Gimnasia Rítmica Opinión

Gimnasia rítmica, más sentir y menos herir

“Para ganar ahora se necesita tener un gran conjunto de riesgos. No hay tiempo para la belleza en el ejercicio. A menudo quieres, por ejemplo, hacer un movimiento bonito con la mano, una mirada. Y no hay tiempo. Me dicen: ‘más rápido’”. Con estas palabras me encogía el corazón la gimnasta rusa Aleksandra Soldatova en una entrevista a la agencia de noticias RIA Novosti.

El testimonio no acababa aquí: “Siento que cuando hago un ejercicio no puedo mostrarme completamente. A veces pierdo porque quiero mostrar más emociones y no tengo tiempo para terminar dos elementos”.

La gimnasta rusa Aleksandra Soldatova con varios vendajes durante la Copa del Mundo de Guadalajara 2019. / Foto: Instagram @rg_photoplenka
La gimnasta rusa Aleksandra Soldatova con varios vendajes durante la Copa del Mundo de Guadalajara 2019. / Foto: Instagram @rg_photoplenka

Como amante de este deporte y, sobre todo, como exgimnasta, me apena esta realidad que ha traído el nuevo código de puntuación 2017-2020. Hasta entonces, la gimnasia había sido una combinación de elementos de ballet, gimnasia y danza; ahora me atrevería a definirla como una sucesión de riesgos y dificultades orientada a abrir más bocas impresionadas que ojos vidriosos de emoción.

Esto ha originado que todas las gimnastas introduzcan en sus ejercicios las mismas dificultades, las que puntúan más alto, que son las más complejas. Cada vez que veo una competición (de las pocas que retransmiten, pero eso daría para otro artículo), todos los ejercicios me parecen iguales. Y si eso me ocurre a mí, que conozco con detalle a cada gimnasta y soy capaz de diferenciarlas por sus cualidades específicas, imagínense a mi padre, desconocedor total de este deporte, que me dijo un día: “Mismos saltos, mismos giros… Vistos tres, vistos todos”.

Pero esta prioridad de la técnica y el riesgo en detrimento de la belleza no solo me apena; también me preocupa, porque afecta a su vez a la seguridad de las gimnastas. Ya son varias las que últimamente han sufrido graves lesiones. Tampoco voy a culpabilizar exclusivamente al cambio de código, pues la gimnasia rítmica es un deporte netamente proclive a causar lesiones en quienes la practican. Sin embargo, no es casualidad que en estos últimos años no solo haya aumentado el porcentaje de lesionadas, sino que, además, todas ellas se hayan lastimado ejecutando dificultades de excesivo riesgo.

Nunca olvidaré la cara de dolor de la gimnasta rumana Ana Luiza Filiorianu cuando se lesionó durante su ejercicio de pelota en la Copa del Mundo de Guadalajara de 2018. Su caída mientras realizaba un giro en dorsal fue, cuando menos, escalofriante. ¿De verdad es necesario poner en riesgo la salud de las gimnastas para conseguir unas cuantas centésimas más? Lo que más me indigna es que el propio código defienda que “una gimnasta tiene que incluir en su ejercicio únicamente elementos que puede ejecutar con seguridad (sin peligro) y con un alto grado de competencia estética y técnica”.

La gimnasta española Alba Bautista creando un corazón con la cinta en la Copa del Mundo de Guadalajara 2019. / Foto: Irene de Rocha (instagram @rgjournalism)
La gimnasta española Alba Bautista creando un corazón con la cinta en la Copa del Mundo de Guadalajara 2019. / Foto: Irene de Rocha (instagram @rgjournalism)

En definitiva, este deporte ha perdido parte de su magia, de su esencia. No lo reconozco. Y me duele. Porque no hay nada más bonito que un cuerpo hablando sin necesidad de palabras; que un público encandilado después de presenciar un ejercicio emotivo; que una gimnasta excitante al final de su actuación por haber transmitido al máximo sus sentimientos. No quiero más robots, no quiero más gimnastas vendadas. Quiero la rítmica de siempre.

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