En la liga de las banderitas de Ucrania, las campañas por el respeto a la comunidad LGTBI y los hashtags de apoyo a los desastres naturales de turno, el problema del racismo no solo no está resuelto, sino que va a más a medida que avanza la competición. Raro es el fin de semana en el que no se denuncien cánticos u actos racistas en algún campo de la geografía española, llegando incluso a ser proferidos por la misma persona, como es el caso del individuo que repitió sus vomitivos gritos sobre Chukwueze (en un Mallorca- Villarreal) y Vinícius Junior (en un Mallorca- Real Madrid).
En la mayoría de ocasiones las denuncias son archivadas por los juzgados de instrucción de las diferentes ciudades, y cuando sí se deciden sancionar, las consecuencias no son para nada proporcionales a los delitos cometidos por esta clase de individuos.
Samu Chukwueze jugando para el Villarreal.
Fuente: Daily Mail
NADIE PONE DE SU PARTE
En el primer caso, la falta de capacidad para poder identificar a las personas implicadas suele ser la principal coartada de la justicia para evadir la toma de una decisión contundente, y aquí la gran culpa es de los clubes, y por ende de la propia liga.
Es un acto tremendamente común por parte de los clubes el desentenderse de la persecución de los infractores (quien sabe si por miedo a represalias de su propio público) y limitarse a proporcionar a la justicia el material que demanden, o incluso ni siquiera cumplir con este último requisito, como en la ocasión en la que casualmente sí se facilitó el vídeo de las cámaras pero no el audio a la fiscalía, amparándose en que “no se graba todo el rato”.
Vinícius Jr celebrando un gol para el Real Madrid.
Fuente: diariocrítico.com
Ante esta reticencia a colaborar con las autoridades pertinentes, La Liga debería imponerles sanciones que les hicieran plantearse si de verdad les sale a cuenta encubrir a estos energúmenos. Al igual que es de justicia reconocer el exhaustivo trabajo que realizan, tramitando un gran número de denuncias cada fin de semana, en la parcela relativa a las acciones que se pueden tomar con los clubes, el equipo de Tebas tiene gran margen de mejora.
PROBLEMA DE CONCEPCIÓN SOCIAL
En el segundo caso (cuando sí se sanciona), y tomando como ejemplo la pena impuesta al autor de los cánticos racistas a Vinícius en el Mallorca- Real Madrid (4000 euros de multa y la prohibición de entrar a eventos deportivos en 12 meses), discriminar a una persona en base a su color de piel u origen étnico sale bastante barato. En apenas un año podrá repetir este comportamiento de nuevo, y mientras en otras naciones como Inglaterra no se contempla otro escenario que no sea no volver a ver al agresor en un recinto deportivo, en este país la laxitud con la que se está tratando el tema hace que al final salga a cuenta.
Claro que cómo sorprenderse tratándose de las mismas instituciones que decidieron archivar un caso en el que se le gritaba a un jugador “Vinícius eres un mono”, alegando que fueron tan solo unos segundos (acompañado por supuesto del “no fue posible identificar a nadie”).
No se engañen, el problema no es que el fútbol sea racista. El problema es que el racismo está extendido en nuestra sociedad, y por consecuencia en algunas de las personas encargadas de tomar las medidas oportunas. El problema es que España es racista.