Está claro que el éxito de la selección española de balonmano en Croacia ha sido gracias al equipo, que ha estado por encima de cualquier individualidad. Sin las superestrellas rutilantes y multimillonarias de otras selecciones pero haciendo del conjunto la mayor estrella. Sin embargo y pese a esto, todos los equipos campeones han de contar con jugadores de gran nivel y España tiene un buen puñado de ellos. Sin desmerecer a ningún otro y respetando todas las opiniones, hoy me quiero centrar en el que para mí es la estrella en la sombra: Eduardo Gurbindo.
Y es que para mi, este jugador es un ejemplo a seguir por sus especiales características. Desde sus inicios en el extinto Portland San Antonio ha tenido que luchar por hacerse un hueco en un mundo, el del balonmano, cada vez más físico. La desaparición del club navarro le llevó a buscar un hueco en la Asobal, tarea nada fácil para un jugador que, pese a su 1,95 de estatura contaba con el aspecto “flacucho” y algo frágil que le daban sus escasos 20 años. Torrevieja le brindó aquella oportunidad y dos años más tarde Juan Carlos Pastor lo eligió para sustituir en el Balonmano Valladolid a una de sus mayores estrellas, el argentino Eric Gull; “Espero que aquí me deis bien de comer para engordar un poco” recuerdo que dijo en su presentación.
En Valladolid, Gurbindo dio un salto de calidad en un equipo que peleaba de tú a tú con los grandes de España y de Europa llegando a las cotas más altas en todas las competiciones y siendo una de las piezas básicas en los entramados ofensivos y, sobre todo, defensivos de Pastor. En un conjunto sin lanzadores destacados, para medirse a rivales con muchos más kilos y centímetros, Gurbi cuajó desde el primer momento demostrando su inteligencia en la pista.
Sus buenos años en Valladolid lo llevaron a ser un fijo para Valero Rivera en la selección y también a recalar en el Fútbol Club Barcelona para luchar por todos los títulos habidos y por haber. Los cuatro años en el Barça han sido prolíficos en cuanto a títulos pero Gurbindo disponía de menos minutos y pasó a jugar como extremo durante muchos de ellos; siendo importante pero a la sombra de jugadores como Lazarov que impedían vislumbrar todo el potencial del pamplonés. Este hecho lo llevó a una presencia más irregular en la selección española de Manolo Cadenas para el que también contaba como extremo más que como lateral.
La temporada pasada Gurbi decidió emprender la aventura francesa y recaló en el Nantes a las órdenes de Alberto Entrerríos. Allí, con la confianza necesaria, ha pasado de ser un mero comodín a tener más responsabilidad y ha vuelto a mostrarse como lo que es: uno de los mejores y más completos jugadores del mundo en mi humilde opinión. Inteligente como pocos, versátil, tácticamente perfecto y capaz de llevar el peso del equipo en defensa y en ataque. A todo esto, y a su entrega, hay que sumar que se está destapando como uno de los mejores goleadores de su equipo, faceta hasta ahora más desconocida para él; todo con la tremenda humildad que le caracteriza y consecuencia de una sola cosa: trabajo, trabajo y más trabajo (apoyado, claro está en una incuestionable calidad técnica). En resumen, quizá no sea un diez en nada, pero es un 9 en todo, me cuesta encontrar un punto débil en su juego, es muy difícil verlo fallar a lo largo de un partido porque siempre elige el mejor camino penetrando, asistiendo o continuando la jugada. Amagando, saliendo o bloqueando; un jugador total sin fisuras. Si yo tuviera que hacer mi equipo, tengan por seguro que Gurbi sería una pieza clave en él.
De ello se ha aprovechado estos últimos años Jordi Ribera para convertirlo sin medias tintas en uno de los estandartes de su selección aunque se le siga negando el reconocimiento total de lo que es. Siempre hablamos de Cañe, Valero, Julen o incluso su compañero de posición, Alex Dujshebaev que ha sido nombrado el mejor lateral derecho del torneo (sin duda ha hecho un gran campeonato). Pero hoy, permítanme que haga justicia con, para mí, uno de los mejores jugadores que ha habido nunca en nuestro balonmano.
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