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Yo confieso

Katie Todopoderosa

Yo confieso ante Katie Taylor Todopoderosa,

y ante ustedes creyentes del boxeo

que he disfrutado mucho

de pugilato, sacrificio, estética y ambición.

Por el boxeo, por el boxeo,

Por el gran boxeo.

Por eso ruego a The Ring siempre magnánima,

a los managers, a los boxeadores

y a ustedes creyentes del boxeo,

que intercedan por el noble arte.

Nuestro Ítaca

Bendita seas Katie Taylor

Año II de Pandemia

Tras esta revelación de religiosidad pagana llena de devoción y plena de consagración hacia la divinidad laica de las insulares tierras del piadoso San Patricio, se hace menester una manifestación, a modo de argumentario, de tan categórica glorificación.

Sucedió la noche del primer día de mayo del segundo año de pandemia (Covid-19), Katie Taylor (18-0, 6kos), campeona de todos los organismos de boxeo en el peso ligero, volvió a subir al púlpito de la lucha y demostró que la humanidad es una cualidad fundamental en el Ser Supremo. Antes, y para mayor gloria, había descendido desde el retablo donde algunos hace tiempo la colocamos.

Katie Taylor peleó contra una aguerrida Natasha Jonas (9-2, 7kos), quien fue muy consciente a lo largo del combate del sublime momento del que estaba formando parte. Ambas púgiles iniciaron su disputa con grato decoro, los tres primeros asaltos fueron como una rueda de reconocimiento. En el cuarto apareció el milagro del espectáculo guerrero, la irlandesa soltó una ráfaga de golpes sobre el rostro y el cuerpo de la británica, su velocidad recordaba al juego de manos de un trilero, pero su contundencia era más propia del martilleo de Vulcano en el yunque.

Superioridad con el crochet

Hubo situaciones de enganches, del cuerpo a cuerpo, en las que Natasha Jonas se creció; sin embargo, el crochet de izquierdas de Kate Taylor, que fue la cantinela de la batalla, devolvía el ceremonioso acto, una y otra vez, a la cordura del timing de la campeona.

En el séptimo surgió la duda, la tentación de Natasha Jonas en forma de recto de izquierdas alcanzó la mandíbula de Katie Taylor e hizo tambalearse todos los cimientos pugilísticos de la omnipotente compatriota de James Joyce. Pasado el susto, Katie Taylor regresó a su ostentación de superioridad boxística, aunque, ganándose su condición de diosa del boxeo, concedió la conveniente reivindicación a Natasha Jonas. Ella aceptó el estilo de pelea de la británica. Eso es generosidad, otra cualidad fundamental en el Ser Supremo.

Sonó la campana y Katie Taylor ganó. Ella pudo hacerlo fácil, pero prefirió hacerlo apasionante. En la vida es necesaria la pasión, porque, según el dicho africano, “la vie est un combat”, y si deseas vivir, debes combatir. Ella lo sabe.

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