Ciclismo Opinión Tour de Francia

D’Artagnan gana

D’Artagnan llora. Llora como un niño sentado en la acera tras ganar la segunda etapa de este Tour tardío. Llora, por la pérdida del padre. Por volver a ganar. Por el reencontrarse con el maillot amarillo. Y, a saber, por qué llora D’Artagnan.
El azul del cielo y del mar se juntan en el horizonte. El sol otra vez brilla como si la tormenta que ayer castigo los ciclistas igual que lo hace con las cosechas, dañándolos, hiriéndoles, derribados una y otra vez, hasta que la tregua consentida se fraguo. Dejándoles el cuerpo y la moral doloridos, pesadilla hecha realidad para aquellos que querían vivir cada etapa como si fuera a ser la última. ¡Maldito Covid y sus ansias!

Parte de guerra

En el transcurrir de la neutralizada, cada corredor que ayer probó lo amargo que es el asfalto, se hablaba a sí mismo, convenciéndose, que el día no sería tan duro, que el dolor no era tanto. Que el llanto quedaba postergado. Por detrás del pelotón, ahogados en la desesperanza, se dejaban caer con la necesidad de no llegar fuera de control. El parte medico era casi catastrófico para algunos equipos: En el Bahrain el abandono del buen escudero Rafa Valls. En el Lotto, Gilbert y Deenkolb. Y otros tantos dañados en casi todas las escuadras, pues ayer se cayó más de la mitad del pelotón.

Tras la tempestad, llega la calma

Fuga consentida hasta ser alcanzarlos al comienzo del penúltimo puerto del día. Ritmo y más ritmo con mano de hierro del Jumbo en el Col d’Èze. Nadie se mueve. Descenso para pasar una vez más por Nice, antes de la última subida y llegada en el Paseo de los Ingleses en esta localidad.
Empieza el Col des Quatre Chemins. 8 segundos de bonificación en el alto. Todo el mundo lo espera y él no se esconde, Alaphilippe con coraje y rabia ataca y ninguno es capaz de más que mirar como se aleja, fiel a su carácter. Marc Hirschi, otra joya de esta magnífica hornada de jóvenes promesas que iluminan los días venideros de ciclismo, salta al poco con fuerza y alcanza la cabeza de carrera. Y, como un rayo, Adam Yates, en un abrir y cerrar de ojos hace del trío de cabeza una locomotora difícil de alcanzar.

La fuga buena

Veintipocos segundos al pelotón en la cima, donde por sorpresa de los espectadores pasa Yates delante, y descenso hasta la meta en Nice. Ninguno se esconde, a relevos mantienen la distancia a los lobos que por detrás les quieren hacer sentir en el cogote su aliento. Y en los últimos metros, un respiro, d’Artagnan se lo aprieta todo, las zapatillas, el casco, otra vez las zapatillas y las intenciones. Es el primero en disparar en este duelo a tres, Yates es abatido. Hirschi, resiste, pero sin la habilidad, culpa de su juventud, para intuir que quizás, él, era el más fuerte. ¡Gana Julian!

Se sabe otra vez líder. Levanta el dedo hacia el cielo. Dedica la victoria a su padre, fallecido en junio. D’Artagnan quiere llegar a Paris, de amarillo. No lo esconde. Le esperan y nos esperan por ver, mil batallas. En este, el verano más largo de nuestra historia. El Tour empieza tarde, pero no por ello menos interesante. Cae la tarde en la costa francesa. Los de los huesos doloridos se alegran de llegar en tiempo. Hoy será otro día duro y difícil para recuperar, pero dejadles la esperanza.

@Xejico

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