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El método Williams

La humanidad posee la costumbre natural de crear de relatos y necesitar de ídolos. En los orígenes de la narración heroica, los protagonistas de esos relatos eran figuras sobrehumanas, sin embargo, la aparición del deporte-espectáculo ha reformulado el paradigma de ídolo. Estamos ante un héroe humano que conquista el estatus divino y lo hace alcanzable.

La literatura heroica actual (los medios de comunicación), narra sin cesar el ascenso de nuevos ídolos, al rey en el trono, al nuevo heredero. Historias que el mortal quiere ver renacidas en los más pequeños. Métodos que convierten la relación padre-hijo en una búsqueda de la gloria deportiva. Modelos de éxito a los que se recurre desde el paternalismo como una forma de protección, de amor.

En “El método Williams”, se descubren los inicios de las hermanas Williams. Desde el ghetto hasta dominar el mundo. Richard Williams (interpretado por Will Smith), padre de las tenistas, elabora un plan para conseguir que sus hijas se conviertan en iconos y referentes. ¿Su justificación? Alejarlas de la calle, proporcionar el respeto y oportunidades que él no tuvo. Amor paternal. Un método bienintencionado, con sus seguidores y detractores, con sus sacrificios (o mejor, llamarlo prioridades) y sus esfuerzos. Su exigencia.

El consumismo actual, la velocidad del click, la comercialización del éxito. Todo ello ha supuesto la continua fabricación de ídolos (cada vez más jóvenes) en la industria deportiva.  Su alzamiento y repercusión. Pero pocas veces se comenta la caída y el olvido, quizá por el morbo de saber que ha pasado, alguna vez ocupan algunas líneas. Y mucho menos se menciona a los que no llegan.

La gran mayoría conoce la trayectoria de Venus y Serena, pero no todos los niños desarrollan un carácter tan fuerte como para gestionar la presión, ni la victoria, ni el fracaso. Desde el escritorio del periodista, se encumbra a jóvenes deportistas, con mentes inmaduras, que han de procesar unas expectativas altísimas impuestas por un consumidor desde el sillón de su casa. Se pueden devorar vidas ajenas. Pero no olvidemos que, a veces, los padres pueden llegar a ser los principales generadores de esas expectativas tan inciertas. Padres que escriben el destino de sus hijos, sin dejar que ellos mismos utilicen sus propias palabras.

En la película, Richard Williams suele desoír a los entrenadores, profesionales cualificados, anteponiendo su ego y su plan a las consideraciones de expertos que han trabajado con enormes deportistas. Pero esto no es ciencia ficción, se ve continuamente en las escuelas deportivas, sobre todo en aquellos deportes que pueden considerarse más accesibles. En la actualidad se cuenta con una bonita figura que es la del Educador deportivo, arquitecto de la estructura base que ha de tener un buen deportista. Más adelante, en el paso al profesionalismo, existe un personal muy cualificado con conocimientos teóricos muy completos para el desarrollo del deportista. Personas a las que no viene mal tener en consideración, ya que tienen el mismo objetivo que los padres, la felicidad y el éxito de los jóvenes.

Todo padre quiere lo mejor para su hijo, pero dejemos trabajar a los profesionales, con sus planificaciones, sus tempos. La presión llega sola, como para obligar a los hijos a no vivir su propio sueño. Desde el paternalismo y como prueba de amor, hay que dejar a los hijos labrar su camino con el apoyo del profesional deportivo. Y que la construcción del ídolo, no destruya al niño.

Twitter: @josugnr

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