El Real Madrid empató ante el Levante en el Santiago Bernabéu. Los granotas plantaron cara desde el primer momento, abrieron la lata y aguantaron hasta el final. Los aficionados y los jugadores terminaron molestos con el colegiado Hernández Hernández.
Volvía el fútbol después del eterno parón de selecciones, volvía a jugarse al deporte rey en el Santiago Bernabéu, y lo hacía como nunca antes lo había hecho, un sábado a las 1 de la tarde. En ninguna de las ocasiones se había disputado un encuentro a tal hora del día, sin embargo, el calendario de La Liga obligaba a un Real Madrid que jugaba el miércoles en Champions, a salir a batallar a esa hora.
Un nuevo once salía a cabalgar ante un Levante que buscaba el sueño de la victoria. Los menos titulares, los que no suelen entrar de inicio y que no disponen de demasiados minutos, saltaron al terreno de juego. Lucas, Llorente, Theo, Nacho y Casilla, componían el groso de una alineación probablemente perfecta en cuanto a equilibrio de edad.
El Levante golpeó primero pese al desacierto en ataque
Los madridistas se hicieron con el control del esférico desde los primeros instantes y tuvieron muy claro que su referencia sería Benzema. Arriba, el francés se desenvolvía tal y como lo deseaba, no tenía problema alguno en finalizar las jugadas. Sin embargo, el acertado arquero del Levante, Raúl Fernández, impidió que el marcador se abriese antes de tiempo.
En sí, las llegadas del club merengue fueron salteadas, combinadas con largas posesiones en las que Theo Hernández y Marcelo se alternaban en la banda izquierda. El Levante quería más, ya que, en 15 minutos apenas tuvo creatividad. El Madrid llevaba la batuta del ataque, pero la compartía en ocasiones con ellos, quienes, desacertados, no supieron sacar partido de la posible ventaja que podían obtener.
Así, jugando al juego del balón que rueda con armonía, las ideas se le fueron acabando al centro del campo blanco. Un par de errores en una defensa que casi nunca falla, desequilibraron la balanza. Y es que, los levantinos tan solo necesitaron una sola llegada, el provocar un saque de esquina para crucificar a los blancos.
El centro de perdió largo, y el capitán secundario, Iván López, puso en el tacón de Ivi (también llamado Iván López) un balón que sirvió de sombrero a Carvajal. La defensa blanca, sin inmutarse, vio cómo el esférico le pasaba por encima. Casilla era perforado y el 0-1 imperaba en el marcador. Todo ello había ocurrido en milésimas, y el partido se ponía cuesta arriba.
Pero el Madrid siempre responde
Segundos más tarde, Karim ya remataba un centro en el área rival. Había sido una reacción perfecta. Los locales sabían lo que se jugaban y salieron a terminar con posibles malos augurios. En cambio, cuando el partido parecía tener una buena línea, Iván López tuvo que marcharse y dejar paso al ya recuperado y capitán oficial, Pedro López. Cinco minutos más tarde, el ariete madridista dejaría también su plaza al galés Gareth Bale por unas feas molestias en la rodilla.
Desde entonces y hasta el final de la primera mitad, el control de la situación lo tuvieron los locales. El público, que no había dejado de animar desde el inicio, mandó una serie de indirectas al colegiado, ya que consideró que no había realizado su labor de la mejor forma. Y es que, en sendas ocasiones, las jugadas eran terminadas con faltas por parte del rival, pero estas no fueron amonestadas en la mayoría de las veces.
Todo ello era simple polémica, el juego en el que se entra cuando las cosas no salen, una que se soluciona con un simple tanto. Theo Hernández, probablemente uno de los mejores de los blancos en el primer acto, se lanzó en tromba a por uno, aunque no gozó de la fortuna necesaria. Así pues, Lucas Vázquez, omnipresente como siempre, se anduvo listo en un córner y recogió el rechace de Raúl, impoluto como portero, para poner el empate en el electrónico.
En los siguientes diez minutos, todos se dejaron la piel, lo que derivó en buenas opciones de gol. Gareth Bale, por ejemplo, tuvo en sus botas el 2-1 en el minuto 44, pero el cuerpo de Fernández lo evitó. Theo, por otro lado, que intervino en la mayoría de jugadas, provocó un penalti no señalado. El Madrid había respondido ya, y todavía quedaba seguir haciéndolo.
El Madrid necesitaba posesión en la segunda mitad
Nada más salir, los de la capital se dieron cuenta de lo que debían realizar para poder ganar el encuentro. La posesión del balón tenía que ser su máxima, aunque el Levante no permitiría que esta lo fuese. Enfrente de sí tenía un equipo que se estaba luciendo y que estaba peleando como un auténtico gigante de La Liga.
Una ocasión tras otra, se acercaron al área e incluso crearon el peligro suficiente como para meterle el miedo en el cuerpo a Casilla. Las salidas al ataque fueron muy vertiginosas y no bajaron el ritmo pese a la acumulación de minutos. Los de Zidane, por su parte, se fueron afianzando en el centro del campo y mandaron a calentar a más futbolistas de control.
De esta forma, el enfrentamiento terminó fragmentándose en un claro toma y daca en el que un equipo controlaba el movimiento del cuero y el otro buscaba salir a sorprender. Esto quedó todavía más confirmado cuando Isco Alarcón entró en el lugar de un Marcos Llorente que había cumplido con su labor.
Fue entonces, cuando parecía que el ambiente del Bernabéu estaba calmado, saltaron a rugir los aficionados. El árbitro fue abucheado por una amarilla a Sergio Ramos y otra a Daniel Carvajal, ambas llegadas tras posibles acciones de tarjeta en contra de los del este español.
Y, una vez que se tuviera, cerrar con un gol
El plan fue claro. Se consiguió dominar al rival, domar a la bestia cuando salía a la contra. Una vez que esto se consiguió, se adentró en el césped a Mateo Kovacic (en sustitución de Lucas) y el partido se concentró en cuestión de 30 metros. Los 21 futbolistas de campo de ambos planteles se centraron una sola zona del terreno, cosa que benefició de lo lindo a un Real Madrid que estaba buscando el gol con insistencia.
El cansancio comenzó a acusar las piernas de los jugadores. El Levante no podía tirar con la suficiente entereza como para seguir lanzando contraataques. Para mayor desgracia, Chema se acalambraba y daba problemas a los granotas. Todavía quedaban, por aquel entonces, más de diez minutos por disputarse, y la intensidad que tenía el cara a cara era imposible de soportar para los jugadores.
Nadie de los visitantes aguantó el nivel a la altura del guardameta Raúl. Este se mantuvo firme durante todo el encuentro y sacó las castañas del fuego siempre que pudo. Las que no atajó, las desvió con la mirada, como aquella de Bale en el minuto 86. Su puerta pareció ser un bastión inexpugnable que no se abriría.
La desesperación consumió al equipo, que pese a estar bien plantado, se desordenó por las prisas. Una tarjeta roja a Marcelo por una pataleta impropia de un jugador como tal, hacía que el estadio se le viniese encima a Hernández Hernández. Si bien, en esta ocasión, había acertado.
Las últimas se fueron apurando. Kroos recogió un pase de los centrocampistas, se perfiló, y, como suele hacer, dio un disparo con la rosca. Este besó el palo, se aferró a él. Pareció ser la última, lo pareció hasta que se confirmó. Sí, la táctica había salido, pero había que haber marcado.
El desastre ya había cuajado. Dos empates en las dos últimas jornadas y un runrún general del público por el árbitro, era el resumen de un partido en el que el Levante había arrancado un punto a los blancos.
Imagen: Mundo Deportivo.
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