Athletic, no estás bien, lo sabemos todos, es visible, palpable, evidente. Son muchos los problemas que saltan a la vista cada partido, pero… ¿qué te ocurre?
No hace falta tener mucha memoria para recordar aquellos momentos en los que el club rojiblanco se vio contra las cuerdas rozando el descenso por primera vez a la categoría de plata. El famoso bienio negro, cuando fue Mané el que tuvo que enmendar con unas alineaciones inverosímiles, pero (en cierta medida) eficaces.
Después, apareció ‘Jokin’ Caparrós con su fútbol, una idea que encajó muy bien en Bilbao, con balones largos y dando un papel protagonista al balón parado. Con ello, consiguió que piezas desconocidas como Koikili o Toquero tuvieran un hueco en las alineaciones a pesar de venir desde la Segunda División B.
Turno de Bielsa, revolución táctica, automatismos por dossier y un estilo de juego que enchufó a la grada, sacó lo mejor de cada uno, haciendo incluso que algunos se revalorizaran, y maravillando a media Europa.
El último precedente, Valverde, optó por algo más mixto, con un juego vistoso, dinámico, efectivo y regular. Anidando las responsabilidades en jugadores veteranos, mezclados con jóvenes potenciales, logró el último título del Athletic ante el FC Barcelona, la Supercopa de España.
Llega el ‘Kuko’ Ziganda, con un estilo parecido al de Valverde, poniendo algo más de énfasis en la estrategia y la presión. 8 partidos consecutivos sin ver la derrota. A partir de ahí, una derrota contra una UD Las Palmas en horas bajas; un empate a tres contra un Málaga que a falta de 10 minutos, con un jugador menos y con un 1-3 en contra, es capaz de empatar; una derrota en casa contra el Zorya ucraniano y un empate a dos contra el Östersunds sueco.
No son los resultados los que marcan el descontento popular, que también, sino que es el juego el que no convence a nadie. El equipo se ve sin alma, sin idea, sin motivación y, en efecto, sin influencia sobre el marcador.
Bien es cierto que el único que parecía mostrar algo diferente, Iker Muniain, vio cortada su función por una grave lesión, pero a partir de ahí no se han aplicado soluciones. El centro del campo se ve abandonado, con múltiples rotaciones y sin la figura de un Beñat venido abajo, se ve poblado por Iturraspe, San José y Vesga, alternándose partido tras partido y sin la capacidad de crear juego. Tampoco aportan una superioridad defensiva, por lo que a parcela ancha queda totalmente abandonada.
El ataque se ve ampliamente nutrido a base de imprecisos balones largos que, sumados al poco dinamismo presente en el mismo, no fructiferan ninguna transición. Las bandas cada una en su lado y los dos delanteros arriba. Lo dijo Endika Rio en twitter: “En lo que tarda el Athletic en conducir el balón de una banda a la otra se puede cocinar un marmitako para una cuadrilla generosa”.
La defensa tampoco queda impune, después de comenzar la temporada a un gran nivel, se ha visto contagiada por el resto de líneas y no ofrece la seguridad a la que nos tenían acostumbrados. Son varios los errores defensivos clamorosos los que han costado puntos al Athletic. Lo más positivo, la aparición de Unai Núñez y la pronta recuperación de Yeray.
Los anteriores entrenadores mencionados tenían un común: una idea definida, que fue moldeada según la plantilla y las necesidades del juego.
En definitiva, un equipo sin una idea clara, con un ritmo de juego bajo, ataques posicionales a merced de la maravilla que aparezca en alguna individualidad y una defensa que no aporta seguridad. Queda en manos de Kepa, nunca mejor dicho, la estabilidad del equipo en el resultado, pero hace falta mucho más que eso para lograr aquello a lo que el Athletic puede aspirar.
Suena por la parroquia zurigorri que Ziganda debería dejar el banquillo y la presidencia buscar un nuevo nombre. Son muchos los que suenan, pero parece ser que Urrutia tiene plena confianza en el navarro.
Imagen principal: Mundo Deportivo (Juan Echeverría)
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