Rugby Super Rugby

Super Rugby: la sonrisa asesina, antídoto contra el covid (I)

 

Parada abrupta

Cuando en marzo de 2020 se detuvo de forma abrupta el Super Rugby, se extendió la inquietante certeza de que nada volvería a ser igual. Esa competición de ensueño que enfrentaba en formato liguero a las mejores franquicias de Nueva Zelanda, Australia y Suráfrica frente a las selecciones oficiosas de Argentina (los Jaguares dirigidos por Gonzalo Quesada) y Japón (los Sunwolves) se disolvía en pleno azote de la pandemia. Así mismo, todos los países implicados se cerraban a cal y canto. Si ya de por sí era difícil gestionar una liga de 15 equipos que debían desplazarse miles de kilómetros casi cada semana, un parón de varios meses significó la puntilla para un sueño demasiado bello para durar.

Reanudación progresiva

En cuanto pudieron, Nueva Zelanda y Australia reanudaron sus versiones domésticas del Super Rugby (cada país enfrentaba a sus cinco franquicias entre sí), mientras que Suráfrica hizo lo propio algo más tarde (otoño de 2020), aunque con una competición más devaluada por las suspensiones. En cualquier caso, las franquicias de las tres potencias del Hemisferio Sur salieron a flote, pero Argentina y Japón quedaron fuera de la partida, seguramente para siempre. Los Jaguares sufrieron una diáspora total (ahora los llamados Jaguares XV se foguean en la voluntariosa pero poco competitiva Superliga Americana). Los Sunwolves se disolvieron, repartiendo su plantilla entre las franquicias de la super-profesionalizada Top League nipona. Precisamente a la liga japonesa emigraron, siguiendo el agradable aroma de los yenes, las tres máximas estrellas del Super Rugby: los neozelandeses Beauden Barrett y DJ Perenara, y el australiano Michael Hooper.

Inseguro 2021

Con estos preocupantes antecedentes, se afrontaba un incierto 2021. De entrada, se iba a repetir la fórmula del año anterior: Nueva Zelanda mediría a sus cinco franquicias en el Super Rugby Aotearoa, y Australia haría lo propio en el Super Rugby AU. En cambio, Suráfrica no ha podido reeditar su Super Rugby Unlocked. Incluso a última hora las restricciones por covid han echado por tierra su arriesgadísima apuesta de integrarse en el Pro 14 con las franquicias de Gales, Escocia, Irlanda e Italia.

Pues bien, tanto la versión kiwi como la wallaby ya tienen finalistas, tras unas ligas regulares que han puesto sobre el césped el mejor rugby del mundo, una vez más, y encima con público en las gradas. En ambos casos, pueden repetirse los campeones de 2020, pero el nivel competitivo, la igualdad y la emoción en los resultados se han sobrepuesto a la depresión pandémica: una buena noticia en un mundo muy necesitado de ellas.

Crusaders, la referencia

En el Super Rugby Aotearoa, los Crusaders de Christchurch siguen siendo el gran equipo de referencia, guiados por Ritchie Mounga y apoyados en la fortaleza de una primera línea no muy pesada pero rocosa como pocas (Joe Moody, Codie Taylor y Michael Alalatoa, sorprendente fichaje de Leinster para la próxima temporada). Sin embargo, la gran revelación ha sido el zaguero Will Jordan, autor de cuatro ensayos (los mismos que el ala Sevu Reece), que ha deslumbrado por su velocidad, su visión de juego y también por una solidez defensiva que en otros casos va reñida con la imaginación y el juego creativo. Ahora bien, Crusaders ha cedido dos derrotas (especialmente dolorosa fue la sufrida en casa frente a Highlanders), lo que abre tímidamente la puerta a una posible sorpresa en la final que el 8 de mayo les enfrentará a la revelación del Aotearoa: los Chiefs de Hamilton.

McKenzie, un soplo de aire fresco

Con el dudoso honor de responder al sobrenombre de ‘smiling assassin’ (el asesino sonriente), ha sido Damian McKenzie el revulsivo de un equipo que el año pasado perdió todos sus partidos y que resucitó hace apenas unas semanas tras encadenar dos derrotas iniciales en la edición de 2021. Lo que llevaba camino de profundizar en la debacle se ha convertido en un revolcón inesperado: ‘la sonrisa asesina’ que dibuja McKenzie cada vez que patea a palos ha obrado el milagro (varias de las victorias de Chiefs han sido literalmente milagrosas) y su equipo está en la final. Si hay alguien que puede vencer a Crusaders a un solo partido, ese es Chiefs, capaz de lo mejor y de lo peor.

Bajas en Auckland

La marcha de Barrett y Perenara a Japón ha sido, probablemente, una de las razones (no la única, por supuesto) que ha desinflado las opciones de los Blues de Auckland y de los Hurricanes de Wellington, respectivamente. En las últimas temporadas, los Blues son el eterno aspirante para derrocar la dictadura de Crusaders. La revolución, sin embargo, nunca se materializa: ni la irrupción de los alas Caleb Clark y Mark Telea, ni las prestaciones de los Ioane (Rieko en centro, y Akira en la tercera línea) han podido salvar el escalón que separa a los de Auckland de un título en el Super Rugby.

Un muy personal Hurricanes

En el caso de los Hurricanes, la excesiva dependencia de Perenara se ha trocado en una confianza ciega y casi única sobre las posibilidades de Jordie Barrett, jugador que puede jugar en cualquier puesto del 10 al 15 pero que no puede ganar él solo todos los partidos. Ardie Savea ha jugado al 50% y su hermano Julian ha regresado a casa pero solo ha carburado en los últimos partidos. Las excentricidades -algunas brutales- de Du Plessis Kirifi y la irregularidad de Laumape han acabado por lastrar a los de Wellington, últimos en la clasificación.

Highlanders en tierra de nadie

En medio se han quedado los Highlanders de Dunedin, que firmaron su mejor resultado en mucho tiempo ganando el derbi de la isla Sur a los invencibles Crusaders. Sin embargo, y a pesar de ofrecer un juego sólido y solvente, la magia de Aaron Smith como medio de melée no ha sido suficiente para colarse en la parte alta del Aotearoa. Tanto Mitch Hunt de apertura como Fakatava (recambio de Smith en la manija) han dado un paso adelante, igual que Garden-Bachop (ya sea como zaguero o ala), pero los resultados (3 victorias y cinco derrotas) han dictado su sentencia.

Llegados a este punto, todo queda en manos de ‘la sonrisa asesina’ de McKenzie, que este sábado (9 horas) nos hará madrugar para amenazar el imperio de los Crusaders.

(Super Rugby AU en la 2ª parte de este texto)

@SergeBianco

Más artículos en el blog Rugby Incorrecto

2 Responses

  1. Espectacular torneo que hemos visto en NZ. No soy muy amigo de los nombres en un deporte como el Rugby, y más con el ejemplo de Crusaders y Blues, donde uno se destaca el equipo y en el otro las estrellas y los resultados favorecen claramente a la unidad como equipo de los de rojo frente a las individualidades de los de azul, y en medio los sorprendentes Cheifs. Yo en mi caso, me va a tocar trasnochar más que madrugar para ver el partido desde el cono sur, pero no me lo voy a perder.

  2. Ha sido un torneo bastante bueno, con alternativas. Cualquier equipo podía ganar a cualquiera, y eso no sucede en todos los sitios. La velocidad del juego está dos escalones por encima de Australia y tres por encima de Europa. Y como en todos los deportes, hasta el mejor conjunto (y los Crusaders son los mejores del mundo desde hace casi una década) puede caer el día menos pensado por la genialidad de un solo jugador rival. Mc Kenzie?? Con todos sus defectos, que no son tantos, es la chispa del Aotearoa

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *