Ciclismo Clasicas

¿Cómo enamorar del ciclismo al aficionado español?

Cada vez son más los seguidores del deporte en general que argumentan dejar de ver ciclismo por el aburrimiento que éste provoca y en parte, así es, aunque matizando. El tele-vidente medio suele conectar solo con el Tour de Francia donde se corre minimizando riesgos y con el control de los equipos fuertes. Suelen ser carreras bloqueadas. ¿Quieren espectáculo? ¡Hablemos de clásicas!

Entramos en detalles, ¿qué es una clásica? Suelen ser pruebas con cierto prestigio, a menudo centenarias, de un solo día. Éste último es el punto clave, es un one day war.

Así, en unas horas, se definen vencedores y vencidos. No hay segundas oportunidades ni días de descanso ni etapas de transición. El corredor se levanta por la mañana y, ¿estará bien? ¿Hará sol, lluvia, viento? No hay escusas, hoy es el día.

Empieza la carrera, muchísimos kilómetros por delante pero sin otro día para recuperar pérdidas, ¿quien sabe cuando se dará el movimiento definitivo? Entra en juego otro factor clave, la inteligencia del corredor casi por encima de su fortaleza física. Por eso, a diferencia del Tour, los ataques, contraataques y persecuciones desesperadas empiezan mucho más lejos de meta, incluso a 120km como en la Roubaix de 2016 donde una caída antes de los tramos decisivos de pavé, rompió el grupo y todas las estrategias saltaron por los aires.

Entonces es cuando surgen los líderes, los llamados a la gloria. En esa edición hablábamos de los Boonen, Cancellara, Sagan, VanMarcke, Stannard, BoasonHagen… El primero, a por la gloria eterna, buscando ser el récordman de la prueba, juntándose con los tres últimos formando un grupo devora millas; Cancellara y Sagan, intentando dar caza a la desesperada en su última Roubaix, y Sagan como flamante campeón del mundo, hasta que el primero se fue al suelo terminando con toda esperanza, forzando a Sagan a uno de sus malabares sobre la bici para impedir la caída. Entre medias, un carrusel de caídas y ataques cambiaba el status quo por momentos donde solo los mejores pueden salir vencedores.

Llega el culmen táctico. Se forma el grupo definitivo formado por los especialistas Stannard, Boonen, VanMarcke, BoasonHagen y Hayman, quien aguanta des de la fuga inicial. Todos saben sus armas: Boonen se ve el más rápido en un posible esprint, ya le va bien la llegada en grupo, mientras que VanMarke, todo lo contrario, intenta irse en el último tramo duro de pavé, no lo consigue. Quedan menos de 20kms y nadie parece querer compañía. Ataca Stannard y por detrás se miran, ¿quien le sigue para atraparlo? Rápido! La mínima duda lo situaría solo en meta! Después el propio Boonen, con rápida respuesta y contraataque de Hayman al que responde también Boonen. Nadie duda, nadie negocia un palmo, todos lo están dando todo sabiendo que en una prueba así, la decisión de ahorrar un gramo de fuerza y terminar perdiendo opciones, les seguirá toda la vida.

Con el intenso toma y daca llegámos al mítico velódromo, en grupo reducido, todo apunta al más rápido y fuerte, a Boonen. Pero nunca se sabe, esto es una gran clásica y llevan 250kms en las piernas. Esta vez, la magia de las clásicas ocurrío. ¿Quien ganó? Mathew Hayman! Sorpresa mayúscula! Un underdog en toda regla! Corredor veteranísimo que se rompió un brazo meses antes de la prueba, siempre gregario y recogido de la fuga por los capos en su carrera hacia el velódromo. Tardó en asimilarlo y es que su nombre, ya es leyenda la prueba.

Por días así, hay que ver las clásicas.

(Foto vía: uci.org)

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