Los dos líderes de la ATP compiten entre ellos como si no hubiese un mañana. Esto sucede porque actualmente no tienen rival, porque actualmente no existe esa piedra que se interpuso en su camino, que hizo de Ivan Lendl entre McEnroe y Borg. Djokovic no está, pero verle sería lo que más desearía.
Hay que verlo para entenderlo. Cuando un profesor explica que los conceptos se podrán ver mucho mejor en unas prácticas que en la teoría, lo dice por algo. En este caso, tenemos que presenciar la práctica, tenemos que comprender el contexto que engloba a estos tres tenistas y tenemos que haberlo vivido, porque estudiarlo es completamente imposible.
A un pequeño chico no se le puede hacer entender estos años locos de tenis que se han vivido, estos años en los que Novak Djokovic, Rafa Nadal y Roger Federer se han repartido lo que estaba en su mano y no le han arrebatado algunos pequeños cazadores. Solo Andy Murray o Stan Wawrinka han sido capaces de dar, verdaderamente, cierto miedo a estos maestros. Quizá, en algunas ocasiones, Nishikori haya planteado problemas. Quizá, últimamente, Zverev haya derrumbado los muros establecidos para los jóvenes, pero lo cierto es que el dominio ha sido casi exclusivamente de ellos.
Es por ello por lo que, a día de hoy, el no ver una temporada en la que los tres estén completamente enchufados, el ver que uno de ellos ha fallado, duele. Duele, no solo porque el aficionado quiere ver siempre a los mejores, sino porque el entusiasta de comparar y de ver lo que sucede en este período de tenis, no sabe muy bien cómo catalogar lo ocurrido.
Ver a Djokovic es lo que deseo porque así se completaría el ciclo. Está muy bien disfrutar de esos míticos duelos entre Nadal y Federer, pero está aún mejor ver blandir la raqueta al serbio ante uno de estos dos ganadores. Y es que, después de casi 10 años como profesional confirmado en el circuito, este se ha enfrentado en 45 ocasiones a Roger, y en 50 a Rafa.
Sin embargo, los números son lo de menos, los números son solo números. Aquello que realmente importa es el tener en cuenta que el de Belgrado ha sido uno de los tenistas más regulares y que más a explotado su cuerpo en una sucesión de años. Jamás, nadie ha tenido tal dominio, tal entereza y tal forma de disputar los encuentros en una pista de tenis. Salir y ver a un jugador que todos saben que ganará es algo que solo ha podido conseguir este regular profesional.
Sus logros lo alaban, su potencial lo catapulta hacia lo más alto del Olimpo del tenis. Hay algunos que incluso consideran que él, y nadie más, es el rey de este deporte. Me incluyo, teniendo una visión retrospectiva de los años anteriores, pues, en pocas ocasiones podremos disfrutar de alguien que exhiba tanta regularidad en cada uno de sus golpes.
Contarlo emociona, verlo hace emocionar. Aquellos que disfrutaron con este genio de la raqueta, entenderán estas palabras. Aquellos que entendieron el valor de su dominio y que comprendan que el porqué de que Federer y Nadal se luzcan hoy es por su ausencia, entenderán estas palabras. Aquellos que distingan la diferencia entre el ‘Mejor Tenista Moderno’ (por el juego que tenía Novak) y el ‘Mejor de la Historia’ (que es claramente Roger), entenderán estas palabras.
Nadie podrá equipararse a Federer como tenista con clase y laureado. Nadie podrá estar a la altura de Nadal como deportista nato. Y nadie, absolutamente nadie, podrá igualar a Djokovic como tenista completo, como tenista al que, sin duda alguna quiero ver en la práctica de nuevo. Sobre todo ahora, en plena guerra de gigantes.
Imagen: The Indian Express.
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