Análisis Opinión

El Real Valladolid ya no tiene vértigo

El Real Valladolid conseguía, el pasado domingo, un agónico y meritorio triunfo (1-0) en Zorrilla. Con su victoria ante el Getafe, lograba mantenerse en puestos de play-off una semana más, manteniendo su racha de imbatibilidad por sexto partido consecutivo.

El estallido de emoción en las gradas del coliseo vallisoletano y la confianza recuperada por el joven grupo blanquivioleta tiene, no obstante, unos prolegómenos especialmente retorcidos. Una trama que hubiera firmado el propio Alfred Hitchcock, en un digno homenaje a Vértigo. Y es que la racha del conjunto de Herrera comenzaba con el fallecimiento oficial de su proyecto. Un sonrojante 6-2 encajado en Sevilla, el Domingo de Resurrección, parecía dar carpetazo al proyecto herreriano.

Los jugadores blanquivioleta abandonan, cabizbajos, el cesped del Sanchez Pizjuan tras encajar una dura derrota. (Foto: realvalladolid.es)

La semana posterior transcurrió entre la indignación del entorno y las reuniones de la plantilla con Carlos Suarez y el cuerpo técnico. Todos los implicados se esforzaron en señalar la productividad de las conversaciones, pero el aficionado pucelano tenía fresco el recuerdo del esperpento de la temporada pasada, donde la plantilla tuvo más atino en reunirse que en demostrar su valía en el césped.

Las siguientes citas, dos seguidas en Zorrilla, tenían por objetivo cerrar la permanencia y soportar el enfado de la parroquia local. Aún así, algo había cambiado ya de inicio. El técnico pacense daba su brazo a torcer, formando a sus pupilos con un clásico 4-2-3-1, en detrimento de rombos y otros experimentos fallidos.

La nueva posición de Jordán en el terreno de juego ha dotado de mayor solidez a la media vallisoletana. (Foto: realvalladolid.es)

La variación táctica ofreció a cambio una victoria poco lucida, la aparición de un eléctrico Cristian Espinoza y la titularidad de Raúl de Tomás. Además, llamaba la atención la presencia de Jordán cerca de André Leao, formando un támden sólido en la medular. El sufrido aficionado del Pucela, no se fiaba demasiado de su vista y, aún conforme con la victoria, abandonaba Zorrilla con escepticismo.

La titularidad de Raúl de Tomás, reclamada por la afición, se ha mostrado fundamental en la buena marcha del equipo. (Foto: realvalladolid.es)

En el siguiente encuentro, con empate ante el Numancia, Leao tuvo que perderse el partido por sanción, adelantando a Guitián al centro del campo. El conjunto vallisoletano mostró un buen juego, aunque su falta de remate le privó de la victoria.

El 11 imbatido

Sin que la afición albivioleta fuera aún consciente, el viaje hasta Almería iba a convertirse en la fragua de un once inicial blindado y exitoso. La lesión del defensa de Los Corrales de Buelna, unida al retorno de André Leao, conformaría una alineación inicial que los aficionados comenzamos a recitar de memoria. Y con ella llegarían las victorias ante el conjunto andaluz, Mallorca y Getafe, además del desafortunado empate en Miranda.

El once imbatido, formando para la foto de grupo antes del encuentro que les enfrentaba al Getafe. (Foto: realvalladolid.es)

Los nombres propios de esta transformación son, por derecho propio, Raúl de Tomás y Cristian Espinoza. El delantero madrileño ha soportado excesivos minutos de banquillo, convirtiéndose en el delantero con mejor ratio de goles por minuto de la categoría hasta convencer a su entrenador de que era la mejor opción de inicio.

La llegada de Espinoza ha supuesto un soplo de aire fresco en el juego blanquivioleta. (Foto: realvalladolid.es)

Un as en la manga

El caso del extremo bonaerense es bien distinto. Llegado en el mercado invernal desde Villarreal lesionado, después de que el Real Oviedo hubiera desestimado su contratación, muchos acusaban a Braulio de transformar al club en una clínica de rehabilitación. Pocos atisbaban la importancia que el medio argentino tendría en la recta final del campeonato. Sin embargo, desde su aparición en el once, se ha ganado la titularidad a pulso. Y es que la llegada de un extremo a la antigua usanza ha dado otro aire al equipo, transformando un juego predecible y romo en un fútbol rápido y vertical.

La afición blanquivioleta comienza a creer de nuevo en su equipo. (Foto: realvalladolid.es)

En las gradas de Zorrilla, los incondicionales se frotan los ojos, como James Stewart cuando creía ver a Madeleine en Judy, incrédulos al comprobar como su equipo empieza a olvidarse del miedo a las alturas. Hay un pequeño susurro que comienza a extenderse por la ciudad del Pisuerga pronunciado aún en voz baja, no vaya a ser que el ruido ahuyente a la diosa Fortuna, que cuenta que el once que empezamos a memorizar ahora, algún día un niño lo recitará como la alineación de un ascenso increíble. Una de esas pequeñas gestas que se escriben a la luz de una vela, pero que terminan iluminadas con los fuegos artificiales de una noche de verano.


Foto destacada: realvalladolid.es

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