Cine y deporte

Cuando fuimos campeones (That Championship Season, J. Miller, 1982)

Un elefante ha muerto en Scranton. Este es el delirante inicio de la única película filmada por James Miller. El dramaturgo encabezó la empresa de adaptar su propia obra de teatro a la gran pantalla. Sin pretenderlo, dio motivos para defender que una representación teatral dista mucho de una obra cinematográfica.

That Championship Season cosechó un notabilísimo éxito en el escenario, siendo merecedora de un Pullitzer y un Tony en 1973, mientras que la versión cinematográfica resultó más bien fallida, siendo evidentes los defectos técnicos y las deficiencias interpretativas.

Primeros compases: los personajes

Miller -quien interpretó al célebre reverendo Karras en el Exorcista (W. Friedkin, 1973)concibe una visión nostálgica de los éxitos deportivos del pasado a través de un grupo interrelacionado de adultos . Estos se reencuentran 24 años después de la consecución del campeonato universitario de baloncesto. El elenco está formado por Martin Sheen y Stacy Keach como los hermanos Daley, Bruce Dern como Sitkowski, Paul Sorvino como Phil Romano y un abúlico Robert Mitchum como entrenador Delaney.

Scranton es una ciudad anodina y de pequeña magnitud en la que destacan estos personajes, como héroes de una generación que añora su juventud. Dern, con ayuda de Sorvino, se convierte en alcalde de la localidad que se encuentra inmerso en una feroz campaña para la reelección en el momento en que se centra la película.

Esta pareja, en primer momento, constituye el núcleo de beneficiados por su fama juvenil. Se contrapone con los hermanos de los personajes de Keach y Sheen, quienes se aducen como anodino el primero, y desdichado el segundo. Mitchum completa el grupo, enfermo y apartado de la sociedad, refugiado en su casa donde transcurre la mayor parte de los hechos, a modo de sitcom en un guiño a la concepción teatral primigenia.

La arribada del personaje de Martin Sheen a Scranton desencadena la secuencia por la cual el espectador se acerca a la presentación superficial de cada uno de los protagonistas. Cuando finalmente se reúnen acuden al pabellón abandonado en el que jugaron la final, recreando los instantes finales del partido hasta que Mitchum se resiente de su enfermedad y finalmente acuden a la casa del entrenador.

Un contexto conflictivo

Una vez todos se encuentran en la casa del entrenador, comienzan a sucederse las informaciones sobre los personajes que en la presentación no habían sido expuestos y habían quedado en un plano superficial. Se descubre que el personaje de Dern ha abusado del dinero de Sorvino para llegar a ser alcalde y que éste le ha traicionado por interés personal, ad portas de la gran posibilidad de resultar perdedor en las próximas elecciones.

Además, se observa como Sorvino, otrora líder del equipo estudiantil, comienza a verse como un personaje de laxa moralidad y, a pesar de todo, profundamente frustrado. En el personaje de Sheen, cristalizan los traumas de su niñez y resulta que se ha convertido en un alcohólico dedicado poco menos que al vagabundeo por distintas ciudades. Su hermano -personaje de Keach- transforma su serenidad en rabia por haber estado a la sombra del resto de personajes y reclamando un nombre. Así pues, se llega a un conflicto de intereses cruzado que propicia el advenimiento de Mitchum en la trama.

Destrucción del arquetipo

El personaje de Mitchum pretende corresponderse con el arquetipo jungiano del Senex o Viejo Sabio. Que este personaje tipo corresponda con el entrenador, se aduce óptimo en tanto que representa la autoridad y guía sobre un grupo de jugadores. El hecho de erigirse como brújula moral, propicia que todos los personajes entren en diálogo con él, propiciando un escenario de hechos y un escenario de ocultos en que el espectador puede conocer el contenido que le es privado al resto de personajes.

Se acostumbra a hablar de los valores del deporte como medio moralizador de un grupo de personas contingentes respecto a una serie de prebendas que favorecen una dinámica de grupo y es una circunstancia que conviene abordar. Esta educación complementaria en valores adolece de la necesidad de un personaje como Mitchum, de un guía, de un senex que no siempre puede ser un garante de integridad, y sus actos pueden resultar proclives al fracaso y a la frustración una vez abandonada la posición de seguridad del colectivo.

Rompiendo moldes

Este es el gran acierto de la obra, la destrucción del arquetipo del entrenador y, por tanto, la ruptura con la mitología de su infalibilidad moral. Como pasase con Harry Lyme (Orson Welles) en la primera mitad de El tercer hombre (Carol Reed, 1949), un nombre sobrevuela toda la película, Martin, el gran ausente en la reunión de aniversario de la gesta.

Sólo cuando es revelado el motivo de su ausencia se alcanza a comprender el sentido de la película. La enorme vacuidad de las vidas que llevan los personajes es fruto de la melancolía, alimentada por un sabio fracasado y mediocre que pretende perdurar a través de un éxito fugaz.

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