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El día que me enamoré del tenis

Todos tenemos un primer momento en el que vemos algo nuevo y nos encanta. Así me pasó con el tenis con la increíble final de Australia 2009 entre Federer y Nadal.

Dicen que siempre hay una primera vez para todo. Y allá por el año 2009, el mundo del tenis estaba sumergido en una pelea histórica entre Federer y Nadal. Ambos llevaban varios años codeándose por los Grand Slams con un inicio de esta rivalidad que empezaría en 2004. Entre esos años, un servidor era apenas un niño y como todo pequeño, aquello que destaca siempre llama la atención. ¿Quién no destacaba a Nadal? ¿Y a Federer?. “¡Seguro que va a ser un partidazo! ¡Todo el mundo lo dice!”. Y vaya si lo fue. Así empezó mi locura por este deporte.

En aquellos tiempos en la sección de deportes de los periódicos siempre hablaban de lo mismo. De Alonso, del Barça, del Madrid, pero también de Nadal. De Federer no tanto, al ser prensa española. Entonces hubo un día que televisaban en abierto la mítica final del Open de Australia, muy lejos de las grandes cantidades de dinero que hay que pagar hoy en día por ver deportes. Y si todo el mundo les destacaba, habría que verlo ¿no?.

Y la verdad es que no se equivocaban. ¿Cómo no me va a gustar el tenis si el primero que vi fue aquel?. Si vemos hoy en día un partido de estos dos tenistas. vemos uno de los mejores espectáculos que se pueden apreciar en el deporte. Pero en aquellos años había una gran diferencia: el físico.

Porque ver en aquellos tiempos a Federer era ver un tipo que combinaba elegancia con una potencia casi inaudita en el tenis. ¿Se puede jugar con mucha potencia y no parecer un bruto, sino alguien elegante? Si eres Federer sí. Al otro lado estaba Nadal, con un juego más agotador que el de hoy en día. En tiempos en los que le llamaban pasabolas (cuanta ignorancia, ¿verdad?), el manacorí aguantaba todo lo que le echaban, era una bestia de la naturaleza. Más o menos como hoy en día, salvo por el detalle de que antiguamente los puntos los alargaba hasta que el rival decía basta. Era casi imposible aguantar a este hombre.

Por tanto, nos encontrábamos con el mejor partido posible en 2009 solo unos meses después del mejor partido de todos los tiempos, disputado entre los mismos jugadores. Y ¡vaya partido! Los rallies eran de una calidad increíble. Tanta potencia física en los puntos era algo a lo que casi nadie aspira. Los dos ‘drive’ eran un espectáculo. Los passing shots de Nadal también daban mucho juego. Y el marcador del partido lo dice todo: victoria de Nadal por  7-5, 3-6, 7-6, 3-6, y 6-2 en cuatro horas y veintirés minutos de partido

Pero lo mejor fue la emoción que se vivió durante y después del partido. Durante el partido, todo fan de alguno de estos dos jugadores le hubiera venido bien una tila al lado del sofá. Como se suele decir, perdieron años de vida. Un partido que duraría 4 horas y 23 minutos en 5 sets deja a cualquiera con un manojo de nervios. Pero también hubo emoción al final, cuando Federer lloró desconsolado por la derrota y Nadal fue a abrazarle. Porque más allá del espectáculo tenístico que nos han ofrecido en la cancha, lo diferencial entre esta rivalidad y las demás, es la increíble amistad que tienen entre ambos. Viendo tal partido, ¿ cómo no me va a gustar el tenis?

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Fuente foto: essentiallysports.com/

 

 

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