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El justo premio a una tenista diferente: Ashleigh Barty

Hace un par de años en un encuentro con internautas en la red social Twitter, Andy Murray fue cuestionado acerca de a qué jugadora vería capaz de encaramarse al liderato del ránking de la WTA en un futuro a corto plazo. Su respuesta fue contundente: Ash Barty. Desde luego, al tenista escocés no le faltan dotes de futurólogo. Así es, dos años más tarde, la australiana es, a día de hoy, la mejor tenista del mundo y con diferencia. Merced a un esplendoroso 2019 en el que estrenó su cuenta de Grand Slams (título en Roland Garros) y en el que se terminó coronando como Maestra en Shenzhen, la oriunda de Ipswich se ha ganado con creces el privilegio de acabar la presente temporada como la número uno del mundo. Su tenis versátil, dominando con supremacía el arte del saque y red pese a medir sólo 1,66 metros y con un revés cortado que ha supuesto una auténtica trampa para cada una de sus rivales, Barty ha sabido marcar la diferencia en un deporte que se había instalado en los últimos años en una prueba de quién era capaz de pegar más fuerte a la pelota. Eso sí, la oceánica tampoco está exenta de potencia. Es precisamente eso, la mezcla entre potencia y técnica, lo que le ha permitido marcar distancias sobre el resto en un año en el que ha rendido a un gran nivel desde enero hasta noviembre.

Buen rendimiento en casa y primer gran triunfo en Miami

La temporada no comenzó nada mal para Barty, que ofreció una de sus mejores versiones en los torneos de casa, Sidney (final cayendo en tres sets ante Petra Kvitova) y el Open de Australia, primer grande del año, donde también se topó con la checa, aunque esta vez en los cuartos de final. Quizá la elevada presión que sintió en Melbourne la imposibilitó de ofrecer algo más en su duelo ante la citada Kvitova (cedió por un claro 6-1 y 6-4), pero Barty ya había dado muestras de su enorme potencial y, sin muchos puntos que defender, las puertas del top10 se abrían de par en par. Tras caer en un disputado encuentro de octavos de final ante Elina Svitolina en Indian Wells, la australiana conquistó su primer gran título en el WTA Premier Mandatory de Miami. En dicho escenario se tomaría cumplida revancha con Kvitova, a la que doblegaría en cuartos de final. Posteriormente, despachó a la estonia Anett Kontaveit por la vía rápida para citarse en la gran final con otra checa, Karolina Pliskova. Con una superioridad evidente, tanto desde el punto de vista táctico como físico, Barty se coronó por primera vez en Miami, logrando, hasta ese momento, el trofeo más importante de su carrera e incrustándose por vez primera, también, entre las diez mejores del mundo.

Barty sostiene el trofeo de campeona en el torneo de Miami. Foto: Twitter Marca

Doctorado en el lugar más insospechado

Por su manera de jugar y debido a que su excelente revés cortado no hacía tanto daño sobre tierra, Barty acudía a la gira sobre polvo de ladrillo sin muchas expectativas. Pero lo que jamás pensaba la australiana es que sería aquí precisamente, en su peor terreno, donde estrenaría su palmarés de torneos Grand Slams. En una edición de Roland Garros marcada por las constantes sorpresas en el cuadro individual, Barty fue avanzando ronda tras ronda sin hacer ruido, como quien no quiere la cosa, hasta plantarse en semifinales habiendo cedido un sólo set en todo el torneo.

Su rival por un puesto en la soñada final era la joven estadounidense Amanda Anisimova, de tan sólo 17 años y que también debutaba en un choque de estas características. El encuentro se convirtió en una batalla mental entre las dos jugadoras, siendo Barty la que finalmente dominaría mejor sus emociones para terminar accediendo al partido por el título (6-7 6-3 6-3). Pasada esa prueba, la final fue una auténtica exhibición por parte de la tenista australiana, que derrotó sin miramientos a otra joven jugadora, la checa de 19 años Marketa Vondrousova, por un inapelable 6-1 y 6-3. Con su triunfo, Barty se convertía en la primera jugadora de su país en levantar la Copa de los Mosqueteros por primera vez desde que lo hiciese Margaret Court en 1973. Además, ascendía al número dos del mundo y ya era cuestión de tiempo que arrebatase el número uno del mundo a la japonesa Naomi Osaka.

 

Entrada al número uno pero decepción en Wimbledon

Dicho y hecho. Tras la conquista de París, el liderazgo de Osaka al frente del ránking mundial tenía sus días contados. El sorpasso entre Barty y la nipona se materializó de forma definitiva con el triunfo de la primera en el torneo de Birmingham, sobre hierba y que significa el tercer título del año para la tenista de Ipswich. Tras inclinar a la alemana Julia Goerges en la gran final, Barty volvía a hacer historia para su país al llegar a ser la segunda jugadora australiana, tras Evonne Goolagong en 1976, en alcanzar dicho privilegio desde que se creó esta clasificación.

Barty con el trofeo de campeona en Birmingham. Foto: mundodeportivo

Con el número uno ya en su posesión, nadie dudaba del gran favoritismo de Barty de cara al inicio del segundo Grand Slam del año, Wimbledon. La hierba siempre había sido la superficie natural para su juego y ese revés cortado podía causar auténticos estragos en sus más inmediatas rivales. Pero es una evidencia que en el tenis femenino nada está escrito, imperando, una vez más, la famosa Ley de Murphy. En su primer torneo como flamante número uno del mundo, algo que probablemente influyó a nivel de presión extra en su pobre rendimiento, Barty tocó techo en el All England Club en los octavos de final, donde se vería sorprendida y remontada ante la estadounidense Alison Riske. A esta derrota le siguió otra no menos dura a las primeras de cambio en la Rogers Cup de Montreal ante Sofía Kenin, compatriota de la citada Riske. En Cincinnati la número uno recuperó parte de esa condición al llegar a semifinales, ronda en la que se vería frenada por la eventual subcampeona, Svetlana Kuznetsova. Pero en Nueva York, testigo del último grande de la temporada, el US Open, las altas expectativas volvieron a jugar en contra de Barty, que tampoco pudo pasar de los octavos de final en un mal día ante la china Qiang Wang.

Recuperación del aura ganadora y coronación en Shenzhen

¿Sucumbiría Barty a la presión y en cierto modo, a la maldición que parece ostentar sobre cada jugadora cada vez que osan alcanzar la cima del tenis mundial? La respuesta es un no rotundo, al menos, en lo que se refiere a este final de 2019. En China, escenario donde dos años atrás comenzaría a darse a conocer en el circuito, la oceánica volvió por sus fueros, mejorando sus prestaciones en cada torneo que disputó. Primero, las semifinales en el Premier 5 de Wuhan, seguido de la final en el Mandatory de Pekín, para acabar coronándose a lo grande con su primer título de Maestra en las WTA Finals de Shenzhen. Tras una primera fase algo titubeante, dos victorias por una derrota, en las semifinales dio buena cuenta de Pliskova por 4-6 6-2 y 6-3, mientras que en la gran final destronó a la vigente campeona, la ucraniana Elina Svitolina, por 6-4 y 6-3, en un encuentro en el que la australiana evidenció haber recuperado su estatus de mejor tenista del planeta. La guinda a tamaña temporada pudo ser la Copa Federación, pero la Francia de una excelsa Kristina Mladenovic impidió la coronación de Barty en su propia casa. Así pues, eso tendrá que esperar hasta enero del año que viene, donde la presión y las expectativas serán enormes en el próximo Open de Australia. Veremos si el carácter de Barty podrá con esa montaña que se ha tragado a tantas y tantas otras jugadoras que también llegaron en su día a ocupar la primera plaza del ránking pero que no fueron capaces de extender su dominio más allá de unas pocas semanas. Pero eso ya será en 2020. 2019 ha sido el año, sin duda, de Ashleigh Barty, una jugadora diferente con una manera de jugar que va atrayendo a cada vez más adeptos.

Barty posando con su título de las WTA Finals
Foto: as.com

Imagen destacada: Twitter Roland Garros

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