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La inspiración frente al esfuerzo

Anoche, en el estadio Alamodome de la ciudad de San Antonio (Texas), el público asistente al evento boxístico disfrutó de la letalidad del cloroformo de los guantes. Fue una velada de cuatro combates y sólo dieciséis asaltos en total. Los boxeadores, en el transcurso de sus respectivos combates, no tuvieron oportunidad de bailar en exceso sobre el cuadrilátero.

Existe una máxima en el noble arte de las dieciséis cuerdas, que nos enseña que se boxea con los pies y se golpea con las manos. Pues bien, durante la última velada celebrada en el Alamodome la segunda recomendación, sin ninguna duda, se cumplió. El movimiento y la pausa de la noche lo pusieron los golpes de poder. Todos, espectadores y protagonistas, bailamos al ritmo del nocaut.

El ritmo, la clave

Sirvan estas reflexiones para reivindicar lo dicho a ese respecto, hace más de medio siglo por el histórico púgil Sugar Ray Robinson (1921-1989): “El ritmo lo es todo en el boxeo. Cada movimiento que haces comienza con el corazón”. Si trasladamos estas elocuentes palabras al mundo del arte, nos conducen hasta dos destacados artistas que fueron coetáneos del antiguo campeón.

El primero de ellos fue el espléndido saxofonista de jazz, Charlie Parker (1920-1955), quien sentía la necesidad de tocar descalzo, porque de esa forma podía captar las vibraciones del suelo (el ritmo de la naturaleza). El segundo de ellos fue el controvertido pintor, Jackson Pollock (1912-1956). Éste desarrolló una novedosa manera de pintar, el dripping, que consistió en moverse por el lienzo, al ritmo de la música, derramando la pintura sobre la superficie del futuro cuadro. Era un revolucionario modo de exteriorizar sus sentimientos. No por casualidad una de sus obras más famosas se titula, Ritmo de Otoño (1950).

Tanto Parker como Pollock conseguían crear desde la absoluta improvisación. Ese hecho confronta con esa otra idea que popularizó el también artista Pablo Picasso (1881-1973). Éste manifestó una concepción del arte más racional y profana, cuando dijo: “¡Qué la inspiración me llegue trabajando!”

Gervonta, se impone la inspiración

Una cuestión semejante, a esa eterna disputa entre la inspiración y el esfuerzo, la contemplamos anoche en el combate estelar entre Gervonta “Tank” Davis (23-0; 22KOs) y Leo “El terremoto” Santa Cruz (37-1-1; 19KOs) por los títulos de súper pluma y ligero de Asociación Mundial del Boxeo (AMB).

Un Gervonta Davis bendecido con el don boxístico de la pegada – la inspiración- frente a un Leo Santa Cruz, campeón mundial en cuatro divisiones (gallo, súper gallo, pluma y súper pluma), que es fiel al éxito del trabajo diario. Diríamos que según el dramaturgo Bertolt Bretcht (1898-1956): “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles –los Leo Santa Cruz- En cambio, “el Tanque de Baltimore” ha estado considerado como un boxeador problemático y rebelde, que, en pasadas contiendas, incluso tuvo serias dificultades para dar el peso.

El ring, reflejo de las personalidades

Una vez dio comienzo la pelea, no tardó en reflejarse encima del ring esa dicotomía irresoluble entre la búsqueda del nocaut de Gervonta Davis y una estrategia de constantes y largas combinaciones de Leo Santa Cruz. Durante el primer round, Gervonta Davis se limitó a esperar y contestar en contragolpe con el upper de izquierdas, mientras Leo Santa Cruz lanzó numerosas manos con velocidad y precisión. En el segundo, Gervonta Davis siguió apostando todo a una mano y Leo Santa Cruz continuó con su abnegado trabajo de persistentes ataques y cautelosas defensas. Una inteligente estrategia por parte del boxeador nacido en Michoacán, quien hizo honor a la filosofía de boxeo de su país de origen.

Los siguientes rounds, hasta el sexto, puntuaron a favor de Leo Santa Cruz, ya que Gervonta Davis se limitó a retroceder y sacar su upper de izquierda. Pero, en el round que marca el ecuador del combate (estaba pactado a 12 asaltos), Leo Santa Cruz cometió un acto suicida. Éste se enfrascó en un intercambio de golpes con el de Baltimore. Y esa situación permitió que, igual que un mago saca el conejo de la chistera, Gervonta Davis pasase un directo de derecha y aprovechase su rotación de cintura cargando el peso sobre su pierna adelantada para coger impulso y lanzar un “misil” en forma de upper de izquierdas sobre la mandíbula de Leo Santa Cruz, ¡el nocaut del año! La inspiración (el golpe) se impuso al trabajo (abundantes combinaciones).

Inspiración gana pero el trabajo luce

No obstante, queremos hacer justicia, porque a lo largo de esta crónica hemos calificado a Gervonta Davis como un simple producto del neoliberalismo. Otro joven que acaba imbuido por esa mentalidad casi sacralizada por la sociedad actual. Una mentalidad que invita a vivir del “golpe de fortuna”. Eso exactamente es lo que nos transmitía el boxeo de Gervonta Davis, pero debemos reconocer que anoche el púgil de Baltimore demostró haber abandonado las viejas costumbres que no le dejaron brillar en combates como el que disputó contra Yuriorkis Gamboa (30-3; 18KOs).

Es innegable que la sombra de su protector el exboxeador y ahora promotor, Floyd Myweahter, está detrás de ese beneficioso cambio en la mente de Gervonta Davis, quien logró la victoria ante Leo Santa Cruz porque descubrió que la vida no es una carrera de velocidad, como nos quieren vender algunos lobbies, sino una prueba de resistencia. Así dice la ranchera:

“Que no hay que llegar primero,

pero hay que saber llegar”.

 

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Foto destacada: Twitter Leo Santacruz

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