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Tragedia griega

Como en la alegoría de la caverna de Platón, en la que la humanidad vivía en una cueva creando su propia realidad completamente alejada del mundo real, Deontay Wilder ha estado en una guarida durante estos meses tras la derrota contra Fury, parapetado en una serie de justificaciones a cada cual más fantástica, al KO que recibió. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en la historia creada por el filósofo griego, él ha salido de su cueva y no ha descubierto la realidad.

 

Reapareciendo con mensajes en distintas redes sociales y con un video “selfie” cutre grabado desde su móvil, su mensaje se limita a reafirmar las excusas ya mencionadas meses atrás y a mendigar la trilogía inmediata ante Tyson Fury. Ni una sola palabra de autocrítica.

A la lista de disparatadas excusas expuestas hasta la fecha hay que sumar otra retahíla. Las más destacadas entre las nuevas son que los guantes del inglés estaban ilegalmente puestos y que el asistente en su esquina que lanzó la toalla, Mark Breland, estaba compinchado con el equipo de Fury y “le había echado algo en el agua que lo debilitó”. “Me han echao “droja” en el cola cao’’ que diría el otro. A la gravedad de de las acusaciones se suma algo más grave: la falta de pruebas.

 

Para rematar, como dice una frase muy de moda en el mundillo boxístico español y que me encanta, Wilder “va de Séneca’’. Lo que se dice ir de listillo. Como los malos estudiantes que esperan al último momento para entregar un trabajo o estudiar para un examen, sale demandando la revancha cuando el promotor en USA de Fury, Bob Arum, había anunciado que la fecha para negociarla había expirado.

 

De seguir así, le espera un futuro poco halagüeño a The Bronze Bomber. La escenografía y las señales indican que el excampeón parece haber entrado en una espiral de inestabilidad y delirio. Malos tiempos para un atleta escultural con una mano derecha cincelada por los dioses, que sigue viendo la existencia como si siguiera en la cueva de Platón a pesar de haber salido al exterior, yendo de Séneca, aunque por actitud y comportamiento, va camino de acabar como Diógenes. Una auténtica tragedia griega.

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