Opinión

El año en que me hice boirista

Este domingo, por si me quedaba alguna duda, comprobé que soy boirista. Mientras estaba en Sar despidiendo a mi amado Obradoiro no podía parar de mirar el móvil y pegar gritos con cada gol del CD Boiro. Apartar la vista del baloncesto, jugando ante todo un Barça, fue la señal definitiva de que si, este año me he hecho boirista.





Un año en el que ambos, el club y yo, nos estrenábamos en la categoría. Un año de altibajos donde ha habido lesiones, problemas con los árbitros, amenazas de retiradas, rachas negativas de resultados, varios meses sin cobrar, el casi abandono del míster, pero también, una de las mejores aficiones de toda la categoría, partidos de categoría en los que se ha vencido a los grandes y sobre todo un año en el que no han bajado los brazos ni plantilla, ni cuerpo técico ni dirección, y mucho menos la afición blanca que sabía que su equipo podía y hasta el final ha empujado.





El curso comenzaba el domingo 21 de agosto en Barraña ante el Lealtad. Se comenzó con derrota (0-1) pero se enmendó a la semana siguiente imponiéndose a domicilio al Valladolid B (1-2) con goles de Romay, ay Romay¡, y Cano. Cuatro jornadas se tardaría en volver al triunfo, se cosecharían tres derrotas antes Osasuna, Ponferradina y Cultural Leonesa, y se empataría con el Tudelano a domicilio.

La victoria, primera de la temporada en Barraña, llegaría el 1 de octubre en el primer derbi gallego ante Somozas. Tras dos partidos fuera de casa con un balance de una derrota ante Coruxo y un empate ante Izarra, se volvió a casa y se ganó contundentemente a Arandina (3-0). Luego llegarían dos empates, ante Caudal y el polémico ante Guijuelo en Barraña. Ambos seguidos de una victoria ante Mutilvera y una mala racha de cuatro derrotas ante Racing de Santander, Palencia, Celta y Pontevedra. Para acabar la primera vuelta se empató con Racing de Ferrol y se ganó al Burgos.

Y vuelta a empezar en la segunda vuelta en la que destacan la victoria a la Cultural Leonesa y Coruxo o el vital triunfo ante el Celta B que dio esperanzas para las últimas jornadas. También se vivieron malas rachas que llevaron al equipo, en el peor momento de la temporada, a la zona roja de la tabla. Pero sin duda el partido de la segunda vuelta, el partido de la temporada, fue el 5-1 conseguido este fin de semana ante el Burgos que daba al equipo la permanencia.

Como recalcaba antes, este año con sus idas y venidas han añadido a mi biografía otro adjetivo, además de obradoirista ahora también soy boirista. Era algo inevitable viendo una afición tan como la Caldeira de Sar que anima en las buenas y en las malas y siempre hace notar su apoyo llevando en volandas al equipo a donde se proponga, y un equipo que comparte valores con mi amado Obra de lucha, de trabajo y de esfuerzo.





El objetivo era la permanencia y, no sin sufrimiento, se ha logrado. Una temporada en la que tocaba llevarse palos y sufrir para aprender. Una temporada en la que muchos han disfrutado con el juego del equipo que ha sido fiel a su estilo. Una temporada en la que ver a algún jugador sobre el césped ha sido magia. Una temporada para acabar sintiendo los colores y siempre pidiendo permiso, pasar a ser parte de esta familia.

Toca celebrar y despedirse pero con la tranquilidad de saber que el año que viene el Boiro sigue siendo de bronce. También toca dar las gracias por el trabajo hecho. Toca pensar un proyecto en el que se mantenga la esencia, pero se crezca. Un verano largo pero que acabará con un nuevo inicio de curso en la categoría de bronce porque el Boiro es de Segunda B. Este año llegó para quedarse y como se suele decir, lo que te rondaré morena. Forza Boiro¡

Foto: La Voz de Galicia.

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