Si bien no son una enfermedad, las emociones se contagian de una forma similar. Esto puede tener consecuencias positivas o negativas, dependiendo de la situación, de los involucrados y especialmente de la emoción que se está transmitiendo entre las personas. Sin importar la categoría, deporte, entrenador, jugadores, campo o camarín siempre estarán presentes las emociones y se expresaran de una forma u otra.
Una emoción es una reacción psicofisiológica que nos ayudan a adaptarnos a lo que la ha provocado, nos facilitan la tarea de adecuarnos de la mejor forma (o en ocasiones no tan buena forma) a una nueva situación. Las emociones, sentimientos y estados de ánimo son aspectos que debemos cuidar dentro del contexto deportivo, ya que están relacionados con la ejecución motora, el aprendizaje, el rendimiento y el bienestar de cada uno de los jugadores, así como también del equipo completo.
Lo interesante de los procesos afectivos mencionados anteriormente es que existen algunos mitos o creencias erróneas sobre ellos, pero la ciencia ha entregado datos que corrigen algunas equivocaciones que son bastante comunes. Por ejemplo, se suele creer que las emociones, sentimientos o estados de ánimo afectan de forma individual. Me refiero a que si una persona está enfadada sólo ella se verá afectada por el enfado. Pues ésto es falso, estos procesos además de afectar a cada uno por separado, nos afectan en conjunto.
Se preguntarán ¿cómo?, La respuesta es más simple de lo que se cree, las emociones y sentimientos se transmiten. No estoy diciendo que nos afecten a todos de la misma forma, no todos se van a sentir igual ni tampoco los afectará en la misma intensidad, pero lo cierto es que nadie quedará indiferente a una emoción o sentimiento.
Si en un camarín o en un partido reina el enfado, el mal manejo de la frustración o la angustia, todos lo sentirán en mayor o menor medida, perjudicando al equipo en su totalidad. Desde la neurociencias podemos aclarar que las Neuronas Cubelli o más conocidas como Neuronas Espejo, nos proporcionan la capacidad de ejecutar una acción que hemos visto que otra persona ha realizado, su influencia es especialmente fuerte si se trata de un congénere o alguien cercano (compañero de equipo o entrenador).
Estas neuronas nos permiten imitar reflejando lo que el otro hace, de ahí proviene el nombre “Espejo”. Estas neuronas no sólo nos ayudan a imitar otras emociones, también nos ayuda a ejecutar movimientos que vemos en otros o actuar de la misma forma que otros. Por lo que las neuronas espejo nos facilitan la tarea de aprender una habilidad nueva o ejecutar un nuevo movimiento, y funcionan también para comprender cómo se siente quien tenemos cerca, y podemos deducir cómo está. A través de la empatía, fuertemente ligada a la función de las neuronas espejo, podemos llegar a comprender lo que los demás sienten.
Por lo tanto, estas neuronas se vinculan con el aprendizaje, la imitación, la capacidad de adquirir nuevas habilidades técnicas observando, las emociones e incluso las habilidades sociales. Ya que si se cómo se siente el otro (empatía), puedo intentar responder adecuadamente a ello.
Otro mito con relación a las emociones es que éstas se pueden vivir en silencio, que sólo “se llevan por dentro”. Por mucho que una persona se proponga ocultar sus emociones, tarde o temprano su comportamiento lo delatará, incluso si no lo desea así. Las emociones se reflejan en la forma en que hablamos, en lo que decimos, en lo que pensamos y en la forma en que actuamos, así como también en nuestros gestos fáciles y posturas corporales. No nos libramos de expresarlas de alguna u otra forma.
El fin de semana pasado estuve en la banca presenciando un partido de benjamines, y algo me llamó la atención. En la banca del equipo rival, su DT se mostraba frustrado cada vez que sus jugadores cometían un error, sus gestos, postura y palabras iban minuto a minuto mostrando cada vez más lo que estaba sintiendo. No dejaba de pasearse de un lado al otro denotando su nerviosismo y su enfado quedo claramente plasmado cuando en varias ocasiones insultó al árbitro. La situación llevó a tal punto que el árbitro decidió expulsarlo del partido, sin conformarse con esto, el entrenador se marchó ofuscadamente reclamando hasta que se perdió de vista desde el campo.
Fue interesante, lo ocurrido en la banca se transmitía al campo, los jugadores estaban exaltados, utilizaban la agresión en desmedida, cometieron varias faltas y errores por estar tan activados, algunos también reclamaron en varias ocasiones al árbitro, pero lo que más me llamó la atención es que entre ellos se culpaban de errores y se recriminan malas jugadas, el espíritu de equipo era inexistente en esos pequeños. A tal punto en que dos jugadores de su equipo entraron conflicto y el árbitro tuvo que intervenir para advertirles que al próximo reclamo los expulsaba a ambos.
Se podrán hacer una idea de lo ocurrido con el resultado de aquel partido, aunque la verdad es que no era tan importante como el evidente quiebre del equipo de tan corta edad, inundado por emociones mal gestionadas que proliferaron como un virus que contagió a todos sus miembros.
Esto funciona de forma unidireccional, esto quieres decir, que todos nos estamos influenciando emocionalmente de forma constante. Es una comunicación continua. Lo positivo es que esto también ocurre con las “buenas emociones”, la alegría, el buen ánimo, la esperanza, etc.
Por lo tanto, quien comanda o quienes comandan al equipo deben también pensar en sus propias emociones, ya que una vez que se pongan en contacto con su equipo, dando instrucciones, mostrando jugadas, explicando algo nuevo, estarán contagiando sus emociones.
No quiere decir que deban sentirse siempre bien, pero sí que deben prestar atención cuando no lo estén. Todos tenemos derecho de sentirnos mal de vez en cuando, pero debemos tener en cuenta qué estamos transmitiendo o cuánto tiempo estaremos bajo el efecto de una emoción o sentimiento que no sea favorable para el equipo.
Si el entrenador está nervioso antes de un partido porque se enfrentan a un gran equipo, es algo que inevitablemente le hará saber a los demás, incluso si trata de ocultarlo. En estos casos es mejor ser honestos, no tratar de evitarlo sino admitirlo (no al equipo, sino para sí mismo) y crear pensamientos positivos que lleven a emociones positivas. A los rivales no podrás escogerlos, eso está fuera de tu alcance, pero gestionar tus emociones es algo que sí puedes hacer, y que recomiendo si estás a cargo de otras personas.
El poder de la imitación, del aprendizaje y de las emociones es potente. Un ceño fruncido atraerá un ceño fruncido, una risa contagiará una risa.
Foto vía: futbolenpositivo.com
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