Cinco de febrero del 2000, el nuevo milenio traía a Pasto “La ciudad guerrera de Colombia” la primera y última gran pelea de boxeo que ahí sucedería, Newton “El Martillo” Villarreal se enfrentaba al puertorriqueño Edwin Vásquez por el título mundial de los welter juniors de la Organización internacional de boxeo (OIB).
Aquel niño, aquel recuerdo
Un niño de 6 años no tendría por qué recordar aquella velada, pero existen estos sucesos que nos marcan penetrando en nuestra psiquis. Y es que es toda una experiencia escuchar el grito de las personas tal como si se tratase de un coliseo romano, las luces que en cada vaivén vislumbran sectores de este fervor, las primeras filas adornadas de trajes costosos y expectativas. Además del orgullo palpable de una ciudad, ciudad construida en la falda del volcán galeras, la cual conlleva una genética bélica marcada por la sangre de sus ancestros, los cuales lucharon contra el imperio incaico, contra la colonización del imperio español, contra Bolívar y sus países, entre otros.
Esa noche “el ultimo guerrero” se presentaba acompañado del gran Camilo Jurado entrenador excepcional el cual tuvo el talento para convertir a un luchador grecorromano en campeón mundial de boxeo. Así es, aquella noche estrellada bajo el escrutinio del guardián, el ciclópeo Galeras, “El martillo” lo logró y con él toda una ciudad volvió a ganar una “guerra”.
El «Martillo», un estilo inconfundible
“El Martillo”, con su estilo algo soviético, tenía una postura firme caracterizada por su intención de jamás retroceder, que claro, se respaldaba en una fuerza de golpe impresionante y su gancho al hígado el cual ponía de rodillas a cualquier boxeador de jerarquía. Sin embargo, algunas malas decisiones, junto al robo vergonzoso de su clasificación olímpica (Los implicados fueron penalizados) impidieron pese a esfuerzos posteriores el posible nacimiento de una leyenda del boxeo. Esta serie de sucesos llevaron a una intermitencia causal de que un campeón mundial desapareciera en el olvido justo antes de alcanzar su mejor momento.
Aun así, siempre quedará en la memoria del “chiquillo” de 6 años y de muchos más pastusos la noche en la cual vibraron y volvieron a luchar bajo la mirada profunda del ojo del gigante que los protege y que los vio triunfar una vez más.
En fin, esa es una de las formas en la cual te enamoras del pugilismo, el boxeo. Un deporte que no es para cualquiera, uno que exige un precio el cual pocos están dispuestos a pagar, para el que se debe nacer. No es una opción de vida, es una decisión ya tomada por algo lo cual no podemos controlar.
Twitter: @camroc_11