colgándose el oro en el cuello en lo más alto de un podio, su rival He Bingjiao reconoció al término del partido que ya estaba entregada y fuera de la final cuando ocurrió uno de los mayores temores de un deportista, una lesión que le impedía seguir jugando y por ende, perdía cualquier opción a medalla, «me he roto» dijo Carol nada más caer al suelo.

La española venía convencida y concienciada para lograr su principal objetivo, por el que llevaba luchando la friolera de siete años, en las anteriores, en Tokio, no se pudo presentar por su segunda lesión de ligamentos. Quería, como ella dijo, ser una loba, agarrar a su presa y no soltarla hasta vencerla con un único objetivo, morder finalmente el oro. Y para cazar, decidió hacerlo en silencio, abandonó las redes sociales para centrarse en su presa, el oro olímpico, y como buena loba, iba a salir a cazar en silencio pero no sola, sino en equipo, con su entrenador, con su psicóloga… una buena manada para lograr la mejor presa.

Y aunque no comenzó como una loba ibérica, sino como una lince, poco a poco fue creciendo hasta convertirse en esa loba ibérica que devoraba a sus rivales, y en ello estaba, devorando a su rival He Bingjiao, a tan solo once puntos de clasificarse para la final (10-6) y asegurarse por lo menos la medalla de plata, pero cuando nuestra loba saltó para atacar e ir al descanso con 5 puntos de ventaja, escuchó crack en su rodilla derecha y, junto a un llanto estruendoso dijo: «me he roto».

Parecía que hasta ahí había llegado la participación de Carolina en estos Juego, pero ella, lejos de retirarse, se puso una rodillera, quería luchar hasta el final, tenía a su presa herida de muerte y quería rematar la faena, pero su rodilla, una vez más, la alejaba del éxito y de su sueño, la española se tiraba al suelo con un llanto desgarrador, un llanto que no solamente conmovió a todo el pabellón, sino que atravesó fronteras para estremecer los corazones de los aficionados al bádminton y, sobre todo, el de los españoles. El consuelo y el abrazo de su entrenador, Fernando Rivas, era el de todos, en ese abrazo estábamos no solo todos los españoles sino de todos los admiradores de Carolina, no hay que olvidar que estamos hablando de una deportista que transciende barreras.

Y a una estrella se le reconoce por lo que brilla en la cancha y fuera de ella, por eso, aunque en mitad del llanto sacaron la silla de ruedas, la loba no quiso entregarse, se levantó, agradeció a todos los espectadores las muestras de ánimo y se retiró andando por su propio pie, brillando entre lágrimas, diciendo a su entrenador que no quería retirarse así y consolando a su rival, animándola a seguir luchando por el oro.

Este no era el final que todos deseábamos para Carolina, pero no es un final, es un punto y aparte, porque las deportistas son de otra pasta y Carolina, nuestra Carol, se levantará como ya hizo con sus dos anteriores roturas de ligamento y el fallecimiento repentino de su padre en un accidente laboral entre medias, porque ella, como pocas, ha sabido no solo levantarse, sino que también ha sabido brillar, ilusionar y rozar un oro que volará al cuello de otra jugadora pero con el sabor de quien, para muchos, es la ganadora virtual, esa no es otra que nuestra Carolina Marín, arias, la loba ibérica.

Desde aquí, desearle una pronta recuperación y hacerle llegar mucho ánimo de este redactor que esperaba contar la clasificación para la final de unos Juego Olímpicos y no uno tan triste como este, sinceramente, espero y deseo volver a contar todos los éxitos en esta web y volver a verla sonreír. Mucha suerte, ánimo y recuerda que puedes porque piensas que puedes. ¡Vamos Carol!

Por @KarlLyon4 

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