El Comité Olímpico Internacional había elegido a Tokio como sede para organizar los Juegos Olímpicos de 1940. Pero la Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945), originada por el expansionismo nazi y su pretensión de fundar un gran imperio en Europa, interrumpió el ciclo olímpico y los Juegos de 1940 y 1944 no se celebraron.
En el año 1936, el acuerdo de paz observado durante los Juegos de Berlín hizo pensar que el deporte era capaz de contener las ambiciones de conflicto de los más insaciables políticos del mundo.
Adolfo Hitler, en sus 25 años de vida política, nunca se había visto tan pacificador y dialogante, como en las Olimpiadas de Berlín 1936. De hecho, muchos llegaron a creer que todavía era posible una era de paz en el mundo. La XI Olimpiada había sido una semilla de esperanza que debía conservarse.
Pero una mañana del mes de febrero del año 1937, en el parque des Eaux Vives de Ginebra, Suiza, fue encontrado muerto un desconocido anciano, que fue llevado al edificio de La Grange, donde fue identificado gracias a su reloj de oro. Se trataba de Pierre de Coubertin, el restaurador de los Juegos Olímpicos, y que con su muerte se cerraba otro periodo de los Juegos de la era moderna.
(Imagen: Barón Pierre Fredy de Coubertin. Vía: http://www.diarioeltiempo.com.ve)
En el año de 1938, Tokio tuvo que renunciar a la organización de la XII Olimpiada, ya que tenía dificultades nacionales debidas a la guerra chino-japonesa.
En la consiguiente reunión del Comité Olímpico Internacional, se eligió a Helsinki para la Olimpiada de 1940. Los finlandeses empezaron a trabajar muy duro para organizar aquellos Juegos, pero en 1939, Finlandia fue invadida por la U.R.S.S. y nuevamente la guerra obligó a la renuncia de aquella nueva sede olímpica.
La lucha fino-soviética, en los últimos meses de 1939, borró, momentáneamente, el olimpismo del espíritu de los pueblos. La Segunda Guerra Mundial hizo ya imposible pensar seriamente en los Juegos de 1940.
(Imagen: Londres durante la Segunda Guerra Mundial. Vía: https://www.taringa.net)
Los Juegos de 1944 fueron otorgados a Londres, que tampoco pudieron organizarse debido a la gran conflagración que en ese entonces se había extendido ya en los cinco continentes.
La Segunda Guerra Mundial llegó a su fin en 1945, y en la primera reunión que celebró el C.O.I. en Lausanne se ratificó a Londres como nueva sede para los Juegos de la XIV Olimpiada, en el año de 1948.
Una Llama Viva
Después de la Segunda Guerra Mundial, inicio un nuevo periodo en la historia de los Juegos, las transformaciones sociales tuvieron un impacto significativo y mientras que millones de hombres peleaban en el frente de batalla, las mujeres tomaron a su cargo muchas tareas de las que antes estaban excluidas. Como una consecuencia natural, en la segunda mitad del siglo XX su participación en diversos ámbitos fue en constante aumento: en los Juegos de esta etapa la presencia femenina fue importante y numerosa. En un hecho emblemático, tocó a una mujer, por primera vez, encender el pebetero olímpico.
Otro hecho significativo fue el impacto de las tecnologías de comunicación. En Londres 1948 los Juegos se transmitieron por primera vez en televisión abierta, y en Roma 1960, la cobertura fue mundial. Junto con las tradicionales emisiones de radio y la atención de los medios impresos con sus enviados especiales, la audiencia creció significativamente. Esa atención tuvo, como efecto directo, la participación de un mayor número de naciones y atletas.
(Imagen: Enriqueta Basilio de Sotelo, primera mujer en encender el pebetero olímpico. México 1968. Vía: https://www.helloforos.com)
Fue así como el rescoldo de los Juegos fue pronto nuevamente brasa, que después se convirtió en fuego. Extraño fuego que arde y enciende los corazones de los héroes, y que hace brotar la llama que parecía imposible, una llama que hoy se ha convertido en pasión y destino. Y que por esta llama sagrada, los hombres y mujeres del mundo entero quieren ser incendio…
(Imagen Destacada: Segunda Guerra Mundial. Vía: http://www.guerratotal.com/)
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