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Gridiron virulento

Es una frivolidad escribir sobre deporte en medio de este sindios, discúlpenme. Y el football, en particular, probablemente sea ahora mismo la antepenúltima preocupación de cualquiera de nosotros. Ahora bien, no es menos cierto que cierta frivolidad es bienvenida para aliviar tanta pesadumbre. Por eso les propongo una lectura sobre lo que nos gusta, el football, pero sin abandonar el contexto vírico.

Gripe Española

Y es que no es la primera vez que una pandemia ha afectado el curso de una competición deportiva. La impropiamente llamada Gripe Española golpeó con extraordinaria dureza a la población estadounidense hace un siglo, y el college football no fue ajeno a ella.

El primer caso de la Spanish Flu se registró en la instalación militar de Fort Riley (Kansas) en enero de 1918. En marzo, cuando un cocinero infectado se presentó para el servicio, el virus inició un vertiginoso viaje a través de quinientos soldados de la base y de allí, a todo el país: el 11 de marzo, se confirmó el primer caso en Queens, Nueva York, a más de 1300 millas del foco de la pandemia. Durante el verano, la trágicamente conocida curva de contagio se aplanó, relajándose sin embargo y fatalmente las medidas profilácticas de la ciudadanía, lo que generó un devastador rebrote en septiembre, reapareciendo masivamente en Boston. En este sentido, es imprescindible leer Cualquier otro día (Lehane, RBA, 2011) la mejor descripción de los letales efectos de la gripe en el North End bostoniano.

I Guerra Mundial

Aún sin el impacto de la gripe europea, la temporada de fútbol universitario de 1918 había comenzado severamente truncada a causa de la I Guerra Mundial, suspendiéndose multitud de programas universitarios y alterándose los calendarios competitivos de costa a costa, a pesar de que las fuerzas armadas formaron numerosos equipos- Mare Island Marines, Camp Dix o Mineola Aviation Station– para jugar en el circuito universitario e intentar paliar tantas ausencias. Los países aliados planearon una gran ofensiva militar en la primavera de 1919, por lo que se programó que todos los hombres de 18 a 20 años sin discapacidad fueran reclutados en el otoño de 1918. Como alternativa, a los reclutas se les ofreció la opción de alistarse en el Cuerpo de Entrenamiento del Ejército Estudiantil  (SATC), que les daría la oportunidad de continuar su formación al tiempo que participaban en la instrucción militar reglamentaria de doce semanas.

De hecho, aquella temporada únicamente se disputó un partido final, el Rose Bowl, que enfrentó el 11 de noviembre de 1918 en el Tournament Park de Pasadena a los Mare Island Marines de California y a los Great Lakes Navy de Illinois, ganando éstos últimos por 17 a 7 ¿Saben quien fue nombrado MVP del partido? Un jovencísimo George «Papa Bear» Halas. Toda una señal.

Por eso, cuando la gripe se radicó en suelo norteamericano, los programas universitarios se vieron obligados a lidiar de nuevo con incontables bajas entre sus jugadores, cancelándose la mayoría de los compromisos, incluso el fundamental entre  Chicago y los Pitts de principios de octubre.

Una extraña temporada

Al final de la temporada, casi el veinte por ciento de los principales equipos habían cancelado sus actividades. De hecho, la Conferencia del Valle de Missouri, precursora de las Big 8 y Big 12, se cerró por completo ya que sus siete universidades –Drake, Iowa State, Kansas, Kansas State, Missouri, Nebraska y Washington University– decidieron no jugar durante la pandemia. En total, dieciséis de los ochenta y ocho programas principales del período fueron marginados por la epidemia.

Esta extraña temporada tuvo también un final abrupto, pues se designaron por la Helms Athletic Foundation/Houlgate System y la National Championship Foundation como co-campeones de forma retroactiva -influenciados sin duda por la legendaria victoria sobre los invictos Georgia Tech de John Heisman en Forbes Field el 23 de noviembre de 1918-, a lo Panthers de Pittsburgh y a los Wolwerines de Michigan, respectivamente.

Casi 700.000 norteamericanos fallecieron víctimas de la Gripe Española, a lo que habría que adicionar 120.000 a causa de la I Guerra Mundial. Entre ellos, muchos prospectos universitarios. Parecía que se acababa el mundo. Pues no se acabó. También esta generación volverá al emparrillado, no les quepa duda. De momento, véanlo en casa y cuídense mucho.

@IgnatiusFinch

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